GOTAS NEGRAS
Llueve
¿verdad?
Únicamente me alimento de películas y de conversaciones que bucean conmigo.
Hay nubes blancas. Hay luz y aire allí afuera pero, mientras quede algún resquicio de oxígeno en mis pulmones, prefiero seguir buceando aquí abajo, en el fondo, en la oscuridad de mi cuarto.
Quizá la tentación de abandonarlo todo sea mayor cuanto más jóvenes e inexpertos somos. Pero aún hay un interruptor incrustado en mi muñeca. Cierro mis ojos. Tus palabras:
-La gente hace daño y tú eres como un trozo de carne sin piel. Llegaras muy, muy lejos o serás un autentico desgraciado. Te lo digo yo, que te conozco mejor que nadie. Yo, que te alquilé mi útero durante casi un año y te vendí mi corazón para el resto de mi vida; te lo digo mientras esta se consume como las provisiones de un montañista. Anda cariño, se bueno y acércame las zapatillas... que aquí no hay montañas que subir con pies descalzos.
-No te vayas, no me dejes solo. No te mueras nunca.
Pero abro los ojos y ya no estas. Respiro el alma de otro de esos días grises y clónicos, uno de esos estúpidos días que parecen fotocopias aburridas de otros tantos y que parecen pesar toneladas asperas e invisibles. Y también estan esos días que son como las gotas de lluvia de una tormenta de verano. Esos días en que nos sentimos pletóricos, felices, dueños absolutos de una vida auténtica y apasionante. Dias de oasis en contraste con los dias de destierro en los que nuestra vida se presenta tan interesante y especial como la partida al busca minas en el ordenador de un tonto.
Cae la noche y me tumbo delante del televisor a ver de nuevo "The Doors", de Oliver Stone y, después, me duermo pensando en la figura de Jim Morrison.
-¿Conviven todos los dioses tan cercanos a la infelicidad?
Lo pregunto porque vuestro Dios está hoy también aquí abajo, en mi cuarto. Vuestro Dios bucea conmigo, aunque él hace trampa. Él es un pez, ágil y perfecto, mientras que a mí y a todos los demás, únicamente nos bautizó como hombres.
Veo una señal a lo lejos, quizás una sonrisa inesperada, quizás sea un anzuelo escondido, pero esta vez prefiero dormir. Estoy agotado. Mañana quizá no me importe subir, volver a la superficie, buscar una señal, pero esta noche permaneceré aquí abajo. Sé que aún no ha llegado mi momento. Se que allí arriba continua lloviendo. Llueve, puedo sentirlo, caen gotas negras.
Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00
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