MAY ¿QUIERES SER MI AMIGO? (Lucky Mckee, U.S.A, 2002)
May, ¿Quieres ser mi amigo? es una de esas películas que nos recuerdan que el terror no siempre lleva garras de acero en una mano o una mascara en la cara. El terror y la locura se encuentran mucho más cerca de nosotros, de la realidad, de nuestra pacífica y hasta a veces aburrida monotonía. May funciona bajo el método: la bestia duerme dentro de nosotros. En cada uno de nosotros hay un posible psicópata y nuestra vecina la del segundo puede ocultar un oscuro pasado o una doble vida. Para ello, Lucky McKee, nos narra efectivamente una historia presuntamente cotidiana (que sin embargo, engancha desde el principio) sobre una joven muy parecida a esas otras tantas que pululan a nuestro alrededor. La rarita de la clase, la niña tímida de la tienda de comestibles, esa extraña hermana de nuestro amigo, nuestra prima la del pueblo. Es por esto que nos montamos en un tren de cercanías y no en un tren de alta velocidad con escenas más vistas que las reposiciones de El Principe de Bell Air y adolescentes lelos e insoportables con superávit de hormonas y déficit de neuronas. En este tren nos encontramos con personajes bien trazados y de carne y hueso. Personajes trabajados, atractivos e incluso muy atrevidos. (La compañera de May en el veterinario en donde trabaja no tiene desperdicio) Todos ellos giran en torno al personaje de May, interpretado con muchísimo mimo y talento por Angela Bettis que logra crear un personaje que se nos muestra irresistible y original. La trama es como digo muy interesante y nos sorprende por llevar un ritmo que rompe nuestras expectativas pero que nunca nos defrauda. La transformación que sufre May y la irremediable desencadenación hacia un destino sobrecogedor, sucede por culpa de toda una serie de características y acontecimientos muy bien explicados y calculadamente reconocibles que forjan y maduran la verdadera cara del terror.
Esta es una película que coge carrerilla para empezar antes de donde empiezan casi todas las demás de su género, para después acabar además bastante más allá de donde se atrevería ninguna otra. En su día Todd Solondz, conocido por lograr llegar también muy lejos con sus saltos y por rehuir de los géneros habituales para inventarse los suyos propios, nos regaló Bienvenidos a la casa de muñecas (1996), (película anterior a su ácida y genial Happyness (1998)) que tiene mucho que ver con esta. En ella, el señor Solondz, abordaba de forma cruda y valiente, el drama de una niña fea y traumatizada, enfrentada a la más cruda realidad. La mayor diferencia entre ellas es, por supuesto, que aquella no era una película de terror.
Bueno, y al grano, que no esperéis escenas convencionales, ni gatos que se empeñan en perderse, ni sustitos efectistas, ni tampoco efectos especiales porque no hacen falta. Esta es una producción de bajo presupuesto pero además no se nota. Y no se nota, porque tiene una mucho más que correcta fotografía, una atmósfera angustiosa y embriagadora, un montaje inteligente y un final muy verdadero, y por esto mismo, aterradoramente real.
Esta es una peli que merece la pena, (de notable alto para quien ahora os escribe) y es que, amigos, si Amelie hubiese sido una película de terror en vez de un mágico cuento, aquella dulce francesita se hubiera llamado sin duda May. ¿Y la magia?, La magia negra, por supuesto, muy negra.
Iván Sáinz-Pardo
5 comentarios
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Anónimo -
monocamy -
Pues me has despertado la curiosidad. La apunto, hala
:P