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EL ESCONDITE DE IVÁN

LA MAÑANA ROTA

LA MAÑANA ROTA

Solías pasear tus mascotas invisibles por delante de mi puerta. 

Aunque desapareciesen los colores, sabías como hacerme sonreír y el dolor dejaba de importar cada vez que nos perdíamos como dos furtivos en aquel bosque inventado.

Un día la paloma mágica apareció muerta, el sombrero de copa estaba vacío, nuestro conejo blanco se había escapado y las rosas se descubrieron de plástico. Recuerdo a partir de ahí nuestras verdades caducadas pudriéndose en la alacena y el café hirviendo derramándose en la espalda de nuestras mañanas rotas. Tú decías sí, con los músculos tensos y como chillando por dentro. Decías que sí, pero tus ojos parecían estar dispuestos a tirarse de un tren en marcha. 
Cada pez con hambre busca un pez más pequeño mientras huye de un pez más grande, pero antes de que se acabara todo, nosotros creíamos sin miedo en la magia de bucear juntos todas nuestras putas inundaciones.

Iván Sáinz-Pardo (En la avioneta sobró un sitio)

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