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EL ESCONDITE DE IVÁN

LA IRA DORMIDA

HE CUMPLIDO UN AÑITO. NO ME FELICITES... !LLEVAME A CASA!

HE CUMPLIDO UN AÑITO. NO ME FELICITES... !LLEVAME A CASA!

"LA IRA DORMIDA" un libro de relatos de Iván Sáinz-Pardo. Ya a la venta en Amazón.
Página en facebook:
https://www.facebook.com/lairadormida
Comprar en Amazon Europa:http://www.amazon.es/gp/product/1483990826/ref=olp_product_details?ie=UTF8&me&seller
Comprar amazón.com: http://www.amazon.com/ira-dormida-Spanish-Iván-Sáinz-Pardo/dp/1483990826/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1373124511&sr=1-1&keywords=la+ira+dormida

AMAZON EUROPE DISTRIBUTION ADQUIERE "LA IRA DORMIDA"

AMAZON EUROPE DISTRIBUTION ADQUIERE "LA IRA DORMIDA"

La buena acogida y el notable incremento de ventas por Amazon durante el mes de Septiembre del libro de relatos cortos "La ira dormida" de Iván Sáinz-Pardo, han animado a Amazon Europa a la adquisición del libro que ya se fabrica en la ciudad de Leipzig en Alemania.

El libro seguirá también siendo impreso como hasta la fecha en los Estados Unidos pero, a partir de este momento, únicamente para ocuparse de las copias vendidas en el continente americano.

Los lectores en Europa estarán de enhorabuena ya que tanto el precio, como el tiempo de entrega se van a ver reducidos gracias a esta noticia.

El autor ha anunciado la publicación de un segundo libro de relatos con el titulo "En la avioneta sobró un sitio" que se espera para el verano del 2014.

"LA IRA DORMIDA" un libro de relatos de Iván Sáinz-Pardo. Ya a la venta en Amazón.

Página en facebook:
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EL EFECTO DOMINÓ

EL EFECTO DOMINÓ

Hoy, sin saber porqué, me detuve en la escalera de madera, sonaba de fondo una melodía clásica en la radio de algún vecino. Respiré hondo mientras observaba a través de la ventana caer lentamente la nieve.

Pensé en pantanos de lágrimas, en playas de ensueño con la arena robada de cientos de fosas comunes y, por un instante, me sentí desolado y arrinconado como una araña en la reforma de una casa.

La melodía finalizó, al instante, escuché abrirse una puerta y de uno de los pisos salió una señora mayor vestida con un grueso abrigo, un gorro, bufanda y guantes y se acercó a mi arrastrando con cierta solemnidad una visible cojera. Enseguida, curiosa por descubrir lo que llamaba mi atención, miró conmigo por la ventana. Allá afuera tan solo se veían los arboles pelados y un espeso y silencioso manto de nieve. Me miró entonces por unos segundos y me sonrió con plenitud y sin mediar palabra. Yo, sin entender muy bien, le devolví la sonrisa. En ese preciso instante, la anciana se dio la vuelta, sin más, dejandome plantado con la sonrisa en la cara y, tambaleante, se alejó hasta llegar a la puerta del portal. Una vez allí y antes de desaparecer en la calle, se dió la vuelta y me volvió a mirar. Esta vez si que pude escuchar su voz:

“Muchacho, no es tan difícil, has sonreído, ahora la primera pieza de tu dominó ya ha caído”

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

SUPERVIVIENTES

SUPERVIVIENTES

El universo conspira, nosotros coleccionamos tonterías con las que crear imperios oscuros, pero hemos vuelto a olvidar comprar las dichosas pinzas con las que poder aislar el aroma de nuestros pactos.

Vuelvo  a casa. Compartimos pasta con verduras y espacios interiores, para después huir al exterior arrastrados siempre por gritos ajenos.

Paseo por un acuario abandonado. Un viejo oso de peluche coge polvo junto a unas escaleras. Hoy me retraso. Tú abres la puerta, me recibes con los brazos cruzados. Yo te miro con ojos bondadosos, con el peluche debajo del brazo y susurro:

-Somos dos supervivientes en dos botes distintos, pero del mismo naufragio.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

EL PORTUGUES Y LA BALLENA

EL PORTUGUES Y LA BALLENA

Soy un caníbal viviendo en el estómago de una ballena azul. Me alimento de pescadores japoneses que llegan a mí, aturdidos y exhaustos. Colecciono fotos ajenas de mujeres japonesas y fotos de niños sonrientes de ojos rasgados.

Aquí dentro no hay estaciones del año, ni tampoco cobertura para todos esos móviles que llegan a mis manos. Me entretengo limpiando de restos las cavidades y cuidando y dando de comer a los peces que consigo rescatar de los jugos estomacales.

Cada miércoles, cuando llega la noche, la ballena me escupe sobre su lomo y me permite tumbarme a contemplar el mar calmado y las estrellas. Yo, a cambio, le cuento mis cosas y le canto fados inventados bajo la luz de la luna. Durante horas, acompasa mis cantos y mis palabras con acordes resoplidos.

Hace tan solo tres meses, en los periódicos y en los noticieros de todo el mundo hablaban sobre mi afortunado rescate y sobre la muerte y captura del monstruo azul. Pero yo no me siento afortunado. Yo únicamente me siento solo y vacio sin su compañía. Mi antigua vida, ahora recuperada, me hace sentirme más aislado y atrapado que nunca.

En Japón, ahora, hablan en todas partes sobre el misterioso asesino de pescadores. Más de treinta japoneses han desaparecido o han sido encontrados muertos en terribles condiciones. Junto a los restos de los cuerpos medio devorados, la policía colecciona para la investigación cartas escritas a mano con lo que parecen tratarse de fados en portugués.

Y mientras que la policía continúa buscando al culpable, ecologistas y científicos de todas partes del mundo se reúnen cada noche para observar, incrédulos, un extraño fenómeno. Desde hace tres meses, cientos y cientos de ballenas azules venidas desde los lugares más remotos del planeta, se reúnen en el horizonte de las costas japonesas y bajo la luz de la luna, se las oyen resoplar al unísono.

Mientras me dispongo a salir de nuevo a la caza, un experto en la televisión estatal canadiense, asegura en mi aparato de televisión que, según sus propios estudios, las ballenas que allí se reunen, lo hacen para aunarse en una especie de cantico con el que parecen retar, orgullosas y amenazantes, por primera vez al hombre.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

FLORES EN EL CAFÉ

FLORES EN EL CAFÉ

El consumidor es un gato, yo soy un hijo de perra y hay demasiado dinero en juego como para dejar la partida a medias. Sobre el tablero del monopoli no se puede jugar al parchis, no se puede escribir una carta de disculpa, no se puede plantar y cuidar un árbol, no se puede educar a un hijo, no se puede hablar de amor ni de las cosas en común si no son de marca. Más allá de las casitas rojas y las cartas de arriendos e hipotecas no hay generosidad ni pactos, no hay actos de solidaridad o de bondad. En la creación del dios del Dollar, en el reino feudal del dinero, casi todo se publicita, todo se vende y absolutamente todo se compra. El dinero ya es muchísimo más que un instrumento de transacción, sin este, no hay entrada ni acceso para nuestro hogar convertido en un casino planetario, de luces de neón y regentado por mafiosos sentados en los despachos de la banca internacional. 

¿De dónde proviene nuestro dinero?, ¿Lo gastamos coherentemente a nuestros principios?, ¿En que invierten los bancos nuestro dinero? 

Los consumidores antes éramos dóciles y mansos, obedientes y manipulables como lo suelen ser los perros. Los consumidores éramos perros con siete vidas vírgenes. Ahora, con la saturación informativa, con las toneladas de desinformación, de mensajes basura, conceptos contradictorios, engañosos, con la sobreexposición publicitaria, abusiva, constante, con seis vidas malvendidas, despilfarradas, hipotecadas, malheridas desangrándose sobre nuestra alfombra del salón, nos hemos vuelto mucho más caprichosos, más difíciles de embaucar. Los gatos como sabemos, van mucho más a su aire, son más finos, más selectivos y delicados y no suelen comer cualquier cosa que se les ofrece.

El consumidor es un gato que se mea sobre el televisor. La tele, esa amiga fiel, esa amiga catódica, amiga plasma, LCD, LED, analógica, digital, esa vendedora compulsiva, esquizofrénica al que ya le abrimos la puerta de nuestras casas hace unos cuantos años y al que ofrecimos sin pensarlo el mejor,  más intimo y privilegiado de los rincones, lleva unos años perdiendo protagonismo en nuestras vidas. Internet, tecnología portátil, centros comerciales, las vías y los medios para alcanzar al consumidor están cambiando junto a sus propios hábitos y el campo de la publicidad está sufriendo un estado de caos e incertidumbre sin precedentes.

El consumidor es un gato y el vendedor un hijo de perra. Trabajar alegremente en el mundo de la publicidad es en gran parte tan grotesco como ser un vehemente coleccionista de armas, detrás del arte y de la estética en si misma se esconde el cadáver putrefacto de nuestra ética. Yo prefiero venerar el talento de cualquier “diosaputadecarretera” para mover su culo proletario en su desesperada intención de ganarse su libertad, que el de los contadores de historias, los creativos, los flautistas de Amelin, los realizadores que invertimos el nuestro a ciegas para ayudar a vender cualquier producto, motivando muchas veces al consumismo y otras tantas al engaño. El talento de comunicar, de saber manipular los sentimientos, las reacciones de los espectadores, puede llegar a ser tan desequilibrante y poderosa como una AK-47 en las manos de un desequilibrado mental con mucho odio y algo de dinero para gastarse. Y si los criminales de Monsanto van y nos ofrecen una piscina llena de oro a cambio de un anuncio que limpie la sangre y las lágrimas derramadas por sus pobres víctimas y clientes, saltaremos de alegría al comprobar los dígitos de nuestra cuenta bancaria, mientras las flores secas de los difuntos caerán sobre nuestro café matutino. Y es inútil, al dinero no se le pregunta, ni se le juzga. Al puto dinero se le sonríe pero nunca se le pide responsabilidades morales. El dinero reina siempre a sus anchas, escasea, especula, se despilfarra, ordena y manda, reescribe nuestros derechos y deberes, nuestra conducta y nuestros hábitos. El dinero nos esclaviza, dirige nuestras vidas, gobierna nuestros gobiernos, compra vidas enteras, las manipula, las extermina. El dinero compra titulaciones, estatus social, fama, poder… y compra médicos, jueces, ministros, reyes, estados, resultados deportivos, veredictos, resoluciones penales, estatales e internacionales. El dinero compra libertad, impunidad, tiempo, dolor, risa, sufrimiento, agonía, miseria, sexo, bienestar, castigos, torturas, regalos de cumpleaños, regalos de Navidad, los del día del padre y también los del día de la madre que nos parió… 

El consumidor no es un gato, es un perro furioso, abandonado, maltratado,  cansado, atravesando un mar de autopistas para buscar el rastro que le conduzca de regreso a casa.

 

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

BESANDO EL ANZUELO

BESANDO EL ANZUELO

Ya nadie quiere ser normal ahí afuera. Pero todos nos dejamos engañar exactamente de la misma manera. Confundidos, nos rascamos la frustración con las desgracias ajenas en la televisión. Vivimos atemorizados en busca de un rincón de luz, persiguiendo un instante mágico, añorando la piel cuando tirita la distancia entre el éxito y el fracaso para espantar del alma todos los miedos.

Nadie nos contó de niños que cada uno de los días en el calendario de nuestras vidas significaría una nueva prueba. Que la felicidad no es un derecho ni una garantía. Que la felicidad puede ser una canción plagiada y mal interpretada, un playback mal hecho. Que no siempre somos lo que queremos, ni obtenemos lo que buscamos. Que nos podemos convertir en aberraciones de nosotros mismos sin ni llegar incluso a sospecharlo.

Tu apartamento de lujo en el centro, esa ropa pija, esa sonrisa Profident de pago y tus dos coches los subvenciona tu magnífico puesto en la Malboro, pues qué bien, ¿Tendría que envidiarte por ello? Bastante tengo con concentrarme para poder controlar las arcadas y no vomitarte encima de tu impoluta camisa de marca.   

Llega el verano y nos atiborramos exactamente lo mismo que en invierno, pero al aire libre. Tomamos el sol con un absurdo cocktel en la mano, sintiéndonos protegidos tras nuestras gafas de sol de diseño en un destino vacacional tan programado y tan falso como el decorado de una zarzuela. A nuestro lado, mientras, la guardia civil desmantela, atiende con apatía de funcionario a los moribundos y aleja de nuestra vista los muertos en otra patera a la deriva. Doble moral, triple moral y perfumes caros para tratar de encubrir el mismo olor fétido de esa diarrea mental que rocía las urbanizaciones de alto standing, los palacetes, las favelas y las chabolas. Hoy los psicópatas y criminales ven el futbol entrajetados y en palcos de lujo junto a nuestros alcaldes. Los politicuchos y los empresarios sin escrúpulos continúan acudiendo a misa en familia cada domingo. Mientras que, cada sábado, continúan engañando sin escrúpulos a sus mujeres teñidas de rubio con las hijas desesperadas y metidas a putas de sus propios trabajadores explotados también sin escrúpulos. Y yo me siento a todo esto como un rapero sin música, observando mis letras huyendo a la carrera y completamente desnudas por el parking de un supermercado. Tu anzuelo es de oro y brillantes, pero no le veo glamour alguno si al final todo se reduce al hecho de ver desgarrada mi boca para siempre.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

BUENOS DIAS, SOFIA

BUENOS DIAS, SOFIA

Sofía se sentó en la cama con su libreta, encendió un cigarrillo negro y miró la página en blanco. Le gustaba rezagar el nacimiento de cada día, estirar el momento de levantarse, de vestirse la piel y la personalidad que identifica su nombre. Sofía. Hola, soy Sofía. Buenos días, Sofía.

Había perdido demasiado tiempo en tratar de ser quien no era. Se sentía como perdida en un bosque en llamas y sin mapa alguno para encontrar una salida. Conviviendo desde la infancia con los jirones de su vida, remendando una y otra vez la distancia hacia la felicidad. Quizás ni siquiera hubiese existido algo parecido a un plan, a un mapa, a una salida. No recordaba nada anterior a ese frondoso bosque que se cernía a su alrededor desde los siglos de los siglos como planeta único, como mundo interior y universo infinito. Y ahora su bola de cristal ya no predice nada coherente y las garantías y las promesas le caducan siempre demasiado rápido. Ahora se nombra presidente a la fuerza, corrompiendo las elecciones de su alma. Ahora organiza la revolución a la fuerza y se derroca así misma cada mañana.

Había aprendido poco a poco a captar las señales sin estar atenta. Se tomaba las cosas sin alterarse lo más mínimo. El mismo efecto producía en sus gestos una herida profunda en su antebrazo, que el descubrimiento luminoso de un golpe de suerte. Sin embargo, no había sido así de más joven, cuando la sangre parecía hervirle con la furia de un volcán en erupción dentro de sus venas. Lava roja en vez de sangre, rocas volcánicas sus palabras punzantes, inaudita la rabia que, a la mínima y cada una de las veces, producía un cortocircuito que la hacía perder el control sobre sí misma. Y después llegaba esa resaca, con los cadáveres flotando boca abajo. Ese desgarrador sentimiento de culpa cada vez que sus armas se disparan solas y los secretos se desnudan a sus espaldas. No tuvo por ello una adolescencia sencilla, por lo contrario, ella había sido siempre como un imán para los conflictos, un mercenario comodín para todas las guerras, un arrogante kamikaze en la autopista de un bucle con vidas infinitas.

Ya entonces le hubiera gustado poder viajar en el tiempo, desde aquellos años hacia otros venideros. Despertar más adelante en su vida, quizás ahora mismo, sentada sobre esa cama con las sabanas retorcidas en el presente más absoluto. Y no, no era la primera vez que pensaba en despertar en el futuro para romper todos los espejos y entender que la vida no existe más allá de cómo cada uno la sentimos y que, es por esto mismo, que cada cual vive encerrado en la percepción de su propia realidad. Un, dos y tres y despertar en el máñana para comprender que la realidad es una mentira común disfrazada de verdad para solo uno mismo. Y hubiera querido creer a su madre entonces cuando, esta, en mitad de la batalla y del odio derramado, se encendía un cigarrillo negro para simbolizar la tregua entre ambas. En silencio, la miraba con ternura, derramando una leve sonrisa detrás de esos ojos cansados. Y así, mientras que sus pulmones adolescentes aún resoplaban la ira, su madre serenaba la retórica de sus palabras para advertirla de que, aunque el punto de destino lleve el mismo nombre para todos, cada cual respira el viaje a su propio ritmo. Y que, algún día, sin tener que hacer nada, ambas lograrían, como por arte de magia, la magia de la vida, ser muy buenas amigas. El tiempo, por sí solo, sería el encargado de transformar las trincheras en un jardín con dos sillas y una bonita vista. Pero las madres siempre nos abandonan demasiado pronto. Y ahora nada parecía tener sentido. Aceptar la vida como venía, encerrada en todos esos escenarios, esos lugares no escogidos, era como participar en obras de teatro al azar y sin público. Y esa ansiosa necesidad por ser diferente, por separarse de lo ya establecido y de lo supuestamente normal, también había desaparecido con los años. Si ahora el mismo viaje en el tiempo no fuese al futuro, si fuese de vuelta a aquellos años turbulentos, despertaría tumbada junto a una adolescente insolente y cateta. Se avergonzaría, no sabría ni que decirla. No ya ante los discutibles gustos musicales, el vestuario o el mismo vocabulario, sino ante la tristeza de aceptar el desastre de no compartir ninguna de las decisiones a tomar, de no reconocerse en ella misma ni en los principios más básicos. Pero los humanos no reaccionamos bien ante las advertencias, tan solo lo hacemos ante las revelaciones.

Sofía seguía sentada en la cama con su libreta. Le gustaba rezagar el nacimiento de cada día, estirar el momento de levantarse, de vestirse la piel y la personalidad que identifica su nombre. Sofía. Hola, soy Sofía. Buenos días, Sofía.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

ODIO LUEGO EXISTO

ODIO LUEGO EXISTO

Hoy me levanté con el convencido propósito de odiar al mundo entero y comencé por mí mismo. Me besé el brazo derecho, el antebrazo, la mano y seguí por el otro brazo, el codo. El trance me llevó a los pies, a las piernas. Me flexioné, me estiré, me besé con ternura y dedicación allí en cada milímetro de mi cuerpo donde pude llegar. Y, sonriente y sin prisa, saboreé entonces el luto silencioso en honor a este nuevo bendito fracaso.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

LA POLITICA DE UN ESPEJISMO

LA POLITICA DE UN ESPEJISMO

Hoy soy cafeína, anfetamina, vitamina y estimulante, hoy no duermo, no como, no trabajo, no cojo el teléfono. Hoy juego a saltar a la pata coja sobre los adoquines de tu sonrisa. Te cojo de la mano en silencio y te llevo conmigo. Hoy al fin conocerás la estación de tren que de niño descubrí escondida en el bosque. Correremos juntos entre los árboles para inventarnos un nombre. Un nombre secreto que consiga describir este tú y yo, este nosotros que compartimos. Hoy provocaremos a la lluvia con canciones inventadas para apagar todos los incendios fortuitos. Y una vez cese la lluvia, perseguiremos juntos el rastro plateado de la baba de los caracoles. Nos tumbaremos boca arriba junto a nuestros caparazones. Cerraremos los ojos mecidos por el baile de las hojas en los árboles para conseguir despertar más tarde, justo ahí, donde los dos siempre deseamos.

Hoy duplico, multiplico, supero, acelero, repito, asumo todos los riesgos, pago todas las rondas con mi descrédito infinito. Hoy ajusto, acierto, logro, cumplo, recuerdo, sentencio, hoy apuro y me dejo llevar por el azar de un espejismo sin darle espacio a ningún miedo. Hoy me cobijo en el grato recuerdo del olor de tu cuello inclinado, en la vertiente de todas las sonrisas aún por recorrer. Hoy, una vez más, esperaré en silencio a que vuelvas y tan solo volverá la noche. Mientras, con mi teléfono de juguete en la mano, seguiré hablándole con mágica verborrea a todas las espaldas anónimas. Me entretendré a solas, pintando con el dedo, una a una, las luces de la ciudad.

Hoy retomo, recupero, diferencio, separo, reivindico, rumoreo entre dientes las coreografías mentales de tu cintura. Hoy sobrevuelo el eco de aquellas palabras de amor que me regalaste por sorpresa. Escalo sin cuerdas las ruinas de nuestro imperio olvidado. Hoy, con mis gafas de 3D puestas, me tumbo a tomar la luz de la luna en el jardín trasero de todos los sueños que nunca cumplimos. Y así, cuando todas las políticas modernas ya parecen haberse transformado en meras dictaduras económicas, la política de mi corazón se viste de desahucio, como un parlamento interior, desierto y silencioso por culpa de las irresistibles rebajas de verano.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

LA ALQUIMIA-NEY623

LA ALQUIMIA-NEY623

Los ciervos me visitan mientras duermo la borrachera en el parque. Pastan sin temor junto a mi cuerpo inerte. Mientras, yo viajo muy lejos del bullicio de la vajilla rota de mi vida. Floto por el espacio infinito. Me deslizo despreocupado más allá de la ruta planeada, por el silbido sideral, ya en la antesala de la clínica mental de Dios. Llego y allí no me abre nadie.

Las aguas del lago, con la primera luz de la mañana, pestañean guiños plateados que iluminan mi rostro ausente. Los animales han regresado con sigilo a su agujero negro. Los pájaros se esfuerzan ahora con sus canticos matutinos para tratar de conseguir restarle protagonismo al ruido incesante de la obra de un solar cercano.

Despierto untado en mis propios vómitos. La escafandra oxidada, el traje rajado, expuesto a la descompresión. Las señoras empujan nerviosas sus carritos de la compra y me miran raro. Un perro enano me ladra y me enseña los dientes. Yo camino muy despacio con pies petrificados en cemento hasta llegar a una autopista. El sol de este planeta me abrasa. Perlas de sudor caen por mi cara como meteoritos. Me han robado el reloj astronómico, pero algo me dice que los restos de la “Alquimia-NEY623” ya no pueden andar demasiado lejos.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

UNA LUCIERNAGA EN LA NOCHE

UNA LUCIERNAGA EN LA NOCHE

Soy un jodido zombi. Un zombi anónimo y sin nombre. Mi nombre a estas alturas ya no le interesa a nadie. Nadie lo sabe, pero los zombis, además de comunicarnos por gruñidos sin sentido, somos comunistas. Los comunistas no creen en el individualismo. Somos individuos en masa, esclavos del rizoma apocalíptico. El apocalipsis es nuestro único gobierno y yo guardo mis intestinos en un cajón de la nevera porque no quiero que se me estropeen más de la cuenta. Lo que cuenta es el caos y la anarquía. La anarquía del cerebro. Los cerebros son siempre una bendición de Dios. Dios se ha librado de ser zombi porque el muy listo no existe. Existen, eso sí y a pesar del caos, algunas normas y los zombis veneramos nuestras jovencísimas tradiciones y costumbres. Acostumbramos a bendecir cada uno de nuestros hábitos purulentos y macabros. Macabro es sin duda obsesionarse con los cerebros ajenos. Lo ajeno es lo que no pertenece a uno mismo y somos muy conscientes de que los cerebros de otros no se deberían de comer. Comemos, sin embargo, por una especie de absurda y poderosa gula. La gula cerebral es un grave pecado, pero nosotros lo hemos declarado actividad artística, cultura de lo estético, nuestra autentica fiesta nacional. Las naciones ya no existen, solo existimos los zombis y tú. Tú no eres un zombi, aún. Aún crees que hay más como tú en algún lado de este planeta. El planeta ha cambiado, pero tú te aferras a tu insulsa vida sin sentido, solo como una luciérnaga en la noche, y ni tan siquiera parece que puedas entender mis gruñidos tras tu puerta. La puerta no aguantará mucho más. Más zombis llegan al escuchar tus gritos agónicos. La agonía más perturbadora es la de la sonrisa inerte de la extinción. Extinguirse es como morir eternamente. La eternidad es como una plaga sin cura. Las curas y los milagros son los primeros en diluirse con el fin del mundo. El mundo como lo conocías antes protagoniza en estos momentos su propia despedida. Las despedidas tampoco existen ya tal y como tu las conocías, ni los reencuentros emotivos. Motivo suficiente para tu anodino final ha sido el no economizar con las balas de esa pistola que hace dos días encontraste. Te encuentras por ello llorando, en estado de shock, claudicado por el agotamiento, el terror y la desesperación. La desesperación de ver caer la puerta y haber perdido ya la cuenta de cuantos disparos iban. Iván Sainz-Pardo "La ira dormida" ©2010

PEQUEÑO INFINITO

PEQUEÑO INFINITO

 

 

 

 

 

 

Grítame bajito y despierta mi yo más sonámbulo porque esta noche quedamos para fugarnos juntos de este pequeño infinito.

Te espero en penumbras. Tú elegiste el lugar, tú ingeniaste el plan. Tú me animaste a huir de aquí. Ambos estamos encerrados en este edificio. Me impaciento, entro en pánico. Te retrasas demasiado. Suenan las sirenas, ladran los perros y las luces comienzan a iluminar el patio. Vienen a por mí, pero yo no quiero irme si tú no llegas.

Tu plan ha funcionado. Ya soy libre. Aunque ahora me siento encerrado de nuevo bajo la condena de este estremecedor infinito sin ti.

 

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

 

 

 

 

 

 

PELOTAS EN EL TEJADO

PELOTAS EN EL TEJADO

Leo tus labios desde lejos y al final me decido a robarte como si fueras un libro, para leerte por completo. Yo también te gusto así que salimos juntos y yo me decido a bajar el volumen de mi mundo imaginario para escuchar tus palabras. Sin embargo, estas no me arrastran a la realidad, no me indican el camino a la superficie. Cuando miramos atrás, llevamos varios años compartiendo agenda y cama.
Pero, poco a poco, te incomoda mi silencio, mi mirada chapoteando en tu alma. Me lo certifica tú monólogo, agónico y trastabillado. Y así, paseando juntos por la ciudad, nos abrigamos con un silencio inesperado y agradable. Enseguida te entra calor:

-Bueno, ¿y tú? ¿Qué has hecho hoy?

Yo primero me paseo por el siglo decadente de tu mirada y después te contesto mirando al suelo:

-“He abierto los ojos. Con un café en la mano, he desafiado a ese extraño con cara de sueño en el espejo. He ensayado una sonrisa con mis fracasos favoritos y le he sacado brillo a mis gestos más oxidados. Saboreando la traición, me ha entrado hambre y he matado la mañana por la espalda. Luego, mientras me improvisaba sin ganas un sándwich imposible, me he asomado al abismo de odiar la mayoría de mis hábitos y he saltado utilizando el resto de la tarde como paracaídas. No se abierto, se ha hecho de noche y me he estrellado de bruces contra tu llamada de teléfono.“

Tú me miras sin entender. Y de nuevo caminamos en silencio. Entonces me preguntas muy seria si te quiero. Esperas una respuesta. Así que yo respiro hondo, me balanceo en una especie de columpio invisible y jugueteo con la pelota que has arrojado a mi tejado. Yo te miro de nuevo a los ojos:

-“No quieres estar sola, tu vida te resulta tan asfixiante como una celda intestinal, así que sacas tu ego a pasear con la correa. Ahí afuera hay egos babeantes con la rabia, hay egos con pulgas, hay egos campeones del mundo y egos abandonados en cunetas. Tu ego le ladra a la luna para terminar siempre peleándose con otros egos. En tu entusiasmo social hay demasiadas cilindradas espectaculares para demasiada escasez de gasolina. En tus costumbres hay mensajes subliminares disfrazados de anuncios de neón, hay delirios comunes que te destierran sigilosamente, que te apartan de la mesa en la que has concentrado todas tus apuestas.
Supongo que solo somos aquello que hacemos y tú ya no haces nada de lo que hacías antes. Quieres ser libre, me dices, quieres transformar las ilusiones en cosas tangibles. ¿Quién soy yo para impedírtelo?“

Ahora me miras irritada, confundida. Yo continúo:

-“Dices que quieres ser feliz, en líneas generales pero, contradictoriamente, no le dedicas tiempo a las pequeñas cosas que realmente te hacen feliz. Quieres sinceridad, pero te niegas a escuchar de los demás todo lo que no te gusta oír. Arremetes contra el viento que tú misma soplas. Quieres llamarle a las cosas por su nombre pero, ¿sabes? lo verdaderamente importante casi siempre es innombrable o indescriptible, aunque, de todas formas, no tiene mucho sentido amar o darle consejos a una amiga imaginaria.”

Entonces detienes el paso y me gritas hecha una furia:

-¿Imaginaria?, ¿Se puede saber de qué cojones estás hablando?, ¿Qué demonios te pasa? ¡Olvídame, eres un imbécil y un jodido chalado!

Enfadada, te pides un taxi y yo vuelvo andando a casa. Una vez allí, pillo una cerveza de la nevera y subo a la terraza. La luna ilumina mi escalada hasta el tejado.
La ciudad dormita tranquila. Saco tú pelota imaginaria de debajo de mi camiseta y me siento a beber a solas, rodeado de docenas de pelotas imaginarias de todos los colores.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010


TIEMPO DE DESCUENTO

TIEMPO DE DESCUENTO

Mi habitación es una escafandra en el fondo del océano. Abrí la ventana para ventilar y me saludaron los tiburones. Mi cama es tierra de nadie, mis mañanas tierra hostil, ayer se rompió la tregua y no ha vuelto a salir el sol. Las noches se suceden como espejismos de negociación, pactos de desobediencia controlada. Sigo siendo preso y abogado defensor, multa y fianza, antidisturbios y manifestante, veneno y remedio para el letargo de mis contradicciones. Ahora sigo la estela absurda de estrellas muertas, gateo rastros fortuitos en el jardín del destino. No estoy solo, todos mis yos bailan su ceguera destrozando mi piso. Los dejo allí y me voy solo a comprar al supermercado. Por el camino, me busco con la mirada en el parque de la razón y me encuentro allí distraído, jugando con corazón de niño la condena de seguir perdido. Vuelvo de la compra y me pongo a recoger los restos de mi locura. Pego con un pegamento del chino todas las cosas que no termino. Construyo con ellas un espantapájaros con el que ahuyentar mis temores. Pero no todos se van. El calor no derrite la pereza, el frio no conserva todos mis recuerdos. Lamo mis heridas con la música casual de mis vecinos. Soy consciente de que lo mismo que me agarra desesperadamente a la vida es lo que, cada una de las veces, me deja caer alejándome de los sitios que conozco. A veces en mis telediarios no pasa nada. Enciendo la tele. No me sienta mal el traje de presentador. Noticia de última hora: Hoy por fin me atreví hacerle un gol a la vida, me lo metí en propia meta en el tiempo de descuento y ya tampoco me gusta el futbol.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

EL NIÑO MUERTO

EL NIÑO MUERTO

El niño muerto se esconde bajo las sábanas, aguanta las ganas de hacer pis para soñar con escarabajos de colores y reptiles que mudan la piel. El niño muerto construye unas escaleras con sus dientes de leche y las sube dormido. El niño no sabe que esta vivo, camina escaleras arriba como un fantasma, con la mirada perdida. Mientras, su madre fuma en el salón y su padre llora en el despacho, impotente, delante de las páginas en blanco, sabiendo que su hijo muerto vive encerrado en un comic que nunca llegará a publicarse.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

HOUSTON, TENEMOS UN POEMA

HOUSTON, TENEMOS UN POEMA

No hay dos opiniones humanas exactamente iguales en todo el sistema solar.
Orbitamos sin remedio la distancia que nos separa del resto, aplastados bajo la gravedad implacable de todos nuestros miedos, sintiéndonos como extraterrestres en nuestro propio planeta.
No hay grises en un arcoíris de tan solo dos colores. Los colores no existen en una civilización de formulas caducadas, de historias clonadas para audiencias ya extinguidas.
Me he acostumbrado a aguantar la respiración, a adoptar las formas más sedientas y absurdas, pero también menos dolorosas. Me he acostumbrado a navegar la resaca antes de ingerir los hundimientos. Me he acostumbrado a agarrarme a los suspiros sin rasgarlos, a escalar muros invisibles para mirar al otro lado. Y es así, como entonces decido mirar pasar la basura espacial a través del ventanuco de mi cápsula. Voy contando los satélites fuera de servicio mientras susurro. Pero estos suenan al revés, como poemas anónimos, sin rima ni sentido alguno. La dictadura de mis sentimientos somete mis intenciones bajo su puño y mis palabras se disuelven con la lluvia torrencial que provoca el alboroto de cada despertar. Mis propios pensamientos mienten, conspiran y las elecciones en mi cabeza terminan con otro presidente muerto más para el recuerdo.

Floto a la deriva en mi capsula espacial y no puedo huir de quien soy. Me he acostumbrado a sentarme cómodamente en los extremos. De esta forma, unas veces mi vida se parece a una triste ecografía sin bebé y otras, sin embargo, se parece más a un entusiasta doble salto mortal digno de cuatro benditos dieces.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010


MI MADRE

MI MADRE

Mi madre tenía la mirada triste y la sonrisa en la boca, mi madre se peinaba en lágrimas desnudando con caricias ciegas cada una de las mañanas. Mi madre deshacía en secreto los nudos de las gargantas, mi madre se ataba a la borda de todos los barcos sin bandera.
Mi madre despertaba sin esfuerzo la piel de gallina con sus palabras, se emborrachaba a diario de tormentas, volaba con el viento casi siempre en contra. Mi madre buscaba secretos escondidos con cada una de sus miradas rotas, sembraba ángulos muertos con el deseo improbable de recoger líneas rectas. Mi madre interpretaba con sus formas vitales todas las sombras heridas en una realidad a la deriva. Mi madre bailaba sola, cantaba en sueños, brindaba con la esperanza cada mañana para poder agarrarse a la vida. Mi madre soñaba despierta con vías muertas y con distancias infranqueables. Mi madre pasaba las noches en vela dentro del mecanismo de un reloj parado. Mi madre se fue un día sin apagar las luces, porque quiso huir como la única forma posible de seguir estando presente sin dejar de ser quien siempre fue, una mujer maravillosa y también una mujer enferma, que solo supo vivir su vida intensamente dejando, tras de sí, una huella auténtica, imperecedera y hermosa.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009

LA CALLE DEL UNICORNIO

LA CALLE DEL UNICORNIO


Bajo por la calle del unicornio, inundada con publicidad en vallas, marquesinas, y posters. En todas ellas se anima a salvar el planeta luchando contra el cambio climático a cambio de comprar coches, diamantes, aspiradoras, seguros, tostadoras o abrigos de piel.
Me acaricio la sien, los pinchazos no cesan y aún sigo sin recordar el lugar del homicidio múltiple de mis neuronas anoche. Imagino centenares de cadáveres en descomposición, apestando a través del vapor de mi aliento alcoholizado.
Desperté en el vagón de un metro, con dirección a ninguna parte, salí tambaleándome hasta alcanzar las escaleras que suben a la calle.
Me fijé en la gente, en sus rostros neutros, grises, opacos, circulando como autómatas, preprogramados por sus horarios, por sus propios roles bajo las reglas de una sociedad impuesta, como avatares esclavos al propio juego de la vida. Las cámaras de seguridad se muestran en pantallas y monitores, los protagonistas son los humanos vistiendo casi igual, utilizando los mismos gadgets, compartiendo hábitos y acciones, comprando las mismas cosas en las mismas tiendas, interactuando bajo los mismos códigos impuestos, cargando sus cuerpos por el hormiguero de una sociedad capitalista. Nos enseñan a renegar de nuestros principios, a engañar nuestra consciencia, a evitar el criterio propio, nos bombardean con información contradictoria, nos confunden con valores de cartón piedra, nos incitan a perseguir oasis virtuales y a soñar con estados de felicidad holográfica, controlándonos y transformándonos en perfectos y logotomizados consumidores compulsivos.
El brazo me pica incesantemente, es una especie de escozor que no consigo reconocer. Me detengo ante la puerta de una clínica de cirugía estética y en el antebrazo me descubro un tatuaje penetrado en tinta negra, los bordes inflamados en un litoral sangriento. El dibujo forma una frase con cuatro palabras que ayer no estaban ahí.

“DIOS ES UN BROKER”

En esos momentos, por la puerta sale una joven, no tendrá más de dieciséis años, pero va vestida y arreglada como la putita del dueño de un casino. Me sonríe y se dirige directamente a mi, asegura conocerme aunque yo estoy seguro de no haberla visto antes en toda mi vida. Me acordaría de ella si fuera de otra manera porque, debajo de todo el maquillaje, se adivina la niña más guapa y perfecta que mis ojos han visto. Me da un beso en los labios, me agarra del brazo y me devuelve al metro de nuevo sin dejar de hablar sobre la fiesta en la que estuvimos anoche. Me empuja al baño de mujeres, me empuja dentro de una de las cabinas y dentro me coloca mis dos manos sobre sus dos pechos erguidos y generosos. Se desnuda toda la parte de arriba y me los muestra muy orgullosa. El regalo de cumpleaños de su padrastro. De mi pantalón extrae una bolsita de plástico a la vez que me los baja hasta los tobillos. Extrae dos capsulas rojas, se traga una y me mete a mí la otra en la boca. Se arrodilla y se apodera de mi polla.
Desde ahí abajo se dirige a mí con sus preciosos ojos verdes. Descubro que esta llorando.

“Es cierto que el dinero no da la felicidad, pero ayuda a aparentarla ante los demás.”

Silencio. Yo miro al techo, en mi paladar explota un sabor amargo metálico, mis ojos se apagan en un manto negro hasta que pierdo el conocimiento.

Despierto en el vagón del metro, de nuevo me apeo tambaleante en la siguiente estación. La gente me empuja y yo busco el nombre de la estación mientras me rasco el picor del antebrazo.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009

EN VIA MUERTA

EN VIA MUERTA

Me seduce planear, con el suficiente empeño, lo de menos termina siendo el realizarlo. Me seduce el tono, pero me aburren las frases desarraigadas de sentimiento. Sueño dramas universales, retirado en una caseta en el jardín botánico de tu alma. Tu moto no arranca, tu plan esta hecho trizas, en la puerta aúllan todas tus mascotas muertas. Tan solo deseas huir y tomas la puerta trasera con una maleta vacía. Aliñas tu escapada con el veneno de todas las promesas olvidadas. Quemas una a una todas las naves y con ellas la esperanza de vencer en contra de todos tus principios. Mis soluciones desesperadas son planes perfectos para ti, mis miedos historias épicas, mi delirio es como tu Biblia y mis huellas tu único mapa, pero aun desconoces la ira irracional que me produce todo lo que cae mas allá de mi jodida parcela. Vete y olvídame. Que te sonría ya no significa que perdone todas tus palabras. Tu atentado reventó el mercado y desde entonces, mi sonrisa solo cotiza a la baja.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009