LA PACIENCIA
Las butacas estaban ocupadas por palabras invisibles.
Dejé morir agónicamente mi móvil, me escapé a la mitad de tu discurso e interpreté mi papel con una insospechada eficacia. Tú te patinas a menudo con las babas ajenas, con gestos dislocados y apariencias fundidas en metal toxico. Me miras de reojo, me robas de los bolsillos, respiras de mis noches tontorronas, sabiendo que son únicas, desconociendo que la cojera es fingida.
No he reaccionado, no supe como hacerlo, decidí esperar soportando el peso de la soga en mi cuello. Me armé de paciencia y de latas de mejillones en escabeche. Y ahora estoy en otro sitio que nada tiene que ver contigo.
Aquí tengo suficiente agua para este árbol. No me moveré más de esta casa. Pero tú entras por la puerta y me miras, allí junto al arbolito, incrédula, guardando silencio. Sacas una cerveza de tu nevera y te sientas en una silla frente a mí.
-¿Cuándo demonios has vuelto?
-No he vuelto, en realidad nunca me he ido.
Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2007
9 comentarios
anuk -
Gracias hermanito! es q escribes tan bonito..!
Budokan -
bahia -
Te beso, me gustó mucho.
MaGiCa -
" y espero nunca tener que saberlo "
AlegriaDeLaHuerta -
Ivan -
con lo bonito que era.
Marina Khalo -
No me ha llegado ningún e-mail. ¿Dónde narices lo habrás mandado?
Un saludo
P.D. Por cierto, que nadie interprete que mi comentario al texto de la paciencia, va dirigido a Iván. Ya lo escribí en un texto suyo: Muerte en el jardín botánico, cualquier parecido con la realidad es pura enredadera y literatura (aunque sea mala, desde éste lado de mi huerto).
Y ahora, si quieres, pasamos hablar de los mejillones.
Ivan -
Te mandé un email... hace unos dias... no se si te llegó.
Marina Khalo -
Estuve sentada en la butaca. Las palabras allí son invisibles y los deseos impacientemente insatisfechos. Perdona por la cojera de esta tristeza tonta. La película acaba de comenzar. Es la misma de siempre. Miraré en mis bolsillos por si encuentro la paciencia de tu amor desasosegado.
Tu resignación ha sido mi soga. El árbol de tu conformidad tiene raíces amargas y yo no sé cómo decirte, que los frutos dulces que no tengamos ahora, nos morirán para siempre.
Te amo tanto que no sé amarte. Cuando crezca tu árbol se confirmará lo que buscas. No quiero sentarme pacientemente en el río y ver pasar la mansedumbre de tu cadáver. Las habitaciones contiguas se parecen mucho a las tumbas. No soportaré llamarte y que no vuelvas nunca. Sabiendo que no vendrás y deseando que vengas del mismo modo que un ciego espera los ojos que encargó por correo.
No me quedan más cervezas en la nevera. Te amaré siempre.