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EL ESCONDITE DE IVÁN

EN MI CUERPO EXTRANJERO

EN MI CUERPO EXTRANJERO

Los besos suaves son grietas de mármol, la realidad se ha quedado a vivir y duerme a tu lado de la cama. Los pelos son espinas clavadas, la piel de las palabras que nos unieron cuero curtido. Me levanto y llego tarde a la vida ahí afuera. El espejo me presenta un alma extranjera encerrada en un cuerpo fascista. Quito los barrotes de las ventanas y aunque cada una de las veces le doy al mundo los “buenos días" con una sonrisa, el sol me devuelve un “buenas noches” moribundo justo antes de volver a dejarme en la estacada.

Las canciones que antes nos sabíamos de memoria ahora parecen haber mutado en las horas rotas de un desfile militar. Tanques, botas contra el cemento, fusiles, y bajo la amnesia de nuestros reinos podridos, todos los resultados importantes son en diferido. Soy sensible a todas las soluciones que llegan tarde y a las tardes confusas que llegan demasiado pronto, así que bailo solo, a mi manera, como un trastornado sobre la pista vacía de todas las despedidas.

Si la luz me ciega en este día interminable de lluvia y derrota, viviré mi guión a oscuras, pero las fuerzas no me abandonarán nunca. Volaré contra el pavimento una y otra vez hasta que me salgan alas, golpearé como un animal malherido hasta derribar todo lo que se interponga en mi camino. La ira arrasará con todo y no existirán prisiones de alta seguridad, armas inteligentes, infiernos ni venenos suficientes. La vida parece haberme declarado la guerra sin motivos, los amigos trabajan a destajo para pagar los alquileres de sus propios escondites de lujo, pero he aprendido a gritar con mis noes, a besar con mis sies. He aprendido a recuperar la razón, a lamerme las heridas, a lidiar con mi locura y ya puedo escuchar el rugido incesante que marcará mi destino y dará sentido a cada una de mis palabras.  

Iván Sáinz-Pardo
"En la avioneta sobró un sitio" ©2011

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