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EL ESCONDITE DE IVÁN

DIEUWKE (III)

DIEUWKE (III) Las dos familias de holandeses compartían sus parcelas: un toldo unía sus dos grandes caravanas. Allí nos encontramos con toda una tropa de holandeses sonrientes sentados a lo largo de una mesa. Esta vez, Janet venía acompañada de sus primos y de sus tíos.
Mis padres desconocían otro idioma que no fuese el español, así que se limitaban a estirar sus carrillos hacia atrás en una especie de sonrisa forzada y perenne. Mi hermana y yo traducíamos como buenamente podíamos y nos fuimos sentando según nos fueron indicando todos al mismo tiempo y con cientos de gestos.
Ya una vez sin los chubasqueros y con la luz de los alógenos, pude observarles a todos mejor. Descubrí a Janet aún bastante más alta que el pasado año. Estaba muy guapa, su pelo rubísimo, antes liso, caía ahora sobre sus hombros en tirabuzones dorados. A su lado, se sentó otra chica tan alta y tan rubia como ella. Sorbió de su vaso y me miró sonriendo con cierto descaro. Mi hermana me dio una patadita debajo de la mesa y yo no pude disimular mi nerviosismo. Tenía los ojos muy azules y la nariz chata y pecosa. Pensé de inmediato que era la chica más bonita que jamás había visto.
Nos sirvieron café, infusiones y toda una gran variedad de pastas holandesas. Nos presentamos tranquilamente unos a otros, mientras mis padres seguían estirando los carrillos y asintiendo como japoneses. Allí estaban todos: Janet y su hermana Ester, sus padres y al lado sus primos, Dieuwke, Sofie y Jack, acompañados también, y a su vez, de sus padres.
Al verles a todos juntos, sentados y sonrientes, una imagen me vino inconscientemente a la cabeza, una fabrica enorme, la producción en cadena. Holanda, un país entero repleto de molinos, tulipanes y de coches rubios, ojos azules, nariz chata y pecas.
La conversación fue más precaria que el desayuno de un vagabundo, y como estábamos cansados por el viaje, no tardamos en dar las gracias y despedirnos.
El camping entero parecía dormitar en silencio. La lluvia había amainado, la noche estaba despejada y las estrellas vaticinaban un día espléndido y caluroso para la mañana siguiente. Sería por fin nuestro primer día de vacaciones, y mi hermana y yo, antes de dormirnos, no pudimos dejar de bromear durante un buen rato sobre aquella peculiar velada.
En mi saco, arropado por el entusiasmo y una inesperada y turbadora excitación, me dormí pensando en Dieuwke, el coche holandés más bonito del mundo.

Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00

2 comentarios

ladesordenada -

Está visto... no puedo dejar de pasar por aqui, y tú no paras de poner post nuevos. Éste, supongo que es una historia porque me parece que he leido algún trozo más del mismo título. Me gusta.
Un beso.

Azrrael -

Hola Iván, vine a visitarte el otro día pero no tuve mucho tiempo de escribirte nada, gracias por tus visitas en el gato y la bola de cristal, ahora voy a curiosear más por aquí :-P Saludos!!!

P.D: Por cierto parece que se va arreglando lo de la lentitud en blogia, al menos tu blog me ha cargado super rápido ;-)