LA BICICLETA NARANJA (Rescatado)
A veces, mi suerte parece torcida.
Recuerdo que una vez tuve una bicicleta naranja. Su manillar también había nacido torcido, así que rodaba siempre en direcciones tan torcidas e inesperadas como mi vida.
Los niños no lloran, decía el abuelo, pero yo necesitaba llorar bastante a menudo.
Antes todo era diferente, mi bicicleta naranja era la más rápida del mundo. Yo pedaleaba deprisa, muy deprisa, buscando y burlando la velocidad. Mi bicicleta naranja era como un regalo divino y montado en ella, yo me sentía invencible y valiente como un héroe con superpoderes al que las caídas no le dolían.
Ahora ya no soy un niño, no lloro casi nunca y tampoco tengo ya mi bicicleta naranja. Sigo adelante y, a pesar de los moratones acumulados de todas las caídas, sigo siendo feliz. Ahora vivo como un héroe retirado y sin superpoderes. La vida, poco a poco se endereza, pero lo cierto es que ahora, aunque hay menos curvas, la velocidad de algunas cosas sí que consigue asustarme.
Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329
2 comentarios
Marina Khalo -
Con los años me sigo fiando de los colores, engañan menos que el algodón. Voy cuesta abajo en una bicicleta a rayas, estilo cebra, con el mismo impulso que de niña. Cuando el aire de la tarde abombaba mi falda y las piernas se estiraban como tijeras desafiantes a la seriedad adulta del rojo prohibido.
Ahora, luz verde y un beso.
RUBEN -
Recuerdo que acabó en la cuadra de casa de la abuela, junto al resto de trastos de antaño, fruto de la adquisición de aquella nueva Bicicross BH, de color rojo.
¡Un abrazo primo!