EL BESO
La niña espera sentada en una fuente, con las rodillas muy juntas, como apretando los minutos con unas tenazas.
Una puta con acento argentino, al otro lado de la calle, arroja palabrotas pesadas como pisapapeles de bronce a un viejo muy bajito que huye veloz.
En un banco, tres crías gorditas piropean a todo el que pasa, se ríen escandalosamente y se lían porros de hachís a pares y a una sola mano. Pero la niña se fija en un árabe enjuto, de barba recortada, que lee con asombrosa concentración y empeño un pequeño Coran. Viste una chaqueta gris, varias tallas más grande de lo que sin duda le pide su paupérrimo porte. La niña lo mira una y otra vez, y cada una de ellas, cree verlo aún más consumido dentro de aquella chaqueta, como si la lectura de aquel librito succionase su existencia lenta e irreversiblemente.
Pronto no quedará más morito en el interior de esa chaqueta, piensa la niña.
Y el niño aparece entonces, agarrado al volante de un seiscientos blanco. Paseando una sonrisa ganadora desde la ventanilla del conductor, detiene el coche e invita a entrar a la niña.
-Lo conseguí, sube que daremos una vuelta. ¿Estas preparada?
La niña, ya desde su asiento añade:
-Es mentira y no voy a besarte. Además, tú no sabes conducir. No tienes carné.
-Sabes que lo que te digo es cierto. Estas deseando besarme y además, no se necesita carné para volar.
La niña lo mira y sonríe. Ambos se funden en un profundo e interminable beso.
Las luces del Rabal desaparecen bajo las ruedas del pequeño coche. Entre las nubes, en pocos segundos, Barcelona entera se transforma en una fantástica maqueta de juguete, un jardín secreto para el maravilloso exhibicionismo de todas las luciérnagas del mundo.
Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2005
Una puta con acento argentino, al otro lado de la calle, arroja palabrotas pesadas como pisapapeles de bronce a un viejo muy bajito que huye veloz.
En un banco, tres crías gorditas piropean a todo el que pasa, se ríen escandalosamente y se lían porros de hachís a pares y a una sola mano. Pero la niña se fija en un árabe enjuto, de barba recortada, que lee con asombrosa concentración y empeño un pequeño Coran. Viste una chaqueta gris, varias tallas más grande de lo que sin duda le pide su paupérrimo porte. La niña lo mira una y otra vez, y cada una de ellas, cree verlo aún más consumido dentro de aquella chaqueta, como si la lectura de aquel librito succionase su existencia lenta e irreversiblemente.
Pronto no quedará más morito en el interior de esa chaqueta, piensa la niña.
Y el niño aparece entonces, agarrado al volante de un seiscientos blanco. Paseando una sonrisa ganadora desde la ventanilla del conductor, detiene el coche e invita a entrar a la niña.
-Lo conseguí, sube que daremos una vuelta. ¿Estas preparada?
La niña, ya desde su asiento añade:
-Es mentira y no voy a besarte. Además, tú no sabes conducir. No tienes carné.
-Sabes que lo que te digo es cierto. Estas deseando besarme y además, no se necesita carné para volar.
La niña lo mira y sonríe. Ambos se funden en un profundo e interminable beso.
Las luces del Rabal desaparecen bajo las ruedas del pequeño coche. Entre las nubes, en pocos segundos, Barcelona entera se transforma en una fantástica maqueta de juguete, un jardín secreto para el maravilloso exhibicionismo de todas las luciérnagas del mundo.
Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2005
9 comentarios
ladesordenada -
El post, me hace recordar esos besos que te hacen volar y que no se olvidan nunca.
Un beso.
Ivan -
¿Como se ve así estiradita?
aquí voy probando, estiro la fotito, la vuelvo a cambiar. Ummmm... A ver en que se queda.
Gracias por vuestros comentarios.
Abrazos milenarios.
bubi -
Mata -
Ese post tan apañao hace una muy buena relación entre volar y besar.
Un saludo.
Exagerada -
barbara -
alma -
Pd: Me da problemas para dejar mensaje, este es como el 5º intento, a ver que pasa.
La-Ruina-de-la-Familia -
Hermosa frase.
IVAN -
¿Os gusta así más ahora? ¿Menos? ¿Mejor el antiguo Logo con los ojos en fondo negro?
Gracias y saludos.