HOY ES VIERNES
Hoy es viernes.
Los viernes tienen algo de especial. Los viernes brillan como unos zapatos nuevos en una cuadra. Si tuviera que morirme esperaría hasta el lunes.
Antes los viernes eran fantásticos. En el colegio o en el instituto los viernes siempre fueron el mejor día de la semana. Talleres, teatro, gimnasia, ética, industrias de la alimentación, horas libres, excursiones y los cumpleaños.
En el colegio los cumpleaños siempre se celebraban los viernes. Tarde en la ciudad, desmadre y fiesta en casa de algún amigo o en cualquier hamburguesería.
La excitación de los viernes casi ha desaparecido y, sin embargo, todos los lunes continúan siendo una mierda.
Hoy es viernes y estoy sentado en un banco. Ha salido el sol después de seis meses y creo que realmente la sangre me circula de otra manera.
En Munich, cuando sale el sol, aparecen niños hasta por las alcantarillas. Hay cochecitos de niños y madres tristes por todos los lados. Y los viejos, que a pesar del buen tiempo, embutidos en sus abrigos y bajo sus gorros, desconfiados, vuelven a hacerse los dueños de las calles y las plazas. Se sientan estoicos, con sus rostros arrugados y se estiran al sol con gran vehemencia. Aquí muchos viejos están locos. Aquí muchos locos se hacen viejos, impotentes, viendo pasar el tiempo. Y todos ellos se reúnen alrededor de los bancos los viernes y beben toda la cerveza barata que pueden comprar y alborotan.
Yo los observo a ellos y a las madres con sus niños, mientras hago tiempo hasta entrar a trabajar. Observo el mundo de los que no trabajan y me siento tan feliz y excitado como un niño que ha burlado el colegio.
Hoy es viernes. Me pregunto si todos los viernes calzan el mismo número. Porque no tengo nada que ver con los días que se despegan de vuestros calendarios de oficina. Seguiré comiendo lo que yo quiera y no aceptaré vuestros purés aunque no me devolváis nunca más mis dientes.
A los dieciséis, un viernes por la tarde, entre lágrimas y sollozos, le revelé un secreto a mi madre:
-Mamá, creo que no soy como los demás. No puedo dejar de sentirme distinto, de hacerme preguntas imposibles y de pensar en cosas extrañas. Creo que, a pesar de lo que tú creas, no soy de este planeta.
Han pasado más de quinientos viernes desde entonces y aún me sigo sintiendo como un extraterrestre.
Me gustan los viernes, o lo que queda de ellos.
Hoy es viernes, hace sol, y a pesar del peso de todas las cosas, me siento estupendamente.
Nadie debería estar solo los viernes, porque es el día en el que todos los trenes de la felicidad y de la tristeza descarrilan, y después uno, lo quiera o no, ha de seguir cualquiera de los caminos a pie.
Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00
6 comentarios
Dago -
De veras que los Viernes son algo místicos, como que te empujan a estar en compañía y si no lo es así, pues, haz fracasado/fallado de una u otra forma.
TGIF
Saludos,
Acercandra -
ÍO -
Gracias Iván.
klaudya -
F. -
yo lo unico que pude reflexionar en esos momentos escuchando murmullos llenos de dulzura es que preferiria escuchar una noche loca de sexo que no me hubiera dejado sentir tan,tan sola en esa noche.
le tengo miedo a la soledad,el mismo que habra tenido mi primo dejandose follar sin condon en cualquier sitio...nadie nunca deberia de estar solo.
F. -