LORIGA VERSUS KUBRICK (Crónica desde un diván volador)
Para volar a Madrid, lo hice acompañado de un numerosísimo grupo de la ONCE. Tan numeroso, que creo que solo el piloto, el resto de las azafatas y unos pocos más éramos capaces de ver las indicaciones y aspavientos inútiles de aquella otra azafata con cara permanente de aburrimiento supino.
Y así, comenzamos el viaje con comentarios como:
-Renato, estoy emocionada. Me encanta volar, saber que estamos tan altos, atravesando las nubes, surcando el cielo, es maravilloso, y ¿ves? Casi ni se nota.
-Carmencita, es que aún no hemos despegado.
-Ah.
Y yo, entonces, cojo los cascos, el mp3, y a dormir.
A la vuelta a Barcelona, me sentaron esta vez junto a una docena de modelos. Un grupo mixto de chicos y chicas, todos hermosísimos, delgados, altísimos y muy fashion. A mi lado, uno de ellos, un chico rubito, plenamente ensimismado con un libro de Zen, únicamente se separa de la lectura para echarse cremita para las manos. Ya sabéis que la presión de los aviones reseca el cutis.
Y yo cojo los cascos con mis manos bien resecas, el mp3 y a dormir.
Sueño que vuelo tumbado en un diván de psiquiatra, con psiquiatra incluido. El diván va sujeto a un globo aerostático. El psiquiatra va tranquilamente sentado a mis pies y me mira como esperando a que le cuente mi vida.
Yo no entiendo nada, pero puedo notar que el globo va perdiendo altura. Pesamos demasiado. Aunque hasta ahora no lo parecía, en realidad caemos a gran velocidad. Al final me animo y me dirijo a el:
-Disculpe, pero creo que tenemos un problema.
-Aceptar los problemas es el primer paso. Cierto, tienes que soltar lastre. Dice él, mientras anota algo en una ridícula libretita. Entonces continúa:
-Uno es lo que es, más lo que uno mismo cree ser, sumado a lo que los demás ven en nosotros y a lo que quisiéramos llegar a ser. Todo esto pesa mucho, demasiado, pero uno no puede deshacerse de aquello que aún no ha tenido.
El hombre guarda su libretita en el bolsillo de la camisa, hace un gesto de despedida y se deja caer hacia atrás. Este desaparece inmediatamente. Me asomo y lo veo caer como un saco de patatas para estrellarse, diminuto, contra un suelo de aspecto cuadriculado. El globo, ya más ligero, comienza a subir. Me tumbo de nuevo, cierro los ojos y el sol acaricia mis mejillas.
Una vez en casa, Lucy y yo cenamos un poquito mientras dejamos bailar los botones del mando. En la 2, Ray Loriga entrevista a Agustín Díaz Yanes. Son muy amiguetes y nos lo recuerdan prácticamente cada dos frases. También se insiste, muy absurdamente, y en varias ocasiones, con que los americanos gorronean indiscriminadamente el tabaco a los españoles, como si eso fuera peor que el abuso de arrebatarnos Cuba, lo de Guantánamo o Hiroshima.
Recuerdo que conocí personalmente a Loriga en el 97 en el estreno de su primera peli La pistola de mi hermano en la Seminci en Valladolid. Estuvimos unos cuantos allí en El Buzon bebiendo algo con ellos y fumando unos porros. Lo acompañaban una Cristina Rosenvinge tremendamente discreta y casi todos los actores de la peli. Digo casi todos, porque Vigo Mortensen no estaba. Recuerdo también a Karra Alejalde firmando autógrafos y echándole los trastos toda la noche a la preciosa Nico Bidasolo. Hasta ese momento yo conocía a Ray únicamente por sus libros. Heroes ha sido y sigue siendolo uno de mis libros favoritos, quizás por eso de que las cosas favoritas no entienden de otra cosa que no sea el marcar, por algún extraño motivo, nuestras vidas en algún momento concreto.
Años más tarde, en Munich, me acerqué a verlo, presentaba allí su libro Tokio ya no nos quiere. Realizó unas lecturas y después me acerqué a él y me contó que se habían ido a vivir a Nueva York. Pensé, por un momento, en mandarle mis cortos en video y el me dio muy amablemente su dirección, pero al final nunca me animé a hacerlo.
Después lo he venido siguiendo aunque lo cierto es que fui perdiendo poco a poco el interés. Me asusté hace poco al saber que tenía algo que ver con la escritura del guión de Ausentes y me alegré mucho, sin embargo, al saber de su nuevo proyecto cinematográfico. Loriga me parece un tipo interesante y talentoso. La pistola de mi hermano fue un batacazo de critica, taquilla y público, pero creo y espero que Teresa funcione mucho mejor. Hace ya unos años, leyéndome Trífero, pensé que aquel libro era un predestinado combate a los puntos, cuando antes, Loriga ganaba siempre por K.O. Mientras lo leía echaba irremediablemente de menos aquellas historias tan musicales, tan visuales y anárquicas, de sus primeros libros. Aquellos cuentos metropolitanos sobre la claustrofobia de convivir con nuestros cuartos personales y nuestros mitos rotos como segunda piel. Pensé en aquel Loriga veinteañero, cuando aún no soportaba el peso de tener que demostrar nada, ni siquiera su condición de escritor.
En la tele, la actuación musical corre a cargo de Cristina Rosenvinge, A mi me gusta la canción mientras que a Lucy dice aquello parecerle más bien los aullidos de un gato en un riachuelo asfixiandose dentro de un saco. Y entonces llega el gran momento en el que Loriga entrevista a su mujer, ambos sentados el uno frente al otro, sobre sillas de diseño y delante de una pantalla con nubes gigantes a cámara rápida. Una entrevista de autor a cantante, repleta de planos imposibles y en donde el detalle de saber de ante mano que ambos llevan toda la vida juntos y que comparten dos hijos, provoca que la función se vuelva absolutamente maravillosa, grotesca y extraordinaria. Hay un momento en que ella se lamenta de haber abandonado una gira americana por haber tenido que atender a su familia. El trata como puede de quitarle hierro al asunto y, a cambio, trata de ensalzarla también como puede. Aquello parece que va a explotar por los aires de un momento a otro. Y me imagino allí, en Carta Blanca, entrevistando yo a Lucy. Preguntándole que tal su carrera como fotógrafa profesional y ella reprochándome, a cambio, en una televisión nacional, que no se puede concentrar en ella porque yo no paso suficientemente a menudo la aspiradora, ni la ayudo con la plancha.
Lucy se aburre y se sube a duchar y yo continúo solo con el programa. Por un momento rememoro a Kidman y Cruise en Eyes Wide Shut y termino mis ensoñaciones preguntándome a mi mismo como hubiera sido el Napoleón de Kubrik si este no hubiera muerto antes de comenzar a rodar. Entonces vuelvo para escuchar a Marlango. Terminan de tocar una de esas canciones que suenan como todas las otras suyas pero que siempre molan tanto y ahora el turno es para ellos. Aparecen más sillas de diseño. Mucha amistad y buen rollo y una verborrea desatada de citas, de músicos y trompetistas que yo no conozco. En algún momento los cuatro comentan algo sobre que en realidad somos lo que somos más lo que quisiéramos llegar a ser. Entonces siento esa extraña sensación de Deja Vu que uno sufre de vez en cuando y no puedo evitar volver a perderme en mis pensamientos.
Abro los ojos y voy sentado en un diván. El diván va sujeto a un globo aerostático. Voy volando entre las nubes. A mis pies hay sentado un hombre con una estúpida libretita. Sonríe y se dirige a mí:
-Comencemos por el principio.
5 comentarios
MalditosTacones -
Diez años después reaparece entre todos los trastos de mi librería.
Tal vez sea de nuevo su momento. Nunca se sabe...
Buenas noches, nuevo descubrimiento.
rositalacosturera -
A Diaz Llanes no le dejó ni hablar, y luego entrevistó a Leonor q es la prota de su peli, y no se si apreciasteis ese momento en el que decía...mira en que sillas nos sentamos, son de mi gran amigo Ron Arad...
eché en falta una autoentrevista, algo en plan monologo, para seguir alagandose como hizo en todo el programa.
Para mi decepción Ray Loriga...
Queco -
Carta blanca me podían dar a mí. Iba a hacer un programa que no le gustase a nadie, para que veinte años después aún fuera recordado.
Un saludo!
juan -
la pistola de mi hermano me trae grandes recuerdos, bendita adolescencia...
besos!!
telemarkado -
He leído todos los libros de Loriga y, sin duda, me quedo con "Días extraños". Me costó horrores encontralo y creo que nunca he disfrutado tanto leyendo un libro.
"Trífero", hablando claro, es bastante malo, no tiene chicha.