BESANDO EL ANZUELO
Ya nadie quiere ser normal ahí afuera. Pero todos nos dejamos engañar exactamente de la misma manera. Confundidos, nos rascamos la frustración con las desgracias ajenas en la televisión. Vivimos atemorizados en busca de un rincón de luz, persiguiendo un instante mágico, añorando la piel cuando tirita la distancia entre el éxito y el fracaso para espantar del alma todos los miedos.
Nadie nos contó de niños que cada uno de los días en el calendario de nuestras vidas significaría una nueva prueba. Que la felicidad no es un derecho ni una garantía. Que la felicidad puede ser una canción plagiada y mal interpretada, un playback mal hecho. Que no siempre somos lo que queremos, ni obtenemos lo que buscamos. Que nos podemos convertir en aberraciones de nosotros mismos sin ni llegar incluso a sospecharlo.
Tu apartamento de lujo en el centro, esa ropa pija, esa sonrisa Profident de pago y tus dos coches los subvenciona tu magnífico puesto en la Malboro, pues qué bien, ¿Tendría que envidiarte por ello? Bastante tengo con concentrarme para poder controlar las arcadas y no vomitarte encima de tu impoluta camisa de marca.
Llega el verano y nos atiborramos exactamente lo mismo que en invierno, pero al aire libre. Tomamos el sol con un absurdo cocktel en la mano, sintiéndonos protegidos tras nuestras gafas de sol de diseño en un destino vacacional tan programado y tan falso como el decorado de una zarzuela. A nuestro lado, mientras, la guardia civil desmantela, atiende con apatía de funcionario a los moribundos y aleja de nuestra vista los muertos en otra patera a la deriva. Doble moral, triple moral y perfumes caros para tratar de encubrir el mismo olor fétido de esa diarrea mental que rocía las urbanizaciones de alto standing, los palacetes, las favelas y las chabolas. Hoy los psicópatas y criminales ven el futbol entrajetados y en palcos de lujo junto a nuestros alcaldes. Los politicuchos y los empresarios sin escrúpulos continúan acudiendo a misa en familia cada domingo. Mientras que, cada sábado, continúan engañando sin escrúpulos a sus mujeres teñidas de rubio con las hijas desesperadas y metidas a putas de sus propios trabajadores explotados también sin escrúpulos. Y yo me siento a todo esto como un rapero sin música, observando mis letras huyendo a la carrera y completamente desnudas por el parking de un supermercado. Tu anzuelo es de oro y brillantes, pero no le veo glamour alguno si al final todo se reduce al hecho de ver desgarrada mi boca para siempre.
Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010
3 comentarios
Juan Pablo -
ivan -
Gracias por leerme y comentar lo que te transmite. Que le den a la verguenza!!!
kris -
Realmente es así Iván, la felicidad no es una garantía aunque yo pienso que sí que es un derecho, pero es imposible ser feliz echando un vistazo al mundo. Contemplamos demasiada mierda como para poder ser felices, por lo tanto sólo podemos esperar vivir "momentos de felicidad" que debemos disfrutar a tope.
"Tu anzuelo es de oro y brillantes, pero no le veo glamour alguno si al final todo se reduce al hecho de ver desgarrada mi boca para siempre."
Increíble imagen, Iván... desgarradoramente poética.
Creo que a partir de ahora, te leeré en silencio porque me da la sensación que me repito en los halagos y empieza a darme vergüenza... pero es que tienes un don para conseguir escribir tus pensamientos, plasmando tal belleza, que como esteta que soy, no puedo dejar de admirar y rendirme a ella.
Sigue mirando al mundo a través de tus ojos... un besazo.