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EL ESCONDITE DE IVÁN

LA ALQUIMIA-NEY623

LA ALQUIMIA-NEY623

Los ciervos me visitan mientras duermo la borrachera en el parque. Pastan sin temor junto a mi cuerpo inerte. Mientras, yo viajo muy lejos del bullicio de la vajilla rota de mi vida. Floto por el espacio infinito. Me deslizo despreocupado más allá de la ruta planeada, por el silbido sideral, ya en la antesala de la clínica mental de Dios. Llego y allí no me abre nadie.

Las aguas del lago, con la primera luz de la mañana, pestañean guiños plateados que iluminan mi rostro ausente. Los animales han regresado con sigilo a su agujero negro. Los pájaros se esfuerzan ahora con sus canticos matutinos para tratar de conseguir restarle protagonismo al ruido incesante de la obra de un solar cercano.

Despierto untado en mis propios vómitos. La escafandra oxidada, el traje rajado, expuesto a la descompresión. Las señoras empujan nerviosas sus carritos de la compra y me miran raro. Un perro enano me ladra y me enseña los dientes. Yo camino muy despacio con pies petrificados en cemento hasta llegar a una autopista. El sol de este planeta me abrasa. Perlas de sudor caen por mi cara como meteoritos. Me han robado el reloj astronómico, pero algo me dice que los restos de la “Alquimia-NEY623” ya no pueden andar demasiado lejos.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010

2 comentarios

IVAN -

... rompí la botella y saqué el papel. Estaba enterrada exactamente donde venía en el diario que encontré. En el pael un mensaje: "Vi una luz en la noche precipitarse sobre la superficie infinita del oceano. El horizonte se la tragó sin dejar rastro alguno"

Marina Khalo -

Admitámoslo:
Todas las expediciones del Alquimia_NEY han sido un fracaso para las autoridades. Su destino no era la Tierra, pero por ella vagan sus solitarios y melancólicos tripulantes. No se les identifica ni por sus rasgos anatómicos ni por su indumentaria (pierden la escafandra una vez llegan al lugar equivocado). Si algo tienen en común, es su entropía y la necesidad de narrar sucesos a simple vista inconexos. No son antisociales, pero a menudo se apartan del grupo. En este puro recogimiento, escriben. Uno de los primeros cosmonautas ha sido Ray Bradbury. Releo “Crónicas marcianas”, “Caleidoscopio” y “El hombre cohete”. Durante mucho tiempo creí que en estos escritos se encontraría la respuesta. Su genialidad avalan nuestras dudas y nuestra fatalidad.

Aceptémoslo:
No regresaremos nunca. Del cuaderno de bitácora que cada uno pueda escribir, surgirá un canto, una voz antigua y suave que hable del tiempo en que el mar bañaba las costas con vapores rojos. ..” Un mundo de gente a la que se podía dar tiempo, dinero, palabras y recibir muy poco o nada como respuesta”.

La última noche me visitó una manada de ñus a orillas de un mar seco. No encuentro el valor para descifrar el mensaje.