NO MIRAR HACIA ABAJO
Llegué a Munich con un curso de operador de cámara recién terminado y un puñado de cortos en video realizados con mucha más maña que capital. Y recuerdo que me gastaba por entonces casi todo lo poco que me pagaban en el Pizza Hut en alquilarme tres películas al día.
Cuando no entiendes el idioma te concentras mucho más en los gestos, en el lenguaje corporal. Uno trata de recibir información por otros caminos menos convencionales. Carreteras comárcales, atajos, senderos, todo vale. La forma de mover la cámara, el ritmo de la edición también nos revela una trama. Aprender alemán y lenguaje cinematográfico al mismo tiempo.
Para ser un buen director hay que ser un buen espectador. Para conocer la salud de tus posibles espectadores has de conocerlos, saber que comen. Así que simplemente le dije sí al cine alemán, a las teleseries, a los anuncios, a los talk shows, a las noticias, a sus famosos. Le dije si al Mc Donalds por 11 marcos a la hora, al Wienerwald por 13 marcos a la hora y hasta aquella tiendita de productos españoles de aquella peruana tan desastrosa que prácticamente no conseguía vender nada (Y a la que no le salía rentable pagarme ni por horas).
Supongo que el tribunal de selección en aquella entrevista en la escuela de Cine y Televisión de Munich valoraron, entre otras cosas, el que les hablara de Doris Dörrie y de su Bin ich schön, de Roland Emmerich, de "Godzilla" y de su proyecto final de escuela Das Arche Noah Prinzip. Había puesto a parir a una de mis futuras profesoras y a su alumno estrella, pero les parecía increíble que llevando en el país tan solo un año, ya me permitiera bromear tranquilamente sobre Verona Feldbusch, la Bully Parade o Stefan Raab.
Mi primer trabajo de escuela El Sueño del Caracol,(VER "EL SUEÑO DEL CARACOL") una historia de amor con tintes dramáticos de quince minutos, me sorprendió con una preselección a los oscar, una nominación al equivalente a los Goya en Alemania y tres docenas de premios internacionales, que hicieron de este corto, uno de los trabajos de primer curso más exitosos en toda la historia de la escuela.
Para la realización de este proyecto, la escuela nos obligaba a respetar previamente unas normas que nos exigían el blanco y negro, la duración y la supremacía de lo visual ante el dialogo.
Las intenciones personales son siempre más poderosas que todo lo demás, y en esta ocasión en concreto, se trataba de realizar algo formalmente clásico. Tirar de la experiencia en video, poner a prueba los conocimientos aprendidos, el dominio de las normas y las reglas cinematográficas. Demostrar y exaltar el formato cine y la presunta profesionalidad con la que, al fin y por primera vez, conseguía trabajar.
El Laberinto de Simone es mi segundo trabajo de escuela y se trata de un proyecto muy distinto al anterior. Quizás por que las intenciones también son distintas.
En este caso, lo que sobretodo me importaba era catapultar al espectador a un estado de confusión, temor y angustia similar al de los protagonistas de la forma más radical y pura posible. Todas las decisiones las tome valorando por encima de todo esta intención fundamental.
El cambio del género romántico al de suspense es, indudablemente, el responsable directo de prácticamente el resto de las diferencias entre ambos proyectos, puesto que las exigencias y las características de uno y otro, cambian casi por completo.
Los fundidos en negro y los momentos de oscuridad tienen un papel muy importante en esta historia y ya figuraban de forma rigurosa en el guión. Y es que los sueños siempre surgen y se mueven en un mar de oscuridad. Todo empieza por cerrar los ojos y comenzar a dormir. Así de esta forma, desde la oscuridad, se presenta la figura del padre que como el resto de los adultos, a excepción de la madre, circulan por esta historia sin que se les vea el rostro. Esta fue sin duda otra de esas decisiones que marcan, como anteriormente explico, este estilo algo anárquico y violento en la narrativa. En esta ocasión en concreto se trata de exaltar esa relación casi simbiótica entre Simone y su madre.
La provocación, la predisposición a la experimentación, la insinuación, los distintos looks y la estudiada ambientación son también otros valores fundamentales en El Laberinto de Simone.
Cuanto más grande es el proyecto más fe e ilusión hay que tener para poderla invertir y repartirla entre equipos técnicos de hasta setenta personas, que se embarcan a tu barco sin sueldo alguno y cada uno con muy distintas expectativas.
Al delegar de forma irremediable el trabajo en todas estas personas, únicamente en la figura del director esta la responsabilidad de no permitir que la historia se corrompa en un híbrido de intenciones dispares y resultados inesperados.
Después del inesperado éxito de El Sueño del Caracol, opté por cambiar de genero, cambiar a la gente de producción, cambiar de asistente de dirección, e incluso de operador de cámara, para descubrir de esta forma, únicamente conmigo como denominador en común, donde esta mi propio estilo, mi sitio en la historia. Donde esta mi trabajo como director.
El Laberinto de Simone ha cosechado hasta el momento más de dos docenas de premios internacionales y es considerado por algunos medios, como el mejor cortometraje del año. Sin embargo, detrás de este cortometraje, para muchos, de aspecto caro y técnicamente apabullante, se esconde el esfuerzo honesto y encomiable de un equipo por trabajar desde la ilusión y la profesionalidad, en lo que no deja de ser un trabajo de segundo año de escuela.
Y es que, aunque la llegada de un nuevo reto, con el listón ya muy alto, nos obligue siempre a no mirar hacia abajo, esto no significa que se nos este impidiendo mirar hacia los lados.
Iván Sáinz-Pardo
Revista de cine PLANO CORTO nº 16 Otoño 2003
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ledis martinez ruiz -
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