VOYAGER (Final)
Saboreo un caramelo de regaliz.
Observo por el retrovisor como la carretera huye veloz entre aspas gigantes, girando como molinillos amenazantes, mercenarios de un ejército devorador de bocanadas de aire.
Un viaje no tiene sentido sin un final. Los finales dan sentido a las cosas. Nos ofrecen la oportunidad de volver a comenzar de cero. Aunque tampoco es cierto, nunca comenzamos de cero. Una explosión coloca las cosas en su desconcierto, pero los cristales no vuelven nunca más a juntarse. Comenzamos cada vez desde una posición distinta, en una cadencia siempre transformada.
El sol se resiste a marchar, arqueando su agonía en ángulos imposibles. Avanzamos en silencio...
Hemos viajado hasta ahora sin rumbo fijo, como la vida en si misma, abiertos a sorpresas y a nuevas incursiones al alma. Para entender mejor lo que somos, lo que fuimos, lo que nos depara. No buscamos con preguntas, únicamente disfrutamos de las respuestas que nos regalaron los kilómetros atropellados por nuestra Voyager.
El retrovisor me dedica una imagen de serenidad arrebatadora, de océano temporal, kilómetros de tsunami sin isla ni tierra a la vista.
Me quedo con muchas cosas, nuestras conversaciones, los nuevos lugares y gentes, las carcajadas, los paseos, los silencios, todo como fichas de un mismo puzzle.
Regresamos en silencio, sabedores de estar disfrutando de la última curva, la última gran bajada de esta montaña rusa.
Ha anochecido. Aparcamos, nos miramos con una sonrisa y escuchamos desde nuestros asientos como se apaga el motor.
Observo por el retrovisor como la carretera huye veloz entre aspas gigantes, girando como molinillos amenazantes, mercenarios de un ejército devorador de bocanadas de aire.
Un viaje no tiene sentido sin un final. Los finales dan sentido a las cosas. Nos ofrecen la oportunidad de volver a comenzar de cero. Aunque tampoco es cierto, nunca comenzamos de cero. Una explosión coloca las cosas en su desconcierto, pero los cristales no vuelven nunca más a juntarse. Comenzamos cada vez desde una posición distinta, en una cadencia siempre transformada.
El sol se resiste a marchar, arqueando su agonía en ángulos imposibles. Avanzamos en silencio...
Hemos viajado hasta ahora sin rumbo fijo, como la vida en si misma, abiertos a sorpresas y a nuevas incursiones al alma. Para entender mejor lo que somos, lo que fuimos, lo que nos depara. No buscamos con preguntas, únicamente disfrutamos de las respuestas que nos regalaron los kilómetros atropellados por nuestra Voyager.
El retrovisor me dedica una imagen de serenidad arrebatadora, de océano temporal, kilómetros de tsunami sin isla ni tierra a la vista.
Me quedo con muchas cosas, nuestras conversaciones, los nuevos lugares y gentes, las carcajadas, los paseos, los silencios, todo como fichas de un mismo puzzle.
Regresamos en silencio, sabedores de estar disfrutando de la última curva, la última gran bajada de esta montaña rusa.
Ha anochecido. Aparcamos, nos miramos con una sonrisa y escuchamos desde nuestros asientos como se apaga el motor.
12 comentarios
ladesordenada -
Un abrazo.
IVAN -
Es muy bonito saber que se esconden conmigo por aquí. Dandole aún más sentido si cabe a este juego.
Un abrazo a todos.
ÍO -
Ojalá pudiera yo describir los viajes tan bien como usted...
En diciembre pasado fuimos de Zacatecas a Playa del Carmen, Quintana Roo (quizá unos 2000 kilómetros), parando por todos lados...excelente. Pero no hay fotos ni hay escritos.
Saludos Iván
pepet -
bubi -
Anónimo -
bai -
Mar -
Locura
monocamy -
;)
monocamy -
Pekisch -
gracias por leerme..
te dejo la dire del fotolog, q últimamente estoy más visible que leible (www.fotolog.net/pekisch)
un beso! :)
eli -