AMARILLO IMPOSIBLE (Rescatado)
Amarillo, y hoy la tierra tiene miedo de nosotros y de nuestra brutal locura. La tierra nos teme. El aire esta lleno de almas. Almas descoloridas, pálidas, sin olor, ni tacto. El cielo está lleno de almas, lo sé. Tres mil almas al menos, flotando sobre el cielo estrellado de Afganistán.
Pasean las almas sus gemidos de alambre. Los hijos aniquilan a su madre, cegados por la dictadura de sus propias mentes asfixiadas y corruptas. La muerte febril se balancea, siempre inoportuna, porque nunca hay un buen momento para morir cuando sólo se conoce la vida. Morirse es como borrar el dibujo de nuestro nombre de un encerado. Sangre, fuego, agua y almas sobrevolando nuestras cabezas dibujadas con tiza.
Amarillo imposible. Hoy el aire está lleno de almas, almas como ratas sin esperanza, atrapadas en el fondo de una piscina vacía. Miles de hijos aplastados contra la tierra madre. Liberadas las almas de sus cuerpos y los sueños de sus realidades, sólo cabe esperar a que cada cosa vuelva a su lugar, sea éste cual sea.
Hoy el aire está lleno de almas, pululando en acechantes bailoteos y no sé si descenderán hacia nosotros, o si por el contrario, marcharán, titubeantes, por el agujero del ozono. Me estremezco al pensar en esos cuerpos sin vida. Tres mil o cuatro mil, ni más ni menos. Mil, dos mil, tres mil, cuatro mil, que sencillo es nombrarlo, enumerarlo.
¿Cómo serán mil cuerpos callados, inertes, desnudos de vida? ¿Cómo serán cuatro mil cuerpos desarticulados? ¿Cuatro mil madres muertas? ¿Cuatro mil padres sin aliento? ¿Cuatro mil niños sin alma?
Miles de almas golpean esta noche la ventana de mi cuarto y parece que ya nunca vaya a dejar de llover. Las almas son, sin duda alguna, más inteligentes y libres sin la dictadura orgánica de nuestras necesidades físicas, pero la vida, para bien o para mal, sólo se crea a partir del conjunto de las dos cosas. Mi cuerpo se enfría, la piel se transforma en marmol y el susurro incesante enmudece. Sin embargo, hay un eco que perdura en lo que aún soy y me recuerda, una y otra vez, que nuestras pobres almas no son mucho más que mera comida para peces en el jodido y deshabitado estanque de la vida.
Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00
Pasean las almas sus gemidos de alambre. Los hijos aniquilan a su madre, cegados por la dictadura de sus propias mentes asfixiadas y corruptas. La muerte febril se balancea, siempre inoportuna, porque nunca hay un buen momento para morir cuando sólo se conoce la vida. Morirse es como borrar el dibujo de nuestro nombre de un encerado. Sangre, fuego, agua y almas sobrevolando nuestras cabezas dibujadas con tiza.
Amarillo imposible. Hoy el aire está lleno de almas, almas como ratas sin esperanza, atrapadas en el fondo de una piscina vacía. Miles de hijos aplastados contra la tierra madre. Liberadas las almas de sus cuerpos y los sueños de sus realidades, sólo cabe esperar a que cada cosa vuelva a su lugar, sea éste cual sea.
Hoy el aire está lleno de almas, pululando en acechantes bailoteos y no sé si descenderán hacia nosotros, o si por el contrario, marcharán, titubeantes, por el agujero del ozono. Me estremezco al pensar en esos cuerpos sin vida. Tres mil o cuatro mil, ni más ni menos. Mil, dos mil, tres mil, cuatro mil, que sencillo es nombrarlo, enumerarlo.
¿Cómo serán mil cuerpos callados, inertes, desnudos de vida? ¿Cómo serán cuatro mil cuerpos desarticulados? ¿Cuatro mil madres muertas? ¿Cuatro mil padres sin aliento? ¿Cuatro mil niños sin alma?
Miles de almas golpean esta noche la ventana de mi cuarto y parece que ya nunca vaya a dejar de llover. Las almas son, sin duda alguna, más inteligentes y libres sin la dictadura orgánica de nuestras necesidades físicas, pero la vida, para bien o para mal, sólo se crea a partir del conjunto de las dos cosas. Mi cuerpo se enfría, la piel se transforma en marmol y el susurro incesante enmudece. Sin embargo, hay un eco que perdura en lo que aún soy y me recuerda, una y otra vez, que nuestras pobres almas no son mucho más que mera comida para peces en el jodido y deshabitado estanque de la vida.
Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00
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Sandra Eliana -