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EL ESCONDITE DE IVÁN

LA IRA DORMIDA

FUGAZ

FUGAZ

Yo aun sueño mientras tu haces el café, te hablo cuando duermes y cocino cuando tu ayunas. Llamo cuando no estas, te miro cuando te alejas y llego a punto cuando te vas. Yo bajo las escaleras cuando tu coges el ascensor, medito mientras tu hablas, me agarro cuando tu te sueltas, solo intuyo mientras tu sentencias y te visito cada una de las veces que tu no estas. Pero nada de esto importa. Aun no nos conocemos.


Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009

LA CORREA ROTA

LA CORREA ROTA

Seguí tu manual, perseguí tus huellas, escuche tu voz, tu risa detrás del bosque. Me hundí con todos los botes y barcos que llevaban tu nombre.
Lloré todas las lágrimas que me atreví a portar conmigo. Las ventanas se golpean por el viento, el mar ruge, el sol abrasa, los animales salvajes se matan entre ellos dentro de mi corazón cada mañana. Las ramas de los árboles me descubren nuevos secretos mientras las aves coreografían nuevas despedidas.

¿La vida es dueño o es perro? Yo paseo con la correa rota, sin saberlo y practico la esquizofrenia comportándome como ambos. No se si estoy dormido o sigo despierto, si soy el negativo de una foto, el fotógrafo o el protagonista del encuadre. Desconozco cuantas veces he cambiado el plan antes de la última vez. He olvidado de quien o de que huía, he olvidado con quien es el reencuentro o si alguien me espera, he olvidado lo mas importante o quizás nunca tuve la menor idea. Pero no toméis muy en serio mis repentinas desapariciones, de pequeño quería ser "Superman" y ahora me veo sobrevolando mis miedos tan solo en algunos de los pocos sueños que recuerdo. Y lo cierto es que, durante el tiempo en que no permanezca completamente dormido, me conformaría con llegar a ser "El hombre invisible", para dejar de estar sin estarlo y tan solo susurraros desde la ausencia y con ilusión renovada los detalles de mi vida entera. Y es que, mientras la vida chirria, yo escribo a mi paso una bonita cancion sobre la que poder caminarla.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009


LA NIÑA MUTANTE

LA NIÑA MUTANTE

La niña duerme placidamente su rostro perfecto, descansa la cuenta atrás borrando las estelas a su paso. La niña quiere amor y baila sola en la gravedad cero de su imaginación, luciendo tanto como una calcamonia japonesa en el brazo de un suicida mutante. La niña quiere jugar a misiones imposibles, a viajes en el tiempo en agujeros de gusano. La niña quiere amor y unos labios generosos que idolatren los suyos. La niña cuenta ovejitas muertas en mataderos espaciales, se purga con mejunjes tóxicos y comida vegetariana. La niña sueña despierta todas las vidas que quisiera protagonizar. Ríe, llora, susurra intimidad o gime cachonda como una ninfomana sideral, excitada como una pasajera en su primera misión intergaláctica. A veces, se mira durante minutos al espejo y se habla a si misma, se pellizca el brazo intentando retener un momento verdadero o aúlla triste y solitaria como la perra Laika, perdida en la rutina de una orbita extraña y desconocida. La niña es adicta al peligroso sedante de sus recuerdos, al acostumbrado tintinear de las piezas rotas del corazón a su paso. La niña me mira a los ojos y me sonríe enamorada, para desaparecer sin mas, apretando el botón rojo con el que, cada una de las veces, irremediablemente, todo salta por los aires para volver a comenzar desde cero.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009

DELANTE DEL ESPEJO ROTO

DELANTE DEL ESPEJO ROTO

No hay nadie. Yo entro y tú saltas fuera. Los acordes son islas separadas tatuándose en tu espalda, asesinando la única canción sin verbos imperativos que hablaba de nosotros. Soy un monstruo, un profeta enmudecido, un equilibrista borracho bailando sobre el muro de la vergüenza, oteando la frontera silenciosa que nos aísla, el muro invisible que ahora nos delimita y nos separa. La tristeza es fría como el acero, el miedo pesado como el cemento armado. La piel curtida, el corazón rasgado, caricias de sangre seca, palabras enterradas, hojas caídas, promesas putrefactas. Confía en mí. Confía en mí... pero el espejo esta roto.
Hoy me siento tan solo como un payaso llorando en su camerino mientras, ahí afuera, le esperan las luces encendidas y las sonrisas impacientes de todos los niños del mundo.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009


AMANECERES INFINITOS

AMANECERES INFINITOS

El orden absoluto destruye el camino de regreso hacia uno mismo. Respiramos exhaustos por la grieta creciente de nuestras almas corruptas. No hubo punto de partida, el comienzo fue un salto al vacío sin carrerilla. El principio tan solo fue el esbozo entusiasta de un sueño en una servilleta arrastrada por el viento. Abigarrada marea de sentimientos contrapuestos para una guerra civil interior. Y nuestros ejércitos diezmados por la ceguera de nuestras conciencias enturbiadas.
Vivimos aletargados, malgastando nuestras vidas luminosas, muchas de las veces sin llegar a dislumbrarlas, perdidos en tierra de nadie, como en mundos yuxtapuestos. Sobrevivimos confinados como los habitáculos de miles de pollos aterrorizados por el cruel y aterrador Dios de los amaneceres infinitos.
El alimento de nuestras propias mentiras va adoquinando placenteramente el camino bajo nuestros pies, cicatrizando nuestras almas con cada paso. Las cicatrices se convierten en un mapa sin tesoro escondido. Un mapa en el que vienen marcados todos nuestros supuestos pilares fundamentales. Caminamos entre las ruinas, por parajes desconocidos, atenazados por la sobrecarga de tener que acarrear con todos nuestros miedos. Sin embargo, cuando ya nos vemos destinados a claudicar, nos sorprende un instante, una revelación. Y alzamos la vista de nuevo para comprender que, únicamente seremos capaces de sentirnos realmente libres, cuando le perdamos el temor al bosque, cuando perdamos el temor a abandonar el camino, cuando, valientemente, fundemos nuestros propios senderos y todos los himnos del mundo allá afuera dejen de representarnos.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009

LA HORA DE LOS IMPOSTORES

LA HORA DE LOS IMPOSTORES

El sábado llegue a Munich a tiempo de ver en el Keller de la residencia la exhibición del Barcelona en el Bernabeu. El cole ha cambiado mucho. No me refiero al edificio en si, ni a sus instalaciones. Estas siguen igual de jodidas que hace cinco años, pero lo que si ha cambiado ha sido la gente y el espíritu del Colegio Español de Munich, que siempre lo han encarnado sus residentes. De mi quinta tan solo quedan Nico, actualmente el inquilino más antiguo, que enseguida no más verme entrar con las maletas por la puerta ya se preocupo de mi, y Alfredo, al que pude saludar poco después. Alfredo entró al cole la misma semana que yo en el 2001.

El domingo me levanté triste. No tenía ganas de nada. Prácticamente no salí del cuarto en todo el día. Me sentía muy extraño y no me apetecía ver a nadie. Leí un rato, me vi 5 capítulos seguidos de la séptima temporada de “The Shield”, para mi, sin duda, la mejor serie de policías de todos los tiempos. Después me vi la segunda parte del Atlético de Madrid- Betis por Internet. Soporífero el espectáculo, todo, menos el resultado. Este fin de semana nos tocaba ganar. Me dolía mucho la cabeza, seguía decaído, pero continué viendo “El patio de mi cárcel” Lo cierto es que la película no me llegó y me dejo indiferente. Entonces puse la radio por Internet y lentamente me quede dormido con el murmullo.

Ayer lunes me desperté pronto, bastante mas animado. Me duché, compre unos Butter Brezel de camino y desayune en casa de Christoph, el productor alemán de “Terapia”. Repasamos el casting, trabajamos un rato y después me fui a casa de Philipp, el compositor habitual de mis cortos con el que estuve hablando de muchas cosas y claro, también de “Terapia”. Le gustan mucho los cambios en el guión y entrecruzamos bastantes ideas. Comimos juntos acompañados de una de sus hijas pequeñas y de Sandra, su mujer. Son una familia encantadora.

Después me pasee cerca de la Hauptbahnhof y estuve comprando cosas que aún necesito para la habitación y para mi estancia aquí.
Una hora más tarde, me comí un Kebap en la tienda de la Turca, junto al Cole, y me subí a trabajar un poco en mi cuarto con el portátil. Charlé un par de horas con Manuel por el Skype, me contagié de su optimismo, también saludé a Marcel y mantuve una videoconferencia con Lucy. Bajé a cenar algo y a charlar un poco con la gente. Alfredo propuso ver una película en el Keller. Me vi con unos cuantos y por séptima vez “Zombies Party” y lo cierto es que volví a disfrutarla como un enano.

Estoy de nuevo en la habitación 207, escucho música mientras escribo empapado de recuerdos y me pregunto si, en estos momentos, habrá otro Iván idéntico a mí tumbado en el sofá de nuestra casa en San Cugat viendo la televisión. Me pregunto si únicamente seré el reflejo en un espejo medio empañado, el eco o la voz en un pasillo solitario, la sombra del león o la del domador, el extra o el protagonista, el verdadero yo o el impostor. Y no pondré el despertador para mañana levantarme cuando todos los juicios hayan terminado y las cárceles hayan extraviado a todos los locos, cuando los zoológicos estén silenciosos y los planetas, distraidos, vuelvan a mearse en sus orbitas prometiendo colisiones extraordinarias. Me despertare cuando la música haya terminado, cuando el día se haya despedido y las sombras ya no jueguen al despiste. Me despertare, pero no abriré los ojos, no me moveré, por si la mañana pretende sorprenderme con la hora de los impostores.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009

NOCHE ESPACIAL

NOCHE ESPACIAL No hay nada.
Flotamos solos en el espacio infinito de nuestra propia ceguera existencial. Solo somos homínidos tristes despertando en el espacio exterior, vagando junto al eco imperecedero de las estrellas muertas.
No hay nada, tan solo el murmullo cósmico de la energía transformándose en el aliento suicida de las supernovas. Y el universo entero proyectándose en algún lugar de mi mente, como la ensoñación de un inquilino loco. Ecos siderales, viajes estelares, procesos mentales, actividad neuronal, información genética y agujeros negros.
Viajo en el tiempo, errando entre los recuerdos y las obsesiones, perdido en la dictadura de mis necesidades más básicas.
No hay nada, tan solo somos nebulosas tatuadas en el cielo, planetas sujetos a orbitas cambiantes, somos curvas, rectas, números, cálculos matemáticos, química, física, lagrimas cristalizadas en proyectiles para nuestros sentidos.
Somos como una lluvia ciega de meteoritos bombardeando la noche espacial. Tan definitivamente juntos, tan infinitamente solos, encerrados en la libertad aterradora y absoluta de tener que vivir nuestras propias vidas.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009

MUERTOS EN EL JARDIN

MUERTOS EN EL JARDIN

El jardín esta lleno de agujeros y yo conduzco sin carné subido a una estrella fugaz, huyendo de los rabillos de ojos ajenos.
De nuevo en tu puerta, me dispongo a recoger mis cartas sin abrir, mis preguntas sin contestar, mis besos huérfanos. Algunos de mis sueños ya son de cartón mojado, pero tú me propones lluvia y vientos huracanados para comer junto a las espinacas del congelador. Vivo eternamente invisible en la digestión ciega de tus colores favoritos, encerrado en las interferencias, en los apagones, en los anuncios, en los parpadeos.
La valentía no es exigible cuando el miedo continúa siendo el pegamento más eficaz del planeta, cuando en nuestro paladar aun podemos saborear el antídoto caducado de nuestras propias desgracias.
Vuelvo a casa, cambiaste todo el parque del suelo por tierras movedizas. Con una generosa sonrisa me preguntas que me parece, yo callo y miro hacia el jardín. Ya solo deseo poder comenzar a enterrar nuestros muertos con algo de dignidad.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009

LO QUE DURE EL VIAJE

LO QUE DURE EL VIAJE

El piloto habla tranquilamente de las vistas por el megáfono, las azafatas sonríen y sirven el café como pueden bajo las graves turbulencias. Tú gritas:

-¡Nos vamos a estrellar!

Pero la mayoría te mira molesta y reclama silencio para poder seguir viendo la tercera parte de la adaptación al cine de “Sexo en Nueva York”.
Un hombre mira con desprecio su nuevo y magnífico reloj de pulsera, se lo quita, lo guarda en el bolsillo y se compra otro parecido que anuncia el catálogo en sus manos.

-¿Cómo pueden seguir todos tan tranquilos? ¡Miren por las ventanillas! Gritas con desesperación, mientras observas como parte del equipaje se precipita al pasillo sin llamar la atención de nadie.

-¡Cállese de una puta vez! Grita una señora levantando brevemente la vista de su móvil de última generación.

Una azafata acude con dificultades hasta tu asiento desde el que, nervioso, te revuelves mirando insistentemente por la ventanilla.

-¿Qué le ocurre señor?

Respiras hondo. Por la ventanilla, ves la tierra cada vez más y más cerca. Una lágrima recorre precipitadamente tu rostro.

-¿Es que nadie va a hacer nada?

La azafata te responde con una sonrisa autómata y manufacturada:

-No se preocupe, esta usted en 1º clase. ¿Desea usted comprar algo del catálogo? ¿Tiene tarjeta de cliente?

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009


COMO VICTIMAS DE LA METAMORFOSIS DE UN SUBSUELO IMAGINADO

COMO VICTIMAS DE LA METAMORFOSIS DE UN SUBSUELO IMAGINADO

Podemos olvidarnos de casi todo, algo puede fallar, ver formateado nuestro disco duro. Podemos ingerir serpientes interminables, seguir el rastro de ecos reconocibles, voces, palabras grises. Todo puede ir rematadamente mal detrás de nuestra sonrisa nueva, un mero instante inesperado, un detalle silencioso puede arrebatárnoslo todo, amputar nuestro mejor sueño, asesinar una ilusión sincera, alejarnos de lo único que consigue hace sentirnos vivos cada día.
Hoy, en esta mañana invernal, bajo el letargo del cemento endurecido, una raíz moribunda se amotina, se hace fuerte y amenaza con hacerme recordar. Se que no durará, que el tiempo a duras penas habla nuestro idioma, pero bastará con devolverme un solo fotograma. Un fotograma de felicidad auténtico que me impulse de nuevo a luchar por el collage completo de la vida que de verdad quiero para mí. Ahora lo sé, no necesito el sol, mientras pueda seguir imaginándolo.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2009

DOMINGO UMBILICAL

DOMINGO UMBILICAL

Me refugio en la retaguardia escurridiza de un segundo de felicidad, me sumerjo en la bañera para aparecer en otro domingo distinto.
Desde la cama de mi antiguo cuarto, puedo oír discutir a mis padres en el salón. En mi regazo tengo los apuntes para un examen de matemáticas de 7º de EGB, un diario y un bolígrafo de tinta azul. Le doy una patada a los números y comienzo a escribir en el diario sin pensar, como un autómata. Según escribo, descubro palabras que hablan sobre el terror de esas sonrisas que esconden dientes podridos y apretados, sobre esas palmadas en la espalda cuando quieren vaticinar una inminente traición, sobre el escozor y el desgarro de la despedida cuando es rotunda e inesperada. Palabras que me describen huyendo de todo esto dentro de una bañera que no conozco en un domingo del futuro.
No aguanto más la respiración y saco la cabeza de debajo del agua. Los dedos de mis pies asoman por encima del agua. Poco a poco mi respiración se silencia de nuevo y la tarde se reconcilia con el singular sonido de la caída.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2008

EL ULTIMO DÍA

EL ULTIMO DÍA


La luna llena protesta, no nos deja dormir. Nos dice en sueños que no cabe entera dentro de estas noches tan cortas de verano. Después llega el día y el sol sonríe, déspota, nos odia profundamente detrás de su mascara. No pises el puente, el hierro quemará tus pies.
Bordeamos el mediodía paseando por la ribera de un riachuelo insignificante. El sol aprieta los dientes y tú decides sonreírle de vuelta con tus gafas de sol puestas. Yo, mientras, camino a tu lado, talando tobillos imaginarios, derribando gigantes, parcheando mi autoestima, achicando con mis propias manos el miedo que amenaza mi pecho. Cae la tarde, desangrado el último día, el sol marcha, ingenuo y sin despedirse. Regresa de nuevo la luna, esta vez inmensa y poderosa, protagonista absoluta de la que será una noche eterna.
“No volverá el sol”, te digo y tu canturreas, confiada, deseando tan solo que no termine nunca este paseo que compartimos. Yo miro hacia el horizonte plateado y sonrío en silencio. Tu aún no sabes que yo, a escondidas, voy comiéndome el único rastro de miguitas de pan que pudiera conducirnos de vuelta.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2008

ALREDEDOR

ALREDEDOR

Ten cuidado, pero no tengas miedo. Escribe, dibuja, susurra hasta los gemidos más minúsculos sin mirar al reloj. Habla, pero también escucha. Mira a través de la ventanilla, disfruta de la soledad, de la piel de gallina, del escalofrió inadvertido, de la resaca de los recuerdos que se escapan. Mójate los pies con la espuma del mar, sécate las lágrimas, acaríciate el cuello, pacta, charla más contigo mismo. Mira más a tu alrededor, fíjate en el baile de los árboles, apréndete el silbido del viento, no huyas de las tormentas, sonríe en silencio, llora como un niño, pero detente, respira hondo por un instante y saborea bien despacio antes de tragarte un nuevo día.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2008

SOLO

SOLO

Salgo al exterior. Las luces de la calle degollan mis retinas. Acelero el paso. La orina recorre, cálida, mis pantorrillas. Me rebusco en los bolsillos. Encuentro una llave oxidada. Se que llego tarde. No se a donde. Nadie lo sabe. Cuento hasta diez. Pienso en ti. Fuiste el único seis en mi dado repleto de unos. Fuiste el hermoso preámbulo de todas mis derrotas. No me pregunto. Preguntarme es lo mismo que quitarme el torniquete. Tampoco me detengo. Detenerme es lo mismo que reconocer llevar toda la vida huyendo.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2008

CIUDAD VACIA

CIUDAD VACIA

No hubo ni muerte ni alumbramiento, dejamos simplemente de ser testigos no más comenzar a serlo. No hubo ruido, ni siquiera un destello. Las ciudades enmudecieron sin aviso y el silencio, transformado en algo hasta ahora desconocido, comenzó a simbolizar, eficazmente, la verdadera naturaleza de la amenaza. Había comenzado a escribir.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2008

SIESTA A LA SOMBRA DEL DOLOR

SIESTA A LA SOMBRA DEL DOLOR

Cuando la mano extendida se vuelve puño contra el tablero. Cuando llega el final, pero nosotros seguimos deambulando como fantasmas sobre el tablero. Cuando el seísmo mueve tus cimientos, cuando agita absolutamente todo lo que crees, el tsunami arrasa más allá de lo que tiene sentido, el huracán azota detrás y delante de nuestro grito. Cuando no sabemos que gritar, conscientes de que con las pesadillas es inútil negociar. Cuando la soga alrededor de nuestro cuello está sujeta por la ira. Cuando la ira es la mirada de un niño ebrio de drogas adultas, dispuesto a imitar las conductas de un infierno de juguete. Apago la televisión, me relamo las lágrimas y me rasco, en silencio, como un mono enfermo en busca de un interruptor en mi propio cuerpo.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2008

NIÑO GUERRA

NIÑO GUERRA


Voy acumulando y apuntando en una libreta los intentos vanos de correr en la dirección contraria, sin el valor de arrepentirme por todo lo que dejé escapar sin ni siquiera reparar en ello.
Un tiro y explota mi sombra de niño en charcos negros que se derraman. Heridas de oscuridad que empañan mis pilares y los corroen.
No te detengas a llorar, no pierdas más el tiempo en pensar el tiempo que pierdes pensando lo que pierdes el tiempo. Aprieta las manos contra el pecho, olvida que hay millones de cosas que podemos perder, que nada en esta vida se puede retener eficazmente y para siempre.
Confiemos en unos pocos, quizás sea suficiente. Hagamos un trato, pactemos una tregua, aunemos las fuerzas, quizás no todo este perdido aún.
Somos como los cepos escondidos ahí afuera a la espera de los animales que llevamos dentro. Somos la suma y la resta de todo lo que experimentan nuestros sentidos, victimas de unos sentimientos esclavizados por nuestros propios miedos, animales moribundos atrapados en cepos invisibles.
Nuestra felicidad es frágil y permeable, nuestra felicidad es como un niño jugando entre las trincheras a ser invisible, al acecho de los francotiradores en un día despejado. Mutamos lentamente en espejismos ajenos, bajo la incertidumbre de no saber si algún día seremos mejor de lo que fuimos.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2008


OFF

OFF

No olvides apagar la luz, por si no volvieras. A oscuras te recordaré, sentado en nuestro sofá. La batería de mi móvil pedirá auxilio insistentemente antes de agotarse. La comida de la nevera comenzará a caducar y tus plantas se irán secando en silencio, bajo un espeso manto de polvo. La visualización de todas tus sonrisas en mi mente me irán acuchillando sin piedad. Nuestra perra seguirá meandose en la entrada mientras yo me desangro. El carrusel nunca se detiene, pero yo deseo tirarme en marcha. Solo el tintinear de las llaves en la cerradura me recuerda que aún sigo aquí.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2008

COMO PASTO PARA LAS VACAS

COMO PASTO PARA LAS VACAS

Recuerdo tocarte la mano, escuchar palabras sinceras y dormir a tu lado bajo un firmamento de tinta china. Recuerdo nuestra complicidad al perseguirnos por caminos imposibles, unidos por los tejidos temporales de una canción a medias.
Lamento perder el ritmo, ver alejarse lentamente a mis amigos, tener que apretar mis labios para no dejar escapar las lágrimas de los días pasados convertidos ahora en pasto para las vacas.

Lamento perder una a una cada salida, sin hacer lo que pienso, dándole la espalda a la imagen original para perderme en la inútil recreación mental de lo que creo bueno.
No estas a mi lado, solo el viento, dormitando en rugido sedentario, acompañándome en tardes fugaces. Y en la boca el sabor agrio e irracional de lo que me merezco por arrastrarme como un animal mal herido, por no intentar romper el cristal que nos separa, por limitarme a sobrevivir en las vidas de los demás, por dejarme llevar por el suculento conformismo basura, por entorpecer la espontánea magia de esos instantes que dan respuesta a mis mejores movimientos.

Recuerdo tocarte la mano, escuchar palabras sinceras y dormir a tu lado bajo un firmamento de tinta china. Recuerdo nuestra complicidad al perseguirnos por caminos imposibles, unidos por los tejidos temporales de una canción a medias.
Lamento perder el ritmo, ver alejarse lentamente a mis amigos, tener que apretar mis labios para no dejar escapar las lágrimas de los días pasados convertidos ahora en pasto para las vacas.

Lamento ensordecer mi propia música con palabras ajenas y conversaciones inútiles. Tú eres la respuesta calculada a todas mis preguntas más hirientes. Tú eres como ese día que esta a punto de llegar, el día en el que todo puede comenzar de nuevo y cobrar finalmente sentido.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2008

TREN A LA NADA

TREN A LA NADA

“¿Sabes?, normalmente mi cabeza coge un tren mientras mi cuerpo se queda en casa viendo la tele”
El camarero no cambia el gesto: “¿Cómo dices?”
“Que me pongas otro vodka solo con hielo” le contesta Alberto.
Alberto se lo bebe entero de un solo trago y después paga. Al darse la vuelta, la pista de baile continúa ahí.
Alberto atraviesa la pista con rumbo fijo caminando entre la gente. “Tú lo que quieres es bailar” le dice Alberto a la morena del vestido de flores, a la vez que la atrapa por la cintura, envalentonado con el calor animoso de los vodkas. “Llevo toda la noche esperándote” le susurra ella pegándose fuertemente a él.
Las luces tintinean, indecisas, creando rincones ansiosos de oscuridad. La música, anónima, no estorba, aunque parece acompañar a la película equivocada. Alberto da otra vuelta a la atractiva joven haciendo volar su vestido de flores y ella, cuando le descubre ahí, medio borracho y asomado a su escote perfecto, se arrima aún más cerca, sonriente, con un notable descaro. Ella le marca con su entrepierna la dirección del baile, tatuándo un rastro invisible que Alberto persigue como si fuera la única salida en el laberinto de todos sus miedos. Entonces, ella le coge de la mano y le arrastra fuera de la pista hacia la intimidad de una de las esquinas cerca de la guardarropía.
El humo artificial y la oscuridad camuflan el encuentro. Los zapatos de Alberto parecen pesar aún más, agarrados al suelo pegajoso. Ella comienza a recorrer su cuello con profundos besos, mientras le guía con la mano de vuelta a su irresistible y generoso escote. Alberto, muy excitado, puede notar como el pezón se endurece poco a poco entre sus dedos. “¿Te gustan mis tetas?”
Ambos se frotan, funden sus cuerpos y la chica morena, atestiguando la magnífica erección de Alberto, le susurra:

“¿Sabes?, normalmente mi cuerpo coge un tren mientras mi cabeza se queda en casa viendo la tele”

Alberto, con el pelo revuelto y la marca de las sabanas aún arrugando una parte de su cara, observa en silencio a Mari Ángeles planchar con aburrimiento sus camisas. El café, olvidado sobre la encimera de la cocina, se mantiene templado gracias a la luz prófuga y temprana de un asustadizo sol de primavera.

Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2008