DESAYUNO KRYPTONITA (Rescatado)
Escribo a impulsos, a trompicones, a garrotazos de furia y corazón y, supongo, que por eso soy capaz de saltar como un canguro en el formato corto y como un oso panda medio lisiado en el formato largo.
Me tomo mí tiempo, sabedor de que con cada día que pasa, se escapa algo importante, pero también siendo plenamente consciente de que la madurez nos vuelve menos impetuosos, pero también más hábiles y un poquito más sabios.
No soy un realizador consecuente, ni perseguidor de records, ni un pupilo aventajado de mis propios propósitos. Quizás tan solo soy un escritor poco disciplinado, quizás tan solo soy un villano, un director resultón y casual cuando la ilusión me acompaña, y un Clark Kent torpe y mediocre cuando no encuentro cabinas de teléfonos a mano o se me olvida que la salvación del mundo cinematográfico ha de pasar irremediablemente por tener que ponerme unas ridículas medias y una capa para pagar la hipoteca.
Me recreo en historias que interiorizo, en historias que personalizo y que me hacen vibrar, sin escuchar y sin mirar a los lados, sin motivaciones triviales ni concretas, persiguiendo a ciegas la luz del inconsciente. Me gusta rumiar las ideas, dejarlas fermentar, mandarlas al exilio para rescatarlas después. Pienso en imágenes, en situaciones sugerentes y fictícias para sentimientos reales. Recreo laberintos de salidas cambiantes y esporádicas en los que me pierdo para agonizar y sufrir o para disfrutar con el pataleo de placer que nos otorga cada pequeño espejismo. Defiendo a muerte y me siento orgulloso de cada minuto fílmico que he parido hasta la fecha y me encanta desayunar soñando con que, por mucha kryptonita que la vida me arroje a las espinillas, seguiré luchando honestamente para que esto no cambie nunca.
Iván Sáinz-Pardo
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