Blogia
EL ESCONDITE DE IVÁN

LAS ALMENDRAS (Post rescatado)

LAS ALMENDRAS (Post rescatado)

De oca a oca y tiro por que me toca, un seis y me iré directo al calabozo. Tengo sin embargo cinco posibilidades para seguir comiendo paté de primera clase. Cinco números para seguir escuchando finales de historias que aún no han comenzado, para imitar con el corazón el ritmo de un piano demasiado nervioso y sucumbir a una noche más delante del ordenador.
Una vez tuve un amigo que tenía una madre. Eso no resulta peculiar ni mucho menos, de hecho todo el mundo que yo conocía por aquel entonces tenía al menos una. Pero este amigo tenía una madre muy especial; cada tarde, antes de mandarnos de nuevo al parque, aquella señora nos preparaba almendras garrapiñadas y nos las repartía por igual como si del legado de dos buenos hermanos se tratara.
Cada día, tras la escuela, nos montaban en un autobús que nos repartía a cada uno, parada por parada, de vuelta a casa, junto con nuestro bocadillo y nuestros dibujos animados.
Si la tarde era buena, a veces, podíamos aplazar nuestros deberes y Asun, la chica que nos cuidaba, nos llevaba a mi hermana y a mí a la Plaza San Juan donde me solía reunir con los mismos chavales de siempre.
Lo primero que hacía nada más llegar, era subir por las escaleras a la casa de mi amigo. Aún recuerdo la excitación que me provocaba aquel olor producido por el azúcar caramelizándose sobre el fuego. Siempre encontraba la puerta de la casa ligeramente entornada, y en la cocina, al entrar, a aquella mujer mayor y su acostumbrado beso de recibimiento en la frente:

-¿Qué tal en el colegio?

Y sentados en una banqueta esperábamos con impaciencia las almendras.
Yo en aquella plaza, cada tarde, me dedicaba casi exclusivamente a extraviar diferentes objetos:
Mi balón nuevo de reglamento, el monopatín de competición, el saquito de canicas, unos zapatos negros, unos guantes de portero, aquella colección de marionetas de Barrio Sésamo…
Además de perder cosas y, posteriormente, llorar por ellas, también jugaba a las chapas y a las peonzas. Pero cuando también perdía mi peonza o nos daban algo de dinero, comprábamos petardos en el kiosco de la señora Rosa para saciar nuestro sadismo infantil haciendo explotar escarabajos, gusanos y todo ese tipo de bichos.
No recuerdo la última vez que subí por aquella escalera. Ni recuerdo cuando fue la última vez que comí de aquellas almendras. Supongo que todo transcurrió con bastante normalidad, pero el caso es que llevábamos varios meses ya sin subir a la casa.

Una tarde de otoño el cielo amenazaba con diluviar, mientras mi amigo y yo, reventábamos una lagartija atándola viva a uno de los petardos de la señora Rosa. En cuclillas, observando los pedacitos del animal esparcidos entre la arena, mi amigo se puso a llorar, y sin levantar la vista del suelo, exclamó:

-Mi madre esta muerta.

En un instante anocheció, perdí mi bufanda nueva, comenzó a llover y Asun nos llevó de vuelta a casa.
Una vez allí, cené, y esa vez, sin llorar como era costumbre por lo que había perdido, me metí en la cama.
Mi amigo ya no tenía madre, y yo, en realidad, no era capaz de comprender lo que, en sí mismo, todo aquello significaba.

Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00

7 comentarios

caché -

Creo que estaría bien que fueras a caché..aunque tambíen te digo que yo personalmente considero que puedo escribir donde yo quiera lo que a mi me de la gana y que en cuestión de espacio cibernético ..por mucho premio que te hayan dado..estaría bonito que dictaras tú las normas..un saludito

IVAN -

Muy buenas:
Sergio: Supongo que es más adecuado escribir los comentarios sobre Caché en su post, para así guardar un orden y facilitar a los demás el seguimiento de los comentarios al respecto.
Te contesto allí si no te importa.

Marina:
Me gusta cuando los articulos no mueren con la última palabra y se prolongan con vuestras reflexiones.
Yo un día encontré un anillo en arroz negro, entre la tinta de un calamar. Lo metí en una botella y lo devolví al mar. Continua, incansable, oteando las orillas.

Humilde, Xispa, gracias y un abrazo. Y saludos a todos los demás.

Marina Khalo -

Era verano de hace mucho tiempo. Yo tendría cinco años: flequillo, trenza hasta la cintura, un vestido de lunares con volante incluido, un collar de garbanzos pintado con esmalte de uñas rojo y las uñas de los dedos llenas de pétalos de geranio.

Era un verano, en la playa. Enterrada en la arena con los ojos cerrados, sintiendo el cielo como una cúpula, como una panza de sapo enorme moviéndose en cada respiración.
Difícil a esa edad delimitar realidad y fantasía. Con la necesidad más de relatar que de explicar, aunque mis ojos no pararan de preguntar el por qué de las cosas…No siempre la respuesta a tiempo, no siempre una respuesta.
Ese verano perdí el anillo que tía Consuelo me había regalado por mi cumpleaños. Lo perdí en la playa, en la misma arena. Ante el mismo sol que me achicaban los ojos, cerrándolos como una hilera de hormigas. Ante el mismo cielo, azul como un globo azul.

Me lleve una bronca de tres pares de narices…Fue mi madre la que entonó el “tuya culpa”. La tía me dijo que no me preocupara, que algún pez se lo habría tragado; así que cabría la posibilidad de encontrarlo.
Al día siguiente todo el clan familiar decidió ir de excursión. Yo me quedé con la tía que siempre me dejaba ir a mi aire. Cuando volvió del mercado, siempre lo hacía muy temprano, traía sardinas, salmón, boquerones…El destino había hecho de ella la persona más desmemoriada del planeta. Eran normales en ella los olvidos, los cambios de nombre, la mudanza de objetos, nunca el mismo sitio como referente. Así que cuando volvió a salir a la calle para cerrar las compras de una lista de otra lista ya olvidada, yo me quedé a solas frente al botín de vísceras acuáticas. Lo asalté. Abrí las entrañas de cada uno de aquellos vertebrados de mirada siniestra, pero no encontré el anillo. Ninguno de aquellos peces había muerto por atragantamiento de joya, sino por picar en el anzuelo.
Con el tiempo me he preguntado muchas veces, desde dónde viene el dolor de lo que perdemos, si lo perdido nos ha pertenecido realmente, si no ha sido otorgar a las cosas y a la personas en carácter de eternidad e inmovilidad ante la angustia existencia del abandono.
Aunque el cielo sea el mismo cielo azul, como un globo azul y las almendras tengan el mismo olor caramelizado por el fuego.

humilde -

....que distinto se ve todo en perspectiva.... cosas que no lográbamos del todo entender de pequeños ahora nos parecen importantísimas.... lo malo es que no se sabe si la inocencia es preferible a la tenaz y dura realidad....

Sergio -

Perdón por robar espacio otra vez, aunque no sé si esta frase tiene algún sentido en un medio como este. Simplemente que se me paso lo más importante en el mensaje anterior. Me parece indignante que los comentaristas de Caché
no hayan reparado en la escena del gallo. Le debo agradecer a yo misma que también se haya detenido a considerar ese aspecto del film.

sergio -

No se si este es el lugar adecuado para colocar este comentario, pero dado que es el último, entiendo que visitarás antes este "lugar" antes que el destinado a Caché. Antes de nada quiero darte las gracias por contestar. Aprovecho tu amabilidad para realizarte otra pregunta: Si el crimen fuera real, quiero decir, se dieran efectivamente las muertes de esos animales o de algun hombre,¿seguirías pensando que es una buena película?.
En cuanto al comentario a la segunda pregunta, bien, la pregunta no era tal. Sólo una forma de decir lo mismo que vienes a decir tu, aunque creo que de una forma más pertinente, porque quien entienda la pregunta comprenderá que preguntarse por el origen de los vídeos es algo, al menos tal como yo lo entiendo, secundario en el mejor de los casos. En mi opinión, la película refleja la inquietud del supuesto hombre moderno, o postmoderno, vete tú a saber. No es algo original desde luego, ni en su forma ni en su contenido.
Espero que hayas tenido buena acogida en Gijón, festival que por otra parte cada año desilusiona más, ¡ Va a hacer de la ciudad un nido de progres con cuchilos en sus sueños y violaciones en sus conciencias!.
Gracias.

Xispa -

Los recuerdos de la infancia son tan reales, que crees vivirla cada día...te resistes a recordar el presente y nos refugiamos en el pasado como en un regazo cálido y confortable.
Los cambios,esos momentos que nos marcan, los dulcificamos y lo guardamos en nuestro corazoncito. Que tengas dulces sueños!