LA SILLA VACIA (Rescatado)
Se crean imperios sin mover un ápice...
Y se derrumban por si solos con el torpe silencio que se apodera de los monólogos susurrantes de mentes como la mía.
¿Mamá?
Decidió abrir los ojos, después lavarse la cara y comenzar a caminar. No pensó en una dirección, no pensó en ninguna acción ni verbo. El trampolín de su propia realidad la catapultó todo lo alto que se puede llegar, y una vez allí, comenzó a caer.
Sintió una corriente súbita de aire frío, y cómo todas esas heridas invisibles de sangre invisible, se cerraban en su cuerpo como cremalleras de carne. No quiso cerrar los ojos, ni mirar hacia atrás en la caída. Sin importarle nada lo mas mínimo, se dejó caer. Y caía con el miedo en la garganta, con la boca seca, ligeramente salada y las manos frías y húmedas. Y caía, aturdida por el calor en las sienes y por un leve pero omnipresente pitido en los oídos.
-Me duelen la espalda y esta pegajosa tristeza. No seguiré cayendo.
Y es así como todo se detiene, y las lágrimas, como es costumbre, le dan los buenos días, mientras le besan y le lamen despacio las mejillas.
Sentada sobre la cama, con las piernas entrelazadas, y sin prácticamente mover un músculo, continúa llorando un rato en silencio.
El aire entra por la ventana medio abierta, sacudiendo levemente una cortina demasiado barata, acompañada por los diálogos frenéticos de la urbe y un cierto olor a hojarasca mojada.
Delante del espejo, una vez más, descubre a esa eterna desconocida con quien lleva tantos años conviviendo.
-Me he vuelto inofensiva, incapaz, ¿sabes? Aunque quizás ya lo fuera antes. Sigo siendo la misma y creo que tampoco esperaba otra cosa. ¿Me quieres? ¿Nos queremos?
Sale al pequeño balcón, con un café sin demasiada leche, y mira hacia el cielo, como testigo casual bajo el techo azul e infinito de castilla.
Se sienta allí fuera, con su bata, en una silla de madera. Despacio y con cierto automatismo, enciende un cigarrillo negro y se lo lleva a los labios. Se apoya únicamente en el sabor incierto de una larga calada, mientras trata de gesticular una desarticulada sonrisa. Pero la sonrisa desaparece inmediatamente. Huye volando para, finalmente, desaparecer entre la blanca palidez de las nubes.
El tiempo juega en la silla llena. El tiempo juega en la botella vacia.
Y antes de morir la mañana, la sonrisa vuelve a ella, volando de nuevo. Esta vez, la sonrisa se instala perfectamente en su rostro y, suavemente, la susurra:
-Me fuí a hablar con las nubes.
No te preocupes mujer, todas las sonrisas del mundo estamos hechas de secretos. Y el mío, por esta vez, te pertenecerá a tí para siempre.
Continua esperando, porque con la llegada de las lluvias primaverales, todos y cada uno de vuestros miedos, acaban siempre por morir en el mar.
-¿En el mar?
-Si, los miedos son cobardes. Con la lluvia huyen siempre por las alcantarillas.
Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00
Y se derrumban por si solos con el torpe silencio que se apodera de los monólogos susurrantes de mentes como la mía.
¿Mamá?
Decidió abrir los ojos, después lavarse la cara y comenzar a caminar. No pensó en una dirección, no pensó en ninguna acción ni verbo. El trampolín de su propia realidad la catapultó todo lo alto que se puede llegar, y una vez allí, comenzó a caer.
Sintió una corriente súbita de aire frío, y cómo todas esas heridas invisibles de sangre invisible, se cerraban en su cuerpo como cremalleras de carne. No quiso cerrar los ojos, ni mirar hacia atrás en la caída. Sin importarle nada lo mas mínimo, se dejó caer. Y caía con el miedo en la garganta, con la boca seca, ligeramente salada y las manos frías y húmedas. Y caía, aturdida por el calor en las sienes y por un leve pero omnipresente pitido en los oídos.
-Me duelen la espalda y esta pegajosa tristeza. No seguiré cayendo.
Y es así como todo se detiene, y las lágrimas, como es costumbre, le dan los buenos días, mientras le besan y le lamen despacio las mejillas.
Sentada sobre la cama, con las piernas entrelazadas, y sin prácticamente mover un músculo, continúa llorando un rato en silencio.
El aire entra por la ventana medio abierta, sacudiendo levemente una cortina demasiado barata, acompañada por los diálogos frenéticos de la urbe y un cierto olor a hojarasca mojada.
Delante del espejo, una vez más, descubre a esa eterna desconocida con quien lleva tantos años conviviendo.
-Me he vuelto inofensiva, incapaz, ¿sabes? Aunque quizás ya lo fuera antes. Sigo siendo la misma y creo que tampoco esperaba otra cosa. ¿Me quieres? ¿Nos queremos?
Sale al pequeño balcón, con un café sin demasiada leche, y mira hacia el cielo, como testigo casual bajo el techo azul e infinito de castilla.
Se sienta allí fuera, con su bata, en una silla de madera. Despacio y con cierto automatismo, enciende un cigarrillo negro y se lo lleva a los labios. Se apoya únicamente en el sabor incierto de una larga calada, mientras trata de gesticular una desarticulada sonrisa. Pero la sonrisa desaparece inmediatamente. Huye volando para, finalmente, desaparecer entre la blanca palidez de las nubes.
El tiempo juega en la silla llena. El tiempo juega en la botella vacia.
Y antes de morir la mañana, la sonrisa vuelve a ella, volando de nuevo. Esta vez, la sonrisa se instala perfectamente en su rostro y, suavemente, la susurra:
-Me fuí a hablar con las nubes.
No te preocupes mujer, todas las sonrisas del mundo estamos hechas de secretos. Y el mío, por esta vez, te pertenecerá a tí para siempre.
Continua esperando, porque con la llegada de las lluvias primaverales, todos y cada uno de vuestros miedos, acaban siempre por morir en el mar.
-¿En el mar?
-Si, los miedos son cobardes. Con la lluvia huyen siempre por las alcantarillas.
Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00
8 comentarios
bubi -
lola -
Saludos
IVAN -
Des, un placer, como siempre. Que bonitas tus visitas.
Mata, ahora que volvemos a estar en contacto, espero poder seguir leyendo comentarios o poemas tan bonitos como este tuyo.
Saludos a todos.
Mata -
Te escondías mientras contaba, y contar siempre me dió sueño...cuando desperté estabas lejos pero el destino quiso que te encontrará...estabas allí acurrucado en tu retorcido caparazón con deseo y miedo a la vez de ser descubierto.
No será tan terrible.... Iván.
Con relación a tu post me vino a la memoria un poema que he escrito muy recientemente....
No me ahogo más por no batir mis brazos
En este mar de agujeros negros que absorben
Los rayos al sol,
ni dejo que estos abusen de mi piel
Con la excusa de intensificar un color para producir
Una falsa admiración
Son los cuerpos a veces ajenos al pensamiento que los sustenta
Y se mueven como leopardos contra una pared de cristal
o como cria de canguro en el cobijo de un universo
en el que se tocan todas sus esquinas...
No solo el mar y el cielo se confunde con el mismo color
A veces las golondrinas también pierden el vuelo
Cuando equivocan el rumbo y no encuentran el nido
Y si por fin lo hallan no son capaces de reconocerlo
Como el propio
Al igual que las palabras volando
entre huracanes y tormentas eléctricas
Caen en forma de lluvia
Y en su repiqueteo contra el suelo
Suenan como melodías
De un soneto de amor inacabado .
Palabras desordenadas que resbalan hasta alcantarillas
Y entramados ocultos para llegar de nuevo
a ese mar de agujeros negros ..
Un saludo.
ladesordenada -
Un beso.
Álvaro Ramírez -
Anónimo -
Gloria -