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EL ESCONDITE DE IVÁN

SENTADO EN EL LABERINTO (Rescatado)

SENTADO EN EL LABERINTO (Rescatado)

Sentado en el laberinto, miro a un punto fijo sin mirar, espero sin esperar y cuento los minutos, los segundos, las horas y los días con una calculadora de bolsillo.
En el laberinto, hay rosas de muchos colores, pero todas pinchan. Y hay desgraciados desparramados por los bancos, que beben cerveza de lata ya desde las siete de la mañana. Uno se levanta con desgana para ir a trabajar, con el estómago aún encogido, y se los encuentra abriendo ya la primera. A la vuelta, siguen aún en el mismo sitio, así, como si el tiempo no pasara, ebrios, alborotando como chiquillos.
Ahora cuento con mi calculadora los trabajos en los que no me gustaría trabajar y utilizo las centenas y los millares, mientras, los pájaros pían confundidos sin saberse sus propias canciones.
Aquí sentado, me gusta observar a la gente e imaginar sus vidas. Aquí sentado, me gusta imaginar a la gente y observar sus vidas. Aquí sentado, circulan delante de mí, todas esas vidas silenciosas, gentes con prisas en los bolsillos, gentes sin rostros peculiares, sin respuestas, ni mensaje.
Llueve sobre y bajo el telón gris de los días, lluvia amarga que cala desde arriba, y desde abajo. Llueven lágrimas de ciudad por los cuatro costados, y los autos sacuden su ira en tormentas ficticias, rasgando silencios. Las ambulancias y la policía de sirenas estridentes deambulan, fugaces, buscando desgracias y vidas consumidas y moribundas.
En el laberinto hay mafias rusas, mafias chinas, turcas, albanesas e italianas. Hay tantos por cientos, pizzerías, tagesmenü a diez marcos, autobuses que llegan con retraso, jóvenes prostituidos por la telefonía móvil, locales de alquiler, turcos pobres con BMWs caros, animales domésticos, kebabs, McDonalds y terrazas llenas de jarras de cerveza a cambio de monedas y billetes que van y vienen en transacciones calculadas y aburridas.
Sentado en el laberinto, cierro los ojos e intento dormir un poco, con la intención de recuperar las fuerzas perdidas. Más tarde podré seguir buscando un instante, una sensación verdadera, un pedacito de felicidad con forma de puerta de salida.

Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00

5 comentarios

Eli -

Darte cuenta de tu interesante paso por esta isla, es lo que intimida a tu mente, somos solo partes de nuestra propia imaginación... que no termina nuestra vida cuando no la tenemos?? sii!!

Termina, tambien el miedo, el laberinto, es la salida. La buscamos o simplemente llega.

lavecinadelquinto -

Te recomiendo la visita a este blog: "Fracasar no es fácil, toda una vida de entrenamiento" en la página www.bestiario.com
Creo que como tú, el autor de ese blog busca también una puerta de salida, o de emergencia, quién sabe.
Un saludo.

bai -

Me gusta cómo observas. Y nunca te detienes. Gracias por empujarme... Un beso más veraniego que otoñal (con panellet incluído)

jesus -

Es maravillosa la forma de expresarse. me e sentido identificado en ese texto.

Esta monotonia es tan aburrida que creo que me voy a ver la tele

vicente -

Parece que la puerta de salida es el texto mismo: la expresión, el ser consciente de estar en el laberinto y de toda su miseria debe de elevarnos sobre sus muros de granito; entonces es relativamente fácil ver el camino de salida. Es más peligroso cuando no somos conscientes del laberinto o éste es invisible, ¿verdad? Suerte en Múnich. Un abrazo.