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EL ESCONDITE DE IVÁN

CUENTOS DE TERROR ECONOMICO

FÁBULA ECONÓMICA

FÁBULA ECONÓMICA

Por generaciones la gente utilizó el sistema del trueque. Un hombre mantenía a su propia familia proporcionando todas sus necesidades o bien se especializaba en un comercio particular. Los bienes excedentes de su propia producción, los intercambiaba por los excedentes de otros.

En cada comunidad un gobierno simple había sido formado para cerciorarse de que las libertades y los derechos de cada persona fueran protegidos y que no se forzara a ningún hombre hacer cualquier cosa contra su voluntad por ningún otro hombre, o cualquier grupo de hombres.

Éste era el único propósito del gobierno y cada gobernador era apoyado voluntariamente por la comunidad local que lo eligió.

Sin embargo, el día del mercado era un problema que no podían solucionar. ¿Valía un cuchillo una o dos cestas de maíz? Valía una vaca más que un carro... etcétera. A ninguno se le ocurría un sistema mejor.

Entonces Fabian, el orfebre, anunció: "tengo la solución a nuestros problemas del trueque, los invito a todos a una reunión pública para mañana"...

EL DINERO

El día siguiente sobre un gran escenario en la plaza de la ciudad, Fabian explicó a todos el nuevo sistema que él llamó "dinero". Dijo: "El oro que uso en ornamentos y joyería es un metal excelente. No se deslustra ni se enmohece, y durará muchos años. Fundiré un poco de mi oro en monedas y llamaremos a cada moneda "un dólar".
Él explicó cómo trabajarían los valores, y que ese "dinero" sería realmente un medio para el intercambio - un sistema mucho mejor que el trueque.
Uno de los gobernadores preguntó, "algunas personas pueden encontrar oro y hacer las monedas para sí mismos", él dijo: "eso sería de lo más injusto", Fabian tenía preparada la respuesta.
"solamente las monedas aprobadas por el gobierno pueden ser utilizadas, y éstas tendrán una marca especial estampada en ellas". Esto parecía razonable y fue propuesto que se le de a cada hombre un número igual de monedas.
"Sólo yo merezco la mayoría," dijo el fabricante de velas, "todos utilizan mis velas". "no", dijo el granjero, "sin alimento aquí no hay vida, nosotros tenemos que tener la mayor cantidad de monedas"... y la discusión continuaba.

Fabian los dejó discutir por un rato y finalmente dijo, "puesto que ninguno de ustedes puede llegar a un acuerdo, yo sugiero que cada uno obtenga la cantidad que requiera de mí. No habrá límite, a excepción de su capacidad de devolverlas. Cuanto más dinero cada uno obtiene, más debe devolver al final del año.

INTERES

"¿y qué pago recibe usted?" la gente le preguntó a Fabian.
"puesto que estoy proporcionando un servicio, es decir, la fuente de dinero, me dan derecho al pago por mi trabajo. Digamos que para cada 100 monedas que ustedes obtienen, me devuelven 105 por cada año que ustedes mantienen la deuda. Los 5 serán mi pago, y llamaré a este pago, "interés".
No parecía haber otra manera, y además, el 5% parecía poca cantidad para un año.
Fabian no perdió un minuto. Él hizo monedas día y noche, y al final de la semana ya estaba listo. Hizo cola la gente para entrar en su tienda, y después de que las monedas fueran examinadas y aprobadas por los gobernadores el sistema comenzó. Algunos pidieron solo unas pocas monedas y se fueron a intentar el nuevo sistema.

PRECIO

Encontraron que el dinero era maravilloso, y pronto valoraron todo en monedas o dólares de oro. El valor que pusieron en cada cosa fue llamado un "precio", y el precio dependió principalmente de la cantidad de trabajo requerida para producir el bien. Si tomaba mucho trabajo el precio era alto, pero si era producido con poco esfuerzo el precio era bajo.

LIBRE COMPETECNCIA

En una ciudad vivía Alan, que era el único relojero. Sus precios eran altos porque los clientes estaban ansiosos de pagar para obtener uno de sus relojes.
Después otro hombre comenzó a hacer los relojes y los ofreció en un precio mas bajo para conseguir ventas. Alan fue forzado para bajar sus precios, y luego todos los precios se vinieron abajo, de modo que ambos hombres se esforzaran en dar la mejor calidad en el precio mas bajo.
Ésta era la libre competencia genuina.

DEUDA

Al fin del año, Fabian salió de su tienda y visitó a toda la gente que le debía las monedas. Algunos tenían más de lo que pidieron prestado, pero esto significaba que otros tenían menos, puesto que solo había cierto número de monedas distribuidas inicialmente. Los que tenían más de lo que pidieron prestado devolvieron lo prestado mas 5 adicionales cada 100, pero de todos modos, luego de devolver sus monedas, tuvieron que pedir prestado nuevamente para poder continuar.
Los otros descubrieron por primera vez que tenían una deuda. Antes de prestarles más dinero, Fabian tomó una hipoteca sobre algunos de sus activos, y cada uno salió una vez más a intentar conseguir esas 5 monedas extra que siempre parecían tan difíciles de encontrar.
Nadie se dio cuenta, que en el conjunto, el país nunca podría salir de su deuda hasta que todas las monedas fueran devueltas, pero, aunque se devolvieran todas las monedas, estaban siempre esos 5 adicionales en cada 100 que nunca habían sido puestos en circulación. Nadie mas que Fabian podía ver que era imposible pagar el interés - el dinero adicional nunca había sido puesto en circulación, por lo tanto a alguien siempre le faltaba.
Era verdad que Fabian gastaba algunas monedas, pero él por sí mismo no podía gastar tanto como el 5% de la economía total del país. Había millares de gente y Fabian era solamente uno. Por otro lado, él seguía siendo un orfebre viviendo una vida confortable.

BANCO

En la parte posterior de su tienda Fabian hizo una caja fuerte y la gente encontró conveniente dejar algunas de sus monedas en ella como depósito de seguridad. Él cobraba un honorario pequeño dependiendo de la cantidad de dinero, y la cantidad de tiempo que permanecía con él.

Él daba al dueño de las monedas, un recibo por cada depósito.
Cuando una persona iba a hacer compras, no llevaba normalmente muchas monedas de oro. La persona le daba al comerciante uno de los recibos de Fabian, según el valor de las mercancías que deseaba comprar.
Los comerciantes reconocían el recibo como genuino y lo aceptaban con la idea de llevarlo luego ante Fabian y recoger la cantidad apropiada en monedas. Los recibos pasaron de mano en mano en vez de transferir el oro en sí mismo. La gente tenía completa confianza en los "recibos" - y los aceptaban como si fueran las monedas de oro.
Después de poco tiempo, Fabian notó que era bastante raro encontrar que alguna persona le pidiera realmente sus monedas de oro.

DEPOSITOS BANCARIOS

Él pensó: "aquí estoy en la posesión de todo este oro y sigo teniendo que trabajar duro como artesano. No tiene sentido. Hay docenas de personas que estarían contentas de pagarme el interés por el uso de este oro, que esta depositado aquí y que sus dueños raramente reclaman.

PRESTAMOS

"Es verdad, el oro no es mío - pero está en mi posesión, que es todo lo que importa. Ya no necesito hacer más monedas para prestar, puedo utilizar algunas de las monedas almacenadas en la caja fuerte".
Un día, un préstamo muy grande fue solicitado. Fabian sugirió, "en vez de llevar todas estas monedas podemos hacer un depósito en su nombre, y entonces le daré varios recibos al valor de las monedas". El prestatario convino, y se fué con un manojo de recibos. Él había obtenido un préstamo, sin embargo el oro permanecía en la caja fuerte de Fabian. Después de que el cliente se fuera, Fabian sonrió. Podía tener la torta y encima comerla también. Él podría "prestar" el oro y todavía mantenerlo en su posesión.
Los amigos, los extranjeros e incluso los enemigos necesitaron fondos para realizar sus negocios - y siempre y cuando podían asegurar la devolución, podían pedir prestado tanto como necesitaran. Simplemente escribiendo recibos Fabian podía "prestar" tanto dinero como varias veces el valor del oro en su caja fuerte, y él ni siquiera era el dueño del dinero en ella. Todo era seguro siempre y cuando los dueños verdaderos no pidieran su oro y la confianza de la gente fuera mantenida.

ASIENTOS CONTABLES

Él mantenía un libro mostrando los debitos y los créditos de cada persona. De hecho, el negocio de préstamos demostraba ser muy lucrativo.
Su posición social en la comunidad aumentaba casi tan rápidamente como su riqueza. Él se estaba convirtiendo en un hombre de importancia, él requería respeto. En materias de finanzas, su palabra era como una declaración sagrada.

SISTEMA BANCARIO

Los orfebres de otras ciudades se hicieron curiosos sobre sus actividades y un día lo llamaron para verlo. Él les dijo que era lo que hacía, pero tuvo mucho cuidado en remarcar la necesidad de mantener el secreto.
Si su plan fuera expuesto, el esquema fallaría, así que acordaron formar su propia alianza secreta.

Cada uno volvió a su propia ciudad y comenzó a operar como Fabian les había enseñado.

CHEQUES

La gente ahora aceptaba los recibos como algo tan bueno como el oro en sí mismo, y muchos recibos fueron depositados para mantenerlos seguros de la misma manera que las monedas. Cuando un comerciante deseaba pagar a otro mercancías, él escribía simplemente una nota corta dirigida a Fabian en la que le mandaba transferir el dinero de su cuenta a la del segundo comerciante. Le tomaba a Fabian solamente algunos minutos para
ajustar los números en el libro.
Este nuevo sistema llegó a ser muy popular, y las notas con la instrucción de transferencia fueron llamadas "cheques".

BILLETES

Tarde una noche, los orfebres tuvieron otra reunión secreta y Fabian les reveló un nuevo plan. Convocaron el día siguiente una reunión con todos los gobernadores, y Fabian comenzó. "los recibos que nosotros emitimos han llegado a ser muy populares. Sin duda, la mayoría de usted los gobernadores los está utilizando y los encuentran muy convenientes". Los gobernadores asientieron. Estaban de acuerdo, pero se preguntaban cuál era el problema. "bien", continuó Fabian, "algunos recibos está siendo copiados por falsificadores. Esta práctica se debe parar".
Los gobernadores se alarmaron. "¿qué podemos hacer?" preguntaron.

Fabian contestó, "mi sugerencia es: primero que todo, hagamos que sea el trabajo del gobierno el imprimir nuevas notas en un papel especial con diseños muy intrincados, y entonces cada nota se firmará por el principal gobernador. Las notas las llamaremos "billetes". Los orfebres estaremos felices de pagar los costos de la impresión, pues nos ahorrará mucho del tiempo que pasamos escribiendo nuestros recibos".
Los gobernadores razonaron, "bien, es nuestro trabajo proteger a la gente contra falsificadores y su consejo parece ciertamente una buena idea." Acordaron entonces imprimir los "billetes".

La idea sonaba bien, y sin pensarlo mucho, imprimieron una gran cantidad de nuevos y flamantes biletes. Cada billete tenía un valor impreso sobre el - $1, $2, $5, $10 etc. Los pequeños costos de impresión fueron pagados por los orfebres.

Los billetes eran mucho mas fáciles de transportar y rápidamente fueron aceptados por la gente. A pesar de su popularidad, estos billetes eran usados sólo para el 10% de las transacciones. Los registros mostraban que el sistema de cheques era usado para el 90% de todos los negocios.

RESERVAS DE ORO

"En segundo lugar", dijo Fabian, "algunas personas han hecho excavaciones y están haciendo sus propias monedas de oro. Sugiero que emitan una LEY, para que cualquier persona que encuentre pepitas de oro deba entregarlas. Por supuesto, será pagado con billetes y monedas".

AHORRO

La siguiente etapa del plan comenzó. Hasta ahora, La gente le estaba pagando a Fabian por guardar su dinero. Para atraer mas dinero a la caja fuerte, Fabian se ofreció a pagar a los depositantes un 3% de interés sobre los depósitos.
La mayoría de la gente creía que él estaba prestando ese dinero a los deudores al 5%, y su ganancia era el 2% de diferencia. Además, la gente no le preguntó mucho, ya que obtener el 3% era mucho mejor que estar pagando para depositar el dinero en lugar seguro.
La cantidad de ahorros creció, y con el dinero adicional en las bóvedas, Fabian podía prestar $200, $300, $400 hasta $900 por cada $100 en billetes y monedas que mantenía en depósito. Él debía ser cuidadoso de no exceder este factor de 9 a 1, ya que una persona de cada diez, le requería retirar el depósito para usar su dinero. Si no había suficiente dinero disponible cuando alguien se lo requería, la gente hubiera comenzado a sospechar, ya que las libretas de depósito mostraban exactamente cuanto habían depositado.
Mas allá de esto, sobre los $900 en asientos contables que Fabian había prestado escribiendo cheques él mismo, podía demandar hasta $45 de interés, (45=5% de 900). Cuando el préstamo más los intereses eran devueltos ($945), los $900 se cancelaban en la columna de debitos y Fabian se guardaba los $45 de interés. Por lo tanto, él estaba mas que contento de pagar $3 de interés sobre los $100 depositados originalmente, los cuales nunca habían salido de la bóveda. Esto significaba, que por cada $100 que mantenía en depósito, era posible obtener un 42% de ganancia, mientras la mayoría de la gente pensaba que el sólo ganaba el 2%. Los otros orfebres estaban haciendo la misma cosa. Creaban dinero en el aire, sólo firmando un cheque, lo prestaban y encima le cargaban interés.

CREDITO

Es cierto, ellos no estaba haciendo billetes, el Gobierno imprimía los billetes y se los entregaba a los orfebres para distribuir. El único gasto de Fabian era el pequeño costo de impresión. Sin embargo, ellos estaban creado dinero de "crédito", que salía de la nada y le cargaban intereses encima. La mayoría de la gente creía que la provisión de dinero era una operación del Gobierno. También creían que Fabian estaba prestando el dinero que alguien mas había depositado, pero había algo extraño: ningún depósito decrecía cuando Fabian entregaba un préstamo. Si todos hubieran tratado de retirar sus depósitos al mismo tiempo, el fraude hubiera sido descubierto.

EMISION

No había problemas si alguien pedía un préstamo en monedas o billetes.
Fabian simplemente le explicaba al Gobierno que el incremento de la población y de la producción requería mas billetes, y los obtenía a cambio del pequeño costo de impresión.

ALGO ESTA MAL

Un día, un hombre que solía pensar mucho fue a ver a Fabían. "Esta carga del interés está mal", le dijo. "Por cada $100 que usted presta, está pidiendo $105 en devolución. Los $5 extra no pueden ser pagados nunca ya que no existen. Muchos granjeros producen comida, muchos industriales producen bienes, y así hacen todos los demás, pero sólo usted produce dinero."

PODER ADQUISITIVO

"Suponga que existimos sólo dos empresarios en todo el país, y que nosotros empleamos al resto de la población. Le pedimos prestado $100 cada uno, pagamos $90 en salarios y gastos y nos quedamos con $10 de ganancia (nuestro salario). Eso significa que el poder adquisitivo total, de toda la población, es $90 + $10 multiplicado por dos, esto es $200.
Pero, para pagarle a usted, nosotros debemos vender toda nuestra producción por $210. Si uno de nosotros tiene éxito y vende todo lo que produce por $105, el otro hombre sólo puede esperar obtener $95. Además, parte de los bienes no pueden ser vendidos, ya que no quedaría más dinero en manos de los consumidores para comprarlos.
Vendiendo por $95, el segundo empresario todavía le debería a usted $10 y sólo podrá pagarle pidiendo más prestado. Este sistema es imposible".

El hombre continuó, "Seguramente usted debería emitir $105, esto es 100 para mi y 5 para que gaste usted. De esta manera habría $105 en circulación, y la deuda puede ser pagada".

GURU FINANCIERO

Fabian escuchó en silencio y finalmente dijo, "La Economía Financiera es un tema muy profundo, amigo, toma años de estudio. Déjeme a mí preocuparme por estos asuntos, y usted preocúpese por los suyos. Usted debe volverse más eficiente, incremente su producción, baje sus gastos y conviértase en un mejor empresario. Siempre estaré dispuesto a ayudarlo en esos asuntos".
El hombre su fue sin estar convencido. Había algo mal con las operaciones de Fabian, y el sentía que su pregunta había sido contestada con evasivas.
Sin embargo, la mayoría de la gente respetaba la palabra de Fabian - "Él es el experto, los otros deben estar equivocados. Miren como se desarrolló el país, cómo se incrementó nuestra producción - mejor dejemos que él maneje estos temas".

HUELGA

Para pagar los intereses sobre los préstamos que habían pedido, los comerciantes tuvieron que elevar sus precios. Los asalariados se quejaron de que los sueldos eran muy bajos. Los empresarios se negaron a pagar mayores salarios, diciendo que quebrarían. Los granjeros no podían obtener precios justos por su producción. Las amas de casa se quejaban de que los alimentos estaban muy caros.

Y finalmente algunas personas se declararon "en huelga", algo de lo que nunca se había oído hablar antes. Otros habían sido golpeados por la pobreza, y sus amigos y parientes no tenían dinero para ayudarlos.
La mayoría había olvidado la riqueza real alrededor de ellos - las tierras fértiles, los grandes bosques, los minerales y el ganado. Sólo podían pensar en el dinero, que siempre parecía faltar. Pero nunca cuestionaron el sistema bancario. Ellos creían que el gobierno lo manejaba.

La situación económica empeoró. Los asalariados estaban seguros de que los patrones estaban teniendo mucha ganancia. Los patrones decían que los trabajadores eran muy vagos y no estaban haciendo honestamente su día de trabajo, y todos culpaban a todos los otros. Los Gobernantes no pudieron encontrar una respuesta, y además, el problema inmediato parecía ser combatir la creciente pobreza.

AYUDA SOCIAL

El Gobierno emprendió entonces esquemas de beneficencia e hicieron leyes forzando a la gente a contribuir en ellos. Esto hizo enojar a mucha gente, que creían en la vieja idea de ayudar al vecino voluntariamente.
"Estas leyes no son más que un robo legalizado. Sacarle algo a una persona, contra su voluntad, mas allá del propósito para el cual se usará, no es diferente de robar".

Pero cada hombre se sentía indefenso y temía ir a la cárcel si no pagaba. Estos esquemas de beneficencia dieron algún alivio en principio, pero al tiempo el problema de la pobreza se agravó nuevamente y más dinero era necesario para la beneficencia. El costo de los esquemas de beneficencia se elevó más y más y el tamaño del Gobierno creció.

La mayoría de los gobernantes eran hombres sinceros tratando de hacer lo mejor posible. A ellos no les gustaba pedir más dinero de su pueblo (aumentar impuestos) y finalmente, no tuvieron otra opción que pedir prestado a Fabian y sus amigos. No tenían idea de cómo iban a hacer para devolverlo. La situación empeoraba, los padres ya no podían pagar los maestros para sus hijos. No podían pagar doctores, y las empresas de transporte estaban quebrando.

SERVICIOS PUBLICOS

Uno por uno, el gobierno fue forzado a tomar estos servicios por su cuenta. Maestros, doctores y muchos otros se convirtieron en servidores públicos.
Muy pocos estaban satisfechos de su trabajo en el Estado. Recibían un salario razonable, pero perdieron su identidad. Se convirtieron en pequeños engranajes de una maquinaria gigantesca.
No había espacio para la iniciativa personal, muy poco reconocimiento para el esfuerzo, sus ingresos eran fijos, y sólo se ascendía cuando un superior se retiraba o moría.

IMPUESTOS

Desesperados, los gobernantes decidieron pedir el consejo de Fabian. Lo consideraban muy sabio y parecía saber cómo resolver asuntos de dinero.
Fabian los escuchó explicar todos sus problemas, y finalmente respondió, "Mucha gente no puede resolver sus problemas por sí mismos - ellos necesitan a alguien que lo haga por ellos. Seguramente ustedes estarán de acuerdo que la mayoría de la gente tiene el derecho a ser feliz y a ser provista con lo básico para vivir. Uno de nuestros grandes dichos es "Todos los hombres son iguales" - ¿No es cierto?"

"Bien, la única manera de balancear las cosas es tomar el exceso de riqueza de los ricos y darla a los pobres. Introduzcan un sistema de impuestos. Cuanto más un hombre tiene, más debe pagar. Recojan los impuestos de cada persona según su capacidad, y dén a cada uno según su necesidad. Las escuelas y los hospitales deben ser gratuitas para los que no puedan permitírselos".

DEUDA PUBLICA

Él les dio una larga charla sobre grandes ideales y acabó diciendo:
"Oh, a propósito, no se olviden que me deben dinero. Han estado pidiendo prestado por mucho tiempo. Lo menos que puedo hacer para ayudar, es, como una atención para ustedes, que sólo me paguen el interés. Dejaremos el capital como deuda, solo paguen el interés".
Salieron, y sin hacer mucho análisis sobre las filosofías de Fabian, introdujeron el impuesto graduado sobre la renta - cuanto más usted gana, más alta es su imposición fiscal. A nadie le gustó esto, pero, o pagaban los impuestos o iban a la cárcel.
Los nuevos impuestos forzaron a los comerciantes nuevamente a subir sus precios. Los asalariados exigieron salarios más altos lo que causó que muchas empresas cerraran, o que sustituyeran hombres por maquinaria. Esto causó desempleo adicional y forzó al gobierno a introducir más esquemas de beneficencia y más seguros de desempleo.

SUBSIDIOS

Se fijaron tarifas y se implementaron otros mecanismos de protección para resguardar algunas industrias y que se mantuvieran dando empleo. Algunas personas se preguntaban si el propósito de la producción era producir mercancías o simplemente proporcionar empleo.

CONTROLES

Mientras las cosas se ponían peores, intentaron el control del salario, el control de precios, y toda clase de controles. El gobierno intentó conseguir más dinero con un impuesto a las ventas, aportes patronales, aportes salariales y toda clase de impuestos. Alguien observó que en el camino desde la cosecha del trigo hasta la mesa de los hogares, había cerca de 50 impuestos sobre el pan.
Los "expertos" se presentaron y algunos eran elegidos para gobernar, pero después de cada reunión anual aparecían sin soluciones, a excepción de la noticia de que los impuestos debían ser "reestructurados", pero siempre, luego de las reestructuraciones la suma total de impuestos aumentaba.

Fabian comenzó a exigir sus pagos de interés, y una porción más grande y más grande del dinero de los impuestos era necesaria para pagarlo.

POLITICA

Entonces vino la política partidaria - la gente discutía sobre qué partido político podría solucionar lo mejor posible sus problemas.

Discutieron sobre las personalidades, idealismo, los slogans, todo excepto el problema real.

Los consejos deliberantes estaban en problemas. En una ciudad el interés de la deuda excedió la cantidad de impuestos que se recaudaron en un año. En todo el país el interés sin pagar siguió aumentando - se cargó interés sobre el interés sin pagar.

PODER REAL

Indirectamente Fabián tenía tal control sobre el gobierno que ellos estaban obligados a seguir sus instrucciones. Él solía jactarse: “Déjenme controlar el dinero de una nación y no me importa quién haga sus leyes”. No importaba mucho qué partido fuera elegido para gobernar, Fabián tenía el control del dinero, la sangre vital de la nación.

INSTITUCIONES DE CREDITO

Después de persuadir a algunos de los gobernadores, instalaron una institución que llamaron "Reserva Central del Dinero". Ni siquiera usaron su propio dinero para hacer esto; crearon crédito contra una parte de los depósitos de la gente. Esta institución parecía regular la fuente del dinero y ser una institución perteneciente al gobierno, pero extrañamente, no se le permitió a ningún gobernador o servidor público ingresar a la Junta Directiva.

El gobierno dejó de pedir directamente a Fabián, pero comenzó a utilizar un sistema de Bonos contra la Reserva Central de Dinero. La garantía ofrecida era el rédito estimado de los impuestos del año próximo. Esto estaba en línea con el plan de Fabián: alejar las sospechas de su persona y dirigir la atención hacia una aparente institución del gobierno. Detrás de la escena él todavía estaba en el control.

PODER GUBERNAMENTAL

El gobierno obtuvo el dinero, pero el interés fue cargado siempre en cada préstamo. Más y más se gastaba en esquemas de beneficencia y seguros de desempleo, y no pasó mucho tiempo antes de que el gobierno encontrara difícil incluso, pagar el interés; sin hablar del capital. Pero todavía había gente que se preguntaba: “El dinero es un sistema hecho por el hombre. Seguramente puede ser ajustado para ponerlo al servicio de la gente, y no que la gente esté al servicio del dinero”. Pero cada vez había menos personas que hacían esta pregunta y sus voces se perdieron en la loca búsqueda del dinero inexistente para pagar el interés.

Los gobiernos cambiaron, los partidos cambiaron, pero las políticas de base continuaban. Sin importar qué gobierno estaba en el “poder” , la meta final de Fabián se acercaba más y más cada año.

ILUSION DE TENER

Las políticas de la gente no significaban nada. La gente pagaba impuestos al límite; no podían pagar más. Maduraba el momento para el movimiento final de Fabián; 10% del dinero todavía estaba en forma de billetes y monedas. Esto tenía que ser suprimido de manera de no despertar sospechas. Mientras la gente utilizara dinero en efectivo, estaría libre de comprar y vender como quisieran; la gente tenía cierto control sobre sus propias vidas. Pero no era siempre seguro llevar billetes y monedas; los cheques no eran aceptados fuera del país. Por lo tanto se buscó un sistema más conveniente.

Fabián tenía de nuevo la respuesta. Su organización le dio a cada uno, una tarjeta plástica que mostraba el nombre de la persona, la fotografía y un número de identificación. En cualquier lugar donde esta tarjeta fuese presentada, el comerciante telefoneaba a la computadora central para controlar el crédito. Si tenía crédito, la persona podía comprar lo que desease; hasta cierta cantidad. Al principio, a la gente se le permitió gastar una cantidad pequeña de crédito, y si esto se pagaba dentro del mismo mes, no se pagaba ningún interés.

CONTROL DE LA INFORMACION

Gradualmente, mucha de la riqueza real del país fue comprada o controlada por Fabian y sus amigos y con ello vino el mayor control sobre la gente. Sin embargo, el control no era todavía completo. Sabían que la situación no sería segura hasta que cada persona fuera controlada.

La mayoría de la gente que se oponía al sistema era silenciada por presión financiera, o sufría el ridículo público. Para lograr esto, Fabian y sus amigos compraron la mayoría de los periódicos, T.V. y las estaciones de radio. Luego seleccionaron cuidadosamente a la gente para operarlas. Muchas de estas personas tenían un deseo sincero de mejorar el mundo, pero nunca se dieron cuenta cómo los utilizaban. Sus soluciones se ocuparon siempre de los efectos del problema, nunca de la causa.

Había varios periódicos - uno para el ala derecha, uno para el ala izquierda, uno para los trabajadores, uno para los patrones, etcétera.

No importaba mucho en cual usted creyera, siempre y cuando usted no pensara en el problema real.

Resumen del Texto: "Quiero toda la tierra más el 5 por ciento"
Por Larry Hannigan, Australia

OTRO CUENTO DE TERROR

OTRO CUENTO DE TERROR

A mí me gustan esos que se cogen el hipotecón, con un sueldecito un 30% mayor que la cuota mensual, y si les dices algo responden: "siempre puedo refinanciar". Le preguntas a cuántos años es la hipoteca, y resulta que es a 30, cuando no 40.

Vamos a tomar un ejemplo ficticio. Pongamos que Pepito Relámpago llega al mercado inmobiliario en el año 2006, se compra su zulito de Pladur por 200.000 € y lo financia a 30 años. Poniendo un 4% de interés, le sale una cuota de 954 €. Como le han hecho encargado recientemente, allí en la carpintería, llega ya a los 1.200 € mensuales. Sus padres le han hecho el aval, con su otro zulito, en este caso de los del yugo y las flechas. Sabe que al principio irá un poco agobiado, pero "es la única forma de meterse", "están todos así", la inflación irá rebajando la cuota, y sobre todo la revalorización lo hará rico. No va a "tirar el dinero" en un alquiler, de modo que echa la firmita y el banquero lo despide con una palmadita en la espalda.

Pasan las semanas, Pepito es feliz en su zulito, se pone unas litografías que compra en un mercadillo, algunos muebles de Ikea, su madre le ayuda a limpiarlo todo, su padre le suelta unos cuantos billetitos para comprar un lavavajillas.

En junio, un anciano extranjero, llamado Trichet, sube el Euribor. Pepito cree recordar que el banquero ya le habló de ese Euribor, aunque lo hizo de pasada. Decía no sé qué de que subiría muy poco. La cuestión es que al cabo de pocos meses, la cuota de su hipoteca sube a 1.013 €. Llama al banco y le explican que si su tipo es variable, que si el Euribor, que si la coyuntura, que si tranquilo que está todo controlado. Pepito decide apretarse un poquito más el cinturón, ya no desayuna en el bar, las lonchas de jamón las pide finitas, los zapatos los aguanta hasta que las suelas están combadas, el Ford Fiesta lo conduce a puntita de gas. Así y todo, su madre le ayuda a comprar ropa y le suelta algún billete para que salga con los amigos. Vale la pena sacrificarse, porque en esos momentos su piso ya debe valer más, mucho más.

Pepito, a veces, cuando vuelve de trabajar, algo cansado, mira el balcón de su zulito, allí en el quinto piso. Es un cuadradito precioso, tan bien delineado, junto a los otros. Ese es su lugar en el mundo. Ahí está la prueba de que sale adelante en la vida. Es, además, el único del bloque que no tiene un cartelito de "Se Vende", lo que prueba que la revalorización es un hecho y todos están recogiendo los beneficios. Él, en unos años, también espera hacer lo mismo, vender y mudarse a un gran adosado en un barrio nuevo. Tal vez cuando tenga novia y lo asciendan a supervisor. Nunca ha sido hombre de grandes ambiciones, pero la prosperidad de España y su último triunfo financiero lo están envalentonando.

Pero a Pepito no lo ascienden. Lo que hacen es despedirlo. Hay poca demanda, las obras se están parando, los malditos de Ikea atacan muy duro. Todos los jóvenes con nuevos pisitos quieren comprar barato, nadie compra muebles hechos en España. Pepito era el empleado más joven, es decir, el más barato de despedir. Así que coge su carta de despido y en pocos días se presenta en el INEM.

Hay algo de prisa, porque ha cobrado poco del despido y la letra del piso sigue entrando cada mes. En el INEM le dan ocho meses de paro con 800 € al mes.

Estamos ya en 2007. Pepito ve en su pequeño televisor un montón de obreros con pancartas por las calles. Se están quejando por el aumento del paro. El Presidente Zapatero hace llamadas a la tranquilidad, esto es una etapa coyuntural, el Estado no abandona nunca a nadie. En el INEM recomiendan a Pepito que vaya de pinche de cocina, aunque sólo le ofrecen 600 al mes, poco más que la mitad de la hipoteca.

Cuando se acaba el dinero del despido, los padres de Pepito le ayudan a pagar la letra. Lo importante es mantener el piso y esperar a que se revalorice. Pepito a veces sale a comprar periódicos o buscar cartelitos con ofertas de trabajo. Al volver mira su pisito, tan alto, orientado al aire calentito del sur. Como tiene tiempo de sobra, ha empezado a caminar más despacio. Eso le da tiempo de observar algunos detalles: los cartelitos de "Se Vende" siguen allí. No los han quitado.

Pepito habla con su padre y lo tranquiliza: lo importante es mantener el piso. Ahora mismo en España hay trabajo, y él es un chico trabajador. Su padre hará algunas llamadas a sus amigos para ver si hay algo.

A finales de 2007, Pepito vuelve a revisar su hipoteca: debe pagar ahora 1.104 € cada mes. El BCE ha dejado los tipos ya en el 4%, más el 1,25% que le cobra la caja de ahorros, total 5,25%. Esto no hay quien lo entienda. Su patrimonio sube, pero la cuota que paga también. La inflación no erosiona la cuota, como le dijo su amigo en el banco. Tal vez porque la inflación ayuda muy poco a quien no tiene empleo. Lo que sí que inflaciona es la gasolina, la comida, la luz y el agua.

Los padres de Pepito se van quedando sin ahorros. Las cosas han subido mucho más que sus salarios. En la calle muchos hablan ya mal del Gobierno. Al fin, el ministro Caldera publicó una mala noticia: era un numerito que casi no se veía, en un rincón de la pantalla del televisor: 13%. El paro está en el 13% y muchos pepitos buscan trabajo a cualquier precio. Muchos de ellos son inmigrantes, y otros son españoles que van agotando sus meses de paro.

Pero muy pronto a Pepito se le acabará el paro. Sus padres no podrán afrontar su deuda. Tiene una pequeña reunión con ellos: no hay que ponerse nervioso, lo importante es mantener el piso, si lo vende ahora, luego valdrán más y ya no podrá comprar nada. Ha llegado el momento de la refinanciación.

Pepito visita a su amigo el banquero. Le choca la mano y le explica que tiene problemas. Las bromas y las risas desaparecen. Una mirada de desprecio se le escapa al buen hombre engominado. Se ponen a hacer numeritos: Pepito podría alargar el préstamo a 35 años y sólo pagaría 1.041 € al mes. Pero eso es muy poca diferencia. Como Pepito es joven, entonces se puede alargar el préstamo mucho más, a 50 años: 950 € al mes.

¿Cómo puede ser que la cuota baje tan poco? El banquero le explica amablemente, con su bolígrafo, que los intereses ascienden a 875 euros al mes, más el capital que vaya a amortizar según el número de años del préstamo. Pepito no sabe lo que es "amortizar". Pregunta qué es lo mínimo a pagar. El banquero le responde que los 875 € al mes, en un plazo de "carencia". En ese tiempo, no amortizaría capital, pero al menos saldría del apuro.

Pero Pepito no sale del apuro. 875 euros son muchos euros. Él imaginaba que doblando el plazo para pagar, la cuota bajaría a la mitad. El banquero le explica amablemente que eso no es así, porque la parte contratante de la primera parte es igual a la parte contratante de la primera parte. Pepito asiente y sale del banco. Llama a sus padres y luego va a cenar con ellos. El banquero también hace una llamada a su superior: hay un posible moroso.

En la cena, Pepito y sus padres tienen un amargo debate. Podrían alquilar el piso, mientras Pepito vuelve a vivir con ellos. Sería una solución transitoria hasta que encontrase trabajo y, como prometió el banquero, el dichoso Euribor bajase. Pero el alquiler no llegaría a los 500 €. A la gente no le gusta "tirar el dinero" en un alquiler y paga poco. Además, si no se encuentra inquilino enseguida, van a tener problemas para pagar. Pepito no puede pagar 375 euros al mes por la hipoteca, mientras vive con sus padres y tiene un inquilino disfrutando de su zulito. Eso no es viable. Se habla de vender su Ford Fiesta, que ya no utiliza porque no puede pagar la gasolina. Pero el viejo Ford Fiesta apenas vale 600 €. Es casi chatarra. Todo el mundo compra ya como mínimo compactos seminuevos km. 0.

Pepito mira el telediario con sus padres: parece mentira, con lo bien que va España, lo que le cuesta a él encontrar trabajo. Debe de ser que no sabe buscar. Tiene que moverse más, patear las calles. Algo hay que hacer.

Su padre, por su parte, comienza a recordar viejos tiempos: recuerda las escaseces de la posguerra, la crisis del felipismo, recuerda aquel 23% de paro de no hace muchos años. La realidad comienza a estrecharse como un embudo. Poco a poco, van quedando menos opciones. El banco embargará el piso si no pagan, y entonces lo perderán todo, toda la revalorización.

Es el momento, entonces, de vender el zulito y disfrutar de la revalorización. Mientras tanto, volverá a vivir con ellos. Pepito en principio se niega, opina que si vende luego no podrá volver a comprar, los pisos subirán siempre. Su padre le responde que él ha vivido muchas cosas ya. Pepito no quiere creerle. Su padre insiste en que tal vez ZP hará algo por ellos, una VPO. Al fin y al cabo, si Franco lo hizo, un líder socialista de buen talante como ZP no podría hacer menos. Pepito comienza a aceptar que tal vez, en un futuro muy lejano, cuando la actual prosperidad de España sea historia, los precios podrían tener un "aterrizaje suave" y él comprar otra vez. Lo importante es que desde casa de sus padres podrá buscar trabajo tranquilamente. Y ese dinero lo guardará en algún sitio seguro.

Después de pasar una mala noche, con algunos remordimientos, Pepito pone el cartel de "Se Vende". Hace unos días que el ojo izquierdo le parpadea involuntariamente. También nota un cierto ahogo cuando suena el teléfono. Está esperando contratos, pero sólo lo llaman del banco para preguntarle qué decisión ha tomado acerca de su refinanciación. De momento, seguirá pagando a 30 años, no hay mucho que refinanciar.

Cuando acaba de colgar el cartel, sale a la calle a mirar si se ve bien desde la acera. Ha elegido un modelo diferente al de sus vecinos, para hacerlo destacar. El suyo tiene un diseño innovador, de una empresa catalana, que se está forrando. Los cartelitos de los pisos de al lado, en cambio, están amarillos y quemados por el sol. Está claro que su piso se venderá el primero.

Como lo compró por 200.000, le parece lógico pedir 250.000, teniendo en cuenta que hace ya un año y medio que se ha estado revalorizando.

Pasan las semanas, luego los meses, y los compradores no aparecen. Lo que sí que le aparecen a Pepito son más arrugas en la frente. A veces se mira en el espejo del cuarto de baño y nota que sus cabellos son más finos y escasos. El nudo en la garganta que sentía al responder al teléfono, ahora lo siente cada vez que pisa la calle. Hay algo que no marcha bien.

El del banco llama repetidas veces. Se acumulan ya dos impagos y la situación no es nada buena. Le avisa de que puede ejecutar la hipoteca. Pepito responde que es cuestión de tiempo, que la revalorización lo pagará todo e incluso le dará beneficios. El del banco guarda silencio. Tiene algunas cifras que a Pepito no le gustarían pero decide callar de momento.

Pepito toma una decisión importante: rebajará 20.000 € el precio. Cambia el cartel, cambia los anuncios en los periódicos. Contrata a una inmobiliaria.

La inmobiliaria le asegura que no puede vender su zulito por encima de 210.000 €. Pepito se enfada y les cuelga. Han pasado tres meses y no ha recibido ninguna oferta. En la televisión se ve a ZP prometiendo más y más viviendas a los jóvenes. Es la campaña electoral de 2008. España tiene un magnífico futuro, avalado por las cifras de prosperidad y empleo.

Pepito no entiende nada. Sólo ha recibido dos ofertas de empleo por 600 € al mes. En su antigua carpintería, han despedido a dos empleados más.

Pepito decide llamar a otra inmobiliaria y vender el piso por 210.000 €. Los nervios no le dejan ya dormir. Su jugada del piso tal vez no fue muy acertada. El de la inmobiliaria le explica que las cosas andan mal y que se prepare para más rebajas. Eso era lo último que quería oir, pero esta vez no se enfada.

En dos meses más, el banco está preparado para ejecutar la hipoteca. Llaman para informarle, con muy malos modos. El banquero ya no es tan amigo, de hecho ni le coge el teléfono. En su lugar le han puesto a una especie de cobrador del frac con una voz como de sepulturero.

Pepito llama todos los días a la inmobiliaria. No hay ninguna oferta. Decide al fin aceptar el trabajo de 600 €. El único problema es que deberá desplazarse al otro lado de la ciudad cada mañana en autobús y comer fuera. Su madre se ofrece a hacerle bocadillos.

Pronto se traslada al piso de sus padres y avisa a la inmobiliaria de que el piso ya no está en venta: está en subasta. El banco lo liquidará y con eso se cancelará la hipoteca. En el fondo, Pepito está aliviado, será bueno quitarse el muerto de encima. Su aventura inmobiliaria es una lección que no olvidará.

En pocos días lo llaman del banco: su piso se ha vendido por 80.000 €. La burbuja está pinchada, los precios caen, están ejecutando muchas hipotecas, no se ha podido sacar más dinero. El banquero es por primera vez sincero con Pepito. El problema es que le ha faltado por decir una cosa: las cajas están también amenazadas de quiebra por los impagos.

Pepito pregunta qué va a pasar ahora. El banquero responde que ahora no pasa nada, que su cuota a 30 años se reduce a tan sólo 662 €, que pagará más cómodamente. Aunque, si no paga, le embargarán su nómina, tal y como constaba en la letra pequeña del contrato que firmó al hacerse con la hipoteca. La madre de Pepito, entonces, pasa varios días llorando. La mujer está como envejecida, con la piel muy arrugada. Cuando Pepito va al lavabo, se encuentra un montón de pelos suyos. Hace semanas que toma pastillas para dormir, pero aún así los complejos de culpa no lo dejan en paz. Está condenado a pasar 30 años pagando 600 € al mes por absolutamente NADA. No habrá revalorización, no podrá irse de alquiler, no habrá ascenso en el trabajo, no habrá una novia, tan sólo una piedra pesada atada al cuello, con la que tendrá que vagar hasta los 60 años, a las puertas de la jubilación.

Entonces, pone la televisión: después de ZP prometiendo VPO aparece una breve noticia:

"Trichet vuelve a subir los tipos"

Alberto Noguera
25 Mayo 2006
www.albertonoguera.com

-Si os interesa el tema y teneís un rato, no dejeís de leeros los comentarios a este post en la Web original: AQUÍ.

CUENTOS DE TERROR

CUENTOS DE TERROR

La historia de Pepita Nuncabaja


Resulta que Pepita es profesora de Economía en secundaria y tenía un novio también profesor, de latín. Los dos vivían felices y contentos, en sus respectivos pisos compartidos alquilados en Barcelona. Pero ella quería su pisito, sus amigas no paraban de llamarla contándole sus maravillosas revalorizaciones, los cochazos que sus maridos habían metido a la hipoteca (y desgravado como "vivienda habitual"). Había una que se había metido la silicona de las tetas también como "vivienda habitual". Y claro, Pepita no podía más. El profesor de latín, con aquella tripa, aquellos dedos gordezuelos, aquel cabezón ralo, no era el hombre de sus sueños, pero era lo que había.

En unos pocos meses de terapia intensiva, consiguió convencer al latinista de que alquilando estaban tirando el dinero. Había que dar el paso. Aquel buen hombre, formado como estaba en declinaciones, miembro de un club de Esperanto, confió en el ojo económico de Pepita.

Entonces, como había algo de prisa porque los precios subían sin parar, decidieron visitar una inmobiliaria y preguntar sobre su capacidad de compra. La agente, argentina que vivía de alquiler, vio aquellas dos nominitas, tan seguras, tan estatales. Entonces, les hizo un plan de inversión: financiación al 110% de la tasación, para pagar los gastos de notario y demás. El tipo de interés: Euribor + 0,95. Seguro de vida para su novio. 6% de comisión para la agencia. Total, 280.000 euros a 30 años por un zulito de una habitación en el barrio de Sants, en uno de los nuevos bloques postolímpicos. La oportunidad de sus vidas.

A su amigo le entraron sudores fríos. Dijo que en la antigua Roma hubo una época de excepcional bonanza gracias a la construcción de acueductos a cargo de mano de obra esclava importada de Cartago, pero que tras las revueltas espartaquistas la inflación se disparó y los inmuebles se desplomaron.

La agente se quedó como de piedra. Pepita casi le soltó una bofetada allí mismo. "La vivienda nunca baja".

A partir de ahí, fueron a ver el piso y firmaron a toda prisa. La hipoteca no resultó ningún problema: 1.180 euros al mes. Como la tasación había sido generosa, pudieron incluso comprarse un ordenador nuevo para él y una operación de tetas para ella.

Pasaron los meses y sobrellevaron la convivencia como pudieron. El latinista no quería casarse, por no "recortar su libertad". Ella pensaba que tal vez tuviese que darle recambio algún día, cuando la revalorización los hubiese hecho ricos y pudiese marcharse con algún ingeniero deportista a un dúplex. De momento, recogía cada mañana los pelos que aquel hombre iba soltando en la bañera, el lavabo y hasta el bidé.

También notaba que, sin estar resfriado, la papelera al lado del ordenador se le llenaba siempre de kleenex.

En 2004, a ella la trasladaron a Palau de Plegamans. Todavía estaba de interina y no podía negarse al traslado. Tuvo que empezar a levantarse todos los días a las 5 de la mañana para coger el metro a las seis y luego el tren a las seis y media. Llegaba media hora antes al instituto, pero no había otra combinación.

Pepita había avistado ya un par de pimpollitos como a ella le gustaban: jóvenes, atléticos, inteligentes y con empuje. El problema es que eran sus alumnos. Los profesores parecían almas en pena, de aula en aula, con sus carterones de cuero, como si llevaran las hipotecas dentro.

Había, en todo caso, uno que no estaba mal: profesor de matemáticas, todavía sin alopecia, alguna que otra pata de gallo, no muy gordo y simpático. Intentó un par de conversaciones, con la seguridad que le daban sus nuevos pechos voluminosos, hasta que él mencionó a "su novia".

En todo caso, el 2005 no fue un mal año para Pepita. La revalorización iba viento en popa. También comenzó a subir el Euribor. Ella había calculado leves subidas, unas decimitas. Eso decía la previsión del diario Expansión, que a veces hojeaba. Estaba todo bajo control. La cuota mensual se fue a los 1.200 €, pero en casa entraban casi 4.000.

A principios de 2006 el latinista quiso tener una conversación solemne: que si él y ella, que si los sentimientos, que si no se pueden negar, que si el futuro, que si la vida es así o asá. El caso es que había conocido a una esperantista rumana que se trasladaba a España en poco tiempo. Se iba a vivir con ella.

Pepita entonces comprendió los kleenex de la papelera. También comprendió que tenía un problema. Si ponían el piso a la venta, tal vez podrían obtener unos 350.000 €, pero a ella le corresponderían sólo 175.000. ¿Qué podría comprarse en Barcelona por esa miseria? No iría a vivir a Palau de Plegamans. Tampoco iba a meter el dinero en cualquier ING y tirarlo poco a poco en un alquiler.

Pepita, entonces, ideó un maquiavélico plan. Tuvo una conversación con el latinista: el problema que le había creado era muy gordo y ella se merecía una reparación. Además, los indicadores macroeconómicos eran negros, muy negros (utilizó algunos argumentos de unos foritos de locos llamados Burbuja.info, Lainmobiliaria.org e Idealista.com).

El latinista se amedrentó. ¿Cómo podía ser que todo marchase tan bien, que su piso se estuviese revalorizando tanto y que de repente todo estuviese tan negro? Pepita le dijo que así era la economía, que iba por ciclos.

Entonces, le ofreció quedarse ella con la hipoteca, sin darle un duro a él. Así podría marcharse tranquilo con la rumana. El hombre aceptó, aunque a regañadientes. La rumana no tenía trabajo, tendrían que tirar el dinero en un alquiler.

Pepita, con eso y con la nueva subidita de Trichet, se quedó con una letra de 1.300 € para sus 1.900 netos mensuales. Pero, alentada por la revalorización, decidió ampliar la cosa un poquito más y comprarse un Volskwagen Golf para ir a Palau de Plegamans en menos tiempo. La letra se le quedó en 1.479 €. Todavía le quedaban 400 para comida, gasolina, ropa y gastos varios.

Pero a finales de 2006, después de dos subiditas más de los tipos, la letra se quedó en 1.664 € y entró en números rojos. Pepita pidió ayuda a sus padres, que comenzaron a sacarse 300 € al mes de sus sueldecitos para que ella pudiese comer.

La situación había cambiado demasiado rápido para Pepita. Estaba allí en su zulo, como feliz propietaria, sola, remendando las medias, cosiendo sus bragas viejas, hirviendo arroz para cenar. A veces le parecía mentira que fuese tan rica y en cambio tuviese que ahorrar tanto. Comenzó a oir campanas de aumento mayor de tipos. Aquello no entraba en sus planes. Ella había creído a las fuentes más solventes de España: Expansión, Cinco Días, La Gaceta de los Negocios.

Poco a poco, le fueron entrando los nervios. Cada vez que veía una raya en su Golf (que aparcaba en la calle) le parecía una cicatriz irreparable. No tenía dinero para pintar otra vez los parachoques. Conducía muy despacio, para ahorrar gas oil, pero aún así el gas oil no dejaba de subir. Cuando llegó un mes la letra del seguro y tuvo que ir a su casa a pedir más dinero se dio cuenta de que no podía mantener el coche. Sus padres eran un camarero y una limpiadora de oficinas. Habían pagado ya su pisito, pero después de la entrada del euro ya casi no podían ahorrar nada. Estaban esperando empezar a cobrar sus pensiones al 100% para ahorrar en suelas de zapatos.

Entrando 2007, Pepita vendió su Golf a la mitad de precio. Tenía un abollón y unas cuantas rayas. Habían sacado ya el modelo nuevo. La demanda de segunda mano era "aún" baja. No entendió bien ese "aún" del mecánico.

Cuando los tipos se pusieron al 4,6%, más su 0,9%, la letra subió a 1.760 €. Entonces, ya no quedaba margen para nada. La ansiedad comenzaba a afectarle en su trabajo. Se enfaba con los niños, la cara estaba más amarilla de lo normal, a veces le temblaban las manos. Notaba también en su casa que había muchos pelos en la almohada. Aquel piso estaba resultando una carga muy pesada, y todo por los malditos tipos, que nunca imaginó que pudiesen subir tanto.

En un par de semanas más, mientras los periódicos ya aireaban la "crisis", Rajoy pinchaba a ZP por la televisión, el nuevo ministro de vivienda prometía VPO y Solbes anunciaba un "aterrizaje suave", Pepita aterrizó en la dura realidad: se miró al espejo y vio un rostro acartonado, con arrugas, los dientes amarillos que no tenía dinero para blanquear, las cejas más caídas, las ojeras permanentes, la frente grasienta. Sudaba últimamente más de lo normal. Sabía que era víctima del estrés, pero no podía permitirse ni las pastillas de valeriana. Apenas tenía para comida y nada más. Su padre la visitaba a veces y le ofrecía volver con ellos y vender el piso. Ella hasta ese momento se había negado, si vendía se quedaría fuera, perdería el tren justo ahora que estaba ya en marcha. Lo más difícil ya había pasado, la inflación debía ir desgastando aquella cuota. ZP había prometido subir el sueldo a los funcionarios.

Pero en la precampaña del otoño de 2007 Solbes dijo, con voz cavernosa, que "tal vez entraríamos en un escenario de moderación salarial para funcionarios públicos". Pepita entonces se echó a llorar. Sabía muy bien lo que aquello significaba: su sueldo se congelaría, tal y como pasó ya con Aznar, mientras que la comida, la ropa, el transporte, los bolígrafos y la luz seguirían subiendo a un 6% anual, en términos reales. Los tipos de interés, ahora lo veía claro, sólo podían subir. Los tipos debían estar por encima de la inflación. Hasta uno de sus alumnos podía saber eso. Todo había sido un sueño, una locura colectiva, como un niño que ve una película de Bruce Lee y cree que podría apalizar a cualquiera. Su piso de una habitación era una celda carcelaria, con su dinero pasado, presente y futuro allí atrapado. Muy pronto entraría en números rojos, llegaría la letra y no la podría pagar. Muy pronto le llamarían del banco, la "asesorarían", la amenazarían sutilmente, le propondrían refinanciaciones a "sólo interés", y al final le subastarían el piso.

Debía ponerlo en venta cuanto antes. Algo le decía que no iba a ser fácil. Los comentarios de aquellos aguafiestas de internet le parecían ahora verdaderos. Se sentía encerrada en una alcantarilla, burlada por su propia codicia.

En pocos días, se sintió incapaz de ir a trabajar. Fue al médico y le dio una baja de un mes. Entonces se pasaba los días en el sofá, con la manta sobre sus tetas de goma, esperando llamadas de las agencias. Le ofrecían rebajas hasta los 250.000 €. Eso le dejaría aún una deuda de 30.000. Insistió en que se vendiese como mínimo por 270.000. Las inmobiliarias decían que imposible.

A todo eso, el del banco iba llamando. Entre economistas se entendían mejor: o pagas o subastamos. Pepita sabía que la subasta sería una estafa, que como mucho sacarían 120.000 y el resto lo tendría que poner ella de su sueldo. Entonces, llamó a las inmobiliarias y aceptó la rebaja hasta 250.000. Al menos podría salvar los muebles. En aquel momento, un pisito compartido con otras profes, unos ahorritos en el banco, unas sesiones de peluquería, un blanqueo dental, un viajecito a Marina d’Or para relajarse, le parecían el paraíso. Todo eso podía conseguirlo si se quitaba el muerto de encima.

Pasaron unas cuantas semanas más. Apenas durmió. No desconectaba el móvil por las noches. El tiempo se acababa. Sus padres habían reunido dinero para pagar una letra más, pero sólo una. Después, la suerte estaría echada. Pepita pagó esa letra y consiguió postergar otro mes el embargo. Pero el comprador no aparecía. Los días pasaban y cada noche era una derrota. Su cara estaba amarillenta, su pelo había perdido brillo, sus ojos eran los de un cordero degollado. Las ojeras eran ya de un morado oscuro. Su madre iba a verla todos los días y le traía infusiones de valeriana. Su padre intentaba consolarla: "en peores plazas he toreado yo". Pero el hombre estaba acojonado.

Entonces, en uno de esos días en los que la depresión se acercaba imperceptiblemente, suena el teléfono. Es la chica de la inmobiliaria. Dice que tiene un comprador por 180.000. Es un funcionario que puede conseguir la hipoteca casi inmediatamente. Pepita argumenta que es muy poco dinero, que su piso vale mucho más. La chica de la agencia le aconseja vender para evitar el embargo, que está a la vuelta de la esquina. No hay tiempo ya. Pepita al final accede. Tendrá aún que devolver 100.000 €, pero podrá por lo menos comer y vivir como una persona normal.

Se hace toda la operación en un tiempo récord. El del banco aplaza amablemente todo el proceso. La de la agencia lo prepara todo para ir al notario.

Pepita va allí a firmar y se encuentra con su ex novio el latinista. Está allí también la rumana, que es muy jovencita. El cabroncete ha perdido peso, está moreno, lleva una camisa de Pierre Cardin. La rumana tiene los ojitos brillantes, ávidos de pisito.

Alberto Noguera 31-5-2006
www.albertonoguera.com