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EL ESCONDITE DE IVÁN

LA NIÑA MUTANTE

LA NIÑA MUTANTE

La niña duerme placidamente su rostro perfecto, descansa la cuenta atrás borrando las estelas a su paso. La niña quiere amor y baila sola en la gravedad cero de su imaginación, luciendo tanto como una calcamonia japonesa en el brazo de un suicida mutante. La niña quiere jugar a misiones imposibles, a viajes en el tiempo en agujeros de gusano. La niña quiere amor y unos labios generosos que idolatren los suyos. La niña cuenta ovejitas muertas en mataderos espaciales, se purga con mejunjes tóxicos y comida vegetariana. La niña sueña despierta todas las vidas que quisiera protagonizar. Ríe, llora, susurra intimidad o gime cachonda como una ninfomana sideral, excitada como una pasajera en su primera misión intergaláctica. A veces, se mira durante minutos al espejo y se habla a si misma, se pellizca el brazo intentando retener un momento verdadero o aúlla triste y solitaria como la perra Laika, perdida en la rutina de una orbita extraña y desconocida. La niña es adicta al peligroso sedante de sus recuerdos, al acostumbrado tintinear de las piezas rotas del corazón a su paso. La niña me mira a los ojos y me sonríe enamorada, para desaparecer sin mas, apretando el botón rojo con el que, cada una de las veces, irremediablemente, todo salta por los aires para volver a comenzar desde cero.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009

2 comentarios

Neptunia -

Que bonito Iván :)

Marina Khalo -

Fíjate que tal y como lo dices no querría yo una niña mutante, bien sea porque muda o por alteración de un cromosoma o genoma preexistente. Tanto monta, monta tanto…De niñas este año, ando servida. Atrás quedaron la niña de los peines o la niña de tus ojos (sin duda con calado más nostálgico y edulcorado que la niña de Rajoy).
Tu niña mutante es un rato perversa y me temo que no tiene la seducción de la Lolita de Nabokov. Cosa que puede actuar como antídoto en el caso en que mirándote con ojos golositos decida apretar el botón rojo para que empiece de cero y al otro no le convenga.

Aunque tal vez, el problema no sea tanto de la niña mutante, ni del perro, ni del universo; sino de los que se dejan seducir por ella. Los que le otorgan el poder ilegítimo sucumbiendo a sus artimañas y enamorados, se inmolan en el espacio interestelar de los recuerdos. En este caso, me quedo con los androides soñando con ovejas eléctricas descarriladas.

Un abrazo, Iván :-)