DÍA DE LA MADRE (Rescatado)
La magia de cada una de tus mejores intenciones, la lucidez de tus palabras cuando fueron sabias. El valor de tu mano cuando dirigió firme y segura.
La ternura de tu regazo en aquellos momentos en los que, en la tarea de ser madre, luchaste por ser mejor que ninguna.
La esencia de tu carcajada inolvidable, de tu sonrisa generosa y sentida. La virtud de todo tu amor, cuando quiso ser inagotable, romántico en desmesura.
Todo esto madre, seguirá por siempre en nosotros, porque el resto, se lo llevo tu repentina muerte y la mar revuelta de una tarde de diciembre. Tarde embravecida en tormenta de agua, sal, viento e ira; en el silencio anclado de reunir nuestras fuerzas para asumir con templanza y dignidad tu despedida. Y con la tarde quejándose, resacosa, bajo un cielo gris plomizo, nuestro padre se enfrenta al mar y a la hosquedad, cruel y amenazante, de este enorme vacío que dejas. Tratando de sobreponerse, de guardar la compostura, entra con decisión en las aguas. Solitario y erguido en un febril desamparo, que es a la vez también el nuestro, es consciente de estar perdiendo mil batallas con cada ola que va siendo teñida con el gris de tus cenizas.
Los segundos se atropellan, los unos con los otros, y su corazón, desbocado, le agita la respiración. Trata de preservar consigo y para siempre esos instantes, a la vez que las aguas del Cantábrico congelan de frío sus piernas.
Y poco después, vuelve a nosotros, simulando un halo de esforzada entereza, arrastrando espuma con sus pasos descompasados, con el semblante marcado y la mirada perdida. Y nos encuentra sujetos a un abrazo, asomados a la orfandaz infinita de una ensoñación brutalmente extraña y surrealista, juntos y unidos en un llanto silencioso, esperándole allí quietos, en la orilla.
En silencio nos alejamos de una playa cómplice de nuestro secreto, nos alejamos del mar, de la arena, los susurros, los quejidos y el viento; nos alejamos despacio, para dejar morir así la tarde. Tarde en la que de nuevo y por última vez, nos hablaron de ti los elementos; tarde toda poderosa en la que estabas, madre, más presente que nunca. Para no olvidar tu gran coraje, tu amor generoso, tu magia, y el significado final de tu eterno mensaje. La dulzura, la dulzura, la dulzura.
Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329
La ternura de tu regazo en aquellos momentos en los que, en la tarea de ser madre, luchaste por ser mejor que ninguna.
La esencia de tu carcajada inolvidable, de tu sonrisa generosa y sentida. La virtud de todo tu amor, cuando quiso ser inagotable, romántico en desmesura.
Todo esto madre, seguirá por siempre en nosotros, porque el resto, se lo llevo tu repentina muerte y la mar revuelta de una tarde de diciembre. Tarde embravecida en tormenta de agua, sal, viento e ira; en el silencio anclado de reunir nuestras fuerzas para asumir con templanza y dignidad tu despedida. Y con la tarde quejándose, resacosa, bajo un cielo gris plomizo, nuestro padre se enfrenta al mar y a la hosquedad, cruel y amenazante, de este enorme vacío que dejas. Tratando de sobreponerse, de guardar la compostura, entra con decisión en las aguas. Solitario y erguido en un febril desamparo, que es a la vez también el nuestro, es consciente de estar perdiendo mil batallas con cada ola que va siendo teñida con el gris de tus cenizas.
Los segundos se atropellan, los unos con los otros, y su corazón, desbocado, le agita la respiración. Trata de preservar consigo y para siempre esos instantes, a la vez que las aguas del Cantábrico congelan de frío sus piernas.
Y poco después, vuelve a nosotros, simulando un halo de esforzada entereza, arrastrando espuma con sus pasos descompasados, con el semblante marcado y la mirada perdida. Y nos encuentra sujetos a un abrazo, asomados a la orfandaz infinita de una ensoñación brutalmente extraña y surrealista, juntos y unidos en un llanto silencioso, esperándole allí quietos, en la orilla.
En silencio nos alejamos de una playa cómplice de nuestro secreto, nos alejamos del mar, de la arena, los susurros, los quejidos y el viento; nos alejamos despacio, para dejar morir así la tarde. Tarde en la que de nuevo y por última vez, nos hablaron de ti los elementos; tarde toda poderosa en la que estabas, madre, más presente que nunca. Para no olvidar tu gran coraje, tu amor generoso, tu magia, y el significado final de tu eterno mensaje. La dulzura, la dulzura, la dulzura.
Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329
5 comentarios
Lorenzo -
Nada que decir, el texto es precioso y la foto me ha traido recuerdos hasta a mi.
Un abrazo fuerte.
Lorenzo
Coblenza -
a pesar de que alguna nota conocía no muy fiel -como lo ha sido ahora- sobre tu madre. Lo que más me hace sentir es conmoción.
Dentro de ella ya se intuía que serías parte de sus abrazos.
Y ojalá te lea, donde quiera que esté.
Un beso,
Ivan -
luciafuster@gmx.de
Refo, un abrazote, amigo. Tu eres uno de esos descubrimientos que me hacen creer en la magia de la comunicación en Internet.
Saludos a todos.
REFO -
Admiro la entereza de tu familia, de tu padre, de tus hermanas, de ti... Y me reconforta conocer vuestra unión a pesar de la distancia geográfica. Os admiro por todo. Y os quiero.
Un fuerte abrazo.
LUPI -
yo llegaré a ti
mis lágrimas comprenden que no hay lugar para ellas en mi rostro
la pena es inmensa
pero infinita mi alegría
hoy no estás
hoy no puedo verte, oírte, sentirte con mis manos
pero que es entonces el corazón sino el sexto sentido?
y él me dice que estás
que me escuchas y te ríes
Si, es cierto
no es justo que te quiera y no pueda estar contigo
pero quien dice que no nos volveremos a ver?
quizá mañana abra mis ojos y la luz
esa luz tan omnipotente, celestial haga difícil nuestras miradas
pero te encuentre, nos encontremos
La muerte
quien es ella?
que es?
solo una palabra
y una palabra no es suficiente para separarnos.
PD: te he comentado q mi mami tb. está enferma, seguimos luchando... Gracias por compartir con ntros. este "pedacito de ella" :D
PD2: como puedo comunicarme con Lucy?, necesito unos datos.