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EL ESCONDITE DE IVÁN

EN LA AVIONETA SOBRÓ UN SITIO

LA VISITA

LA VISITA

Hoy vino a verme mi amiga Elke. Fue una visita inesperada. No la veía desde el día en que murió.
Ella se mostraba con naturalidad, cariñosa, como siempre. Yo enseguida supe que aquello era un sueño y comprendí que yo sabía dos cosas que ella no sabía. Sabía que aquello era un sueño y también sabía que ella estaba muerta.
Mientras me hablaba bajito, ella tan contenta de verme, disfrutando del momento, yo pensaba en la manera de contarle estas dos cosas. Si es difícil explicarle a alguien que su vida es tan solo un sueño, aún es más difícil explicarle que ya ni siquiera tiene una vida.

-Elke, tengo algo que contarte, pero no se como hacerlo. Es algo que cambiará tu vida para siempre, y hablando de vivir…

Yo había tenido sueños parecidos con mi madre, una mujer que cuando tenía la misma edad que yo ahora, decidió que el día de mi cumpleaños era un buen día para claudicar. Nunca se lo he echado en cara cuando me ha venido a visitar después de aquello. Sin embargo, también era una sensación incómoda vivirla de forma tan real, ignorando el hecho de que lleva faltándonos unos años que ya parecen siglos, restándole importancia a un todo como si fuera un nada, yo tan aturdido y ella carcageando con esa risa tan contagiosa.

Elke solo se alegraba de verme, no quería noticias tristes, no quería nada que no fuese sonreír el momento. Yo también me sentí feliz de verla, pero la impotencia de no saber como contarle todo esto me agitó hasta lograr despertarme.

En la cocina me encontré a Julia, seria. Yo seguía embriagado con aquel sueño y no lo vi llegar.

-Los dueños de Emma la han sacrificado anoche.

Emma era una de los perros que Julia cuida en casa. Una perra adorable de 14 años que llevaba viniendo desde hace un año de forma regular y que ha estado precisamente toda esta semana con nosotros. Emma estaba muy mayor pero era muy cariñosa, tenía unas ganas inmensas de vivir y participaba absolutamente en todo lo que pasaba a su alrededor. Y yo ya me había acostumbrado a su respiración de motocicleta averiada y a verla trastabillarse de vez en cuando por nuestro pasillo. 
Antes de ayer nos vomitó en la alfombra varias veces y Julia la llevó al veterinario. Pocas cosas iban bien ya en el cuerpo deteriorado de Emma. La nueva medicación no le había sentado bien. Era cuestión de cambiarle de pastillas contra el dolor, de seguir haciendo malabarismos en una carrera contra el tiempo imposible de ganar. Lo cierto es los dueños de Emma llevaban un tiempo comentando la idea de sacrificarla, pero no pensamos que llegarían a hacerlo ahora.

Vuelvo a mi cuarto. Me tomo el café pensando de nuevo en la visita de Elke. Enciendo el ordenador a la vez que llego a la conclusión de que quizás yo anoche sabía dos cosas que Elke aún no sabía, pero posiblemente ella sabia una cosa que yo se ahora. Emma no está sola.

Iván Sáinz-Pardo (El reino invisible © 2018)

"EN LA AVIONETA SOBRÓ UN SITIO" de Iván Sáinz-Pardo

"EN LA AVIONETA SOBRÓ UN SITIO" de Iván Sáinz-Pardo

!AHORA SI! !HOY ES EL DÍA!

Amigos y amigas de "El escondite de Iván". Con todos vosotros y tras 4 años desde que publiqué mi primer libro de relatos "La ira dormida", os presento mi nuevo libro "En la avioneta sobró un sitio". El acompañante perfecto para este verano, para los ratos en el metro, el bus, el avión o en casita.

¿De qué va? Os estaréis preguntando, bueno, pues según la descripción es: “Un libro sobre islas imaginarias, corazones desgarrados y hongos nucleares." Si os gustó "La ira dormida" os encantará, en realidad se puede decir que es una segunda parte que os puedo prometer no os dejará indiferentes.

Pero quiero aprovechar este post con el que ponemos a volar oficialmente la avioneta, para dar las gracias a un puñado de personas buenas que, de forma absolutamente generosa, me han acompañado y ayudado en la publicación del libro.

Mil gracias mi querido amigo Xabier Aurtenetxe, por ese prólogo maravilloso y por tu amistad que tanto valoro. 
Al fantástico escritor y amigo Ciro G. Jiménez, muchísimas gracias por tu predisposición y tu ayuda en la maquetación, contar contigo y con tu experiencia en este libro es para mi un honor, tú que, además, me has visto escribir desde los comienzos. 
Iker Castro Ruiz, precioso recorrer el camino final en las correcciones con alguien tan apasionado y valido como tú. Gracias de verdad.
Andrea Llopis, pobre, tú que recibiste de las primeras el manuscrito, aún tan verde, con tanto que corregir. Muchísimas gracias por tu ayuda.
Cristina Castaño, precioso contar contigo en los retoques a esa foto de la portada. Que nunca termine esta amistad y nuestras colaboraciones.
Jose María Picón, repitiendo en la maquetación de la portada. Muchísimas gracias, compañero, eres grande.
Y bueno, hay más, cuatro años dan para ponerse muy pesado pidiendo consejos o favores. A todos vosotros, GRACIAS DE CORAZON.

Este humilde libro se vende exclusivamente por Amazón y se promociona solo por las redes sociales y con vuestro boca a boca, de modo que os agradecería muchísimo que si os gusta, lo compartáis, lo recomendéis, lo prestéis, lo regaléis.... que lo pongamos juntos a volar.

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AQUI SE ACCEDE A SU PAGINA OFCIAL EN FACEBOOK: 
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Espero os guste mucho. :)

NO ES UN REGALO

NO ES UN REGALO

El amor no es un regalo, es un hallazgo a compartir. Desconociéndolo yo te regalé a ti mis pocas verdades, a riesgo de dormitar a solas con mis muchas mentiras.

Yo creí para ti, a ciegas, haciendo equilibrios con la esperanza mermada, agarrado a los brillos escasos y te regalé mis silencios en pequeñas eternidades, con la aurora deshaciendo la nieve sobre las hojas caídas.

Te regalé mi hombro de cristal para acoger tus lágrimas de plomo, pero ahora nuestros delirios bailan en el pasillo sobre los cristales rotos. Ahora la certeza deja paso al azar en la que los animales solo se dan caza, viviendo la incertidumbre amarga del miedo a la renuncia.

Te regalé mis palabras que se desgastan esculpiendo mi forma de entender los días que se escapan. Pero nosotros controlamos el tiempo. Solo basta con entender que en nuestras manos está comenzarlo todo de cero. Basta con entender que el destino lo vamos forjando poco a poco, recogiendo juntos en la lucha los pedacitos de lo perdido. En la esperanza de que, cuando llegue el ruido ensordecedor de la vida, nos basten las miradas.

El amor no es un regalo, es un hallazgo a compartir y yo a veces no se quien soy, confundido como un niño bajo el aguacero y el llanto. A veces no se quien soy, pero siempre he sabido donde quiero estar. Contigo.

Ivan Sainz-Pardo
"En la avioneta sobró un sitio" Pronto en Amazón

YA EN AMAZÓN: "La ira dormida" (2013) de Iván Sáinz-Pardo
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LA RUTA

LA RUTA

Amigos, gracias por vuestra paciencia. Intentaré como uno de los propósitos del 2017, esta vez sí, estrenar mi nuevo libro de relatos cortos "EN LA AVIONETA SOBRÓ UN SITIO". 
Pero los retrasos no son siempre malos, gracias a él, podré incluir este mi último texto que espero os guste. !Feliz año a todos!:

LA RUTA

La vibración le despertó. Enseguida supo que algo iba muy mal. 
Los paneles se desangraban en pulsaciones de alerta. Nuevos pitidos iban sumándose al resto en una sinfonía aterradora.
Dormían en literas separadas, en habitáculos separados, así que los espacios comunes también los transitaban separados por sus trajes espaciales. 
Él abrió la puerta de su cuarto, ella dormía. El líquido de neo-hibernación ya enturbiaba sus venas.

Observándola respirar profundamente, pensó en que todo lo bueno que le había sucedido en la vida había sido por accidente. 
Siempre había estado dispuesto a desgarrar el universo de una dentellada, a provocar el fin del mundo sin saber que detrás de las ruinas y el polvo de estrellas no había nada más que la nada más absoluta, sin saber que no necesitaba tener suerte, únicamente deseaba sobrevolar un abrazo sincero. 
Con ella cerca se sentía poderoso y vulnerable a la vez, como un dragón de papel escupiendo fuego por la boca.

La vibración comenzaba a mover todas las cosas. El cuerpo de ella temblaba. A través del hueco de la puerta entreabierta comenzaba a filtrarse una luz azulada y cegadora y sintió la punzada en el pecho de una revelación. Ambos compartían destino pero su ruta siempre había sido errónea.

Una lágrima le sorprendió gravitando caprichosamente dentro de su casco mientras, desde la consola central, programaba una sobredosis de neo-hibernación en ambas literas.

Tumbado con la mirada fija en el techo, comenzó a sentir un mareo y el líquido congelando la sangre a su paso. Los pitidos se apagaron, la vibración se detuvo, la luz azulada fue debilitándose, todo volvió a la normalidad. Silencio.
Quizás, en realidad la ruta era la correcta y nada iba mal. Quizás tampoco había programado la sobredosis de la que nunca más despertarían. Ya en realidad no importaba. Haber descubierto que ella era el antídoto para todos sus finales, significaba a su vez aceptar que él era el veneno para cualquiera de sus comienzos.

Iván Sáinz-Pardo© (En la avioneta sobró un sitio)
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EL REINO INVISIBLE

EL REINO INVISIBLE

Su reino era invisible. Había dejado de estar, aún mucho antes de seguir en pie sobre un mundo cabeza arriba. Como gallina sin cabeza, era un volcán de lava desangrándose sin isla. Y no le importaba vivir atrapado en su castillo de alquiler mientras todas las miradas se desviasen hacía la ropa de marca tras la que acostumbraba a esconderse. 

Dejó de dormir y su famélica mirada huía como un tren de medianoche de literas vacías. En su cabeza el rey decapitado ya bailaba desnudo con todas las canciones que hablaban de sus hazañas. El viento silbaba, las hojas dibujaban círculos y el rastro de sangre delataban los silencios sostenidos. 

No había dejado de ser, simplemente no había estado nunca. Entre los arboles, dejó de respirar, inútil, como una zapatilla rota y alejada del camino, pudriéndose boca abajo en la acequia, bajo los graznidos de las aves asustadas por los incendios provocados de cada verano aún por llegar.

Iván Sáinz-Pardo (En la avioneta sobró un sitio)
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SOLAMENTE

SOLAMENTE

Por solamente un metro perdió el metro a centímetros de vivir esa vida en la que podía levitar sin esfuerzo. Los días se batían en retirada, se atropellaban unos a otros pisoteando los estandartes de sueños moribundos. Las semanas se balanceaban rozando las nubes de lo inalcanzable, los meses se alejaban separados entre si por puentes de ajada y frágil madera.

Le gustaba hacer unos largos para dar largas a las largas mañanas. Bucear era como volar atravesándo el silencio donde su cuerpo desaparece y puede escuchar mejor a los animales que habitan su mente.

Comer cualquier cosa camino a casa, coger la bicicleta para observar con el estribillo la fragilidad que se esconde detrás de las casualidades en movimiento.

Una ambulancia se abre paso atravesándo la mantequilla en la tostada con miel de cada tarde. De un trago las pastillas para dormitar con el murmullo insípido de la televisión de fondo.

Su partida le haría perder la partida, con la cena fría en el plato y rodeada de plantas mustias. Quería saltar en marcha, a ciegas, si eso significaba dejar de estar inerte. Porque estar inerte es como no estar, pensaba sostenida por una respiración que ya sentía extrañamente ajena.

A duras penas sorteando el insomnio llega la próxima mañana. Cierra la puerta de casa. No hace falta reloj, sabe que volverá a perder el metro por un metro, a centímetros de vivir esa vida en la que los mapas esconden tesoros y los cuentos finales felices. 
Hoy no se ha peinado, ni siquiera se ha mirado en el espejo. Tampoco importa, en el metro, agarrados a sus teléfonos móviles, ya nadie mira a nadie.

Sentada en uno de los vagones y con sus pelos de loca, sonríe como boba, pensando en bucear el silencio, saludar a sus mascotas invisibles, sentir el viento sobre la bicicleta y volver a encontrarse en casa con su tostada con mantequilla y miel. 
Su sonrisa se pasa de parada y le toca regresar a pie varías manzanas. Una ambulancia rasga con su sirena el murmullo urbano. Ella la observa pasar y desaparecer calle abajo. Sabe que se dirigen a su casa.

Iván Sáinz-Pardo
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LA SED

LA SED

La sed de su alma rasgó de acantilados y grietas el camino.

El viento arrastraba sus piernas sobre las mejillas coloradas por el sol de la mañana. Los músculos tensos, el ardor de cada cartílago, la mirada sostenida haciendo tiritar la respiración en una taquicarda esplendorosa. Murmullos sordos y todo el tiempo de un mundo hecho pedazos.

Una vez dejadas atrás las ruinas, la velocidad le besó los labios. Cerró sus ojos y pudo saborear el sabor de la mentira de un nuevo comienzo.

Al volver a abrir los ojos, su cuerpo había desaparecido, a vista de pájaro, ya no era ella quien protagonizaba su propia huida.

Iván Sáinz-Pardo

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EL ARMARIO

EL ARMARIO

Los que están acostumbrados a que les indiquen qué comprar, qué comer, qué beber, qué vestir, qué ver en la tele, qué leer, como peinarse, a qué sitios ir de vacaciones, qué ídolos del deporte adorar y a qué dioses idolatrar. Los que están acostumbrados a que les indiquen lo que está de moda y lo que no, a qué tener miedo, de qué reir, de qué llorar, qué rechazar, qué votar, qué desear, qué tolerar, qué decir o qué callar. Los que acostumbran a regocijarse en la charca de lo banal, lo superficial, lo masticado, lo precocinado. Los que, a cambio de estas facilidades, ceden a otros su voluntad, su espíritu crítico, su libertad de opinión y pensamiento. Esos mismos serán los primeros en ofenderse cuando tú dejes de mirar a su mismo lado. Cuando apuntes a las contradicciones, cuando hagas las preguntas realmente importantes o cuando menciones las respuestas incómodas, cuando al fin consigas pensar por ti mismo y dejar a un lado la sonrisa de plástico para interrumpir su grotesca fiesta.

Desconfía de la ceguera voluntaria y de quienes pueden dormir a pierna suelta en un sistema tan infame, cruel e injusto. Porque, aunque cueste creérlo o entenderlo así de primeras, cuando todo el mundo a nuestro alrededor parece estar en absoluta paz con nosotros, cuando en la lucha por lo que realmente es importante en la vida no provocamos tensión ni conflictos, significará que ya hemos perdido y que esos mismos que ahora nos sonríen, ya nos tienen reservado un cómodo sitio en el armario de los muertos en vida.

Iván Sáinz-Pardo

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LA MAÑANA ROTA

LA MAÑANA ROTA

Solías pasear tus mascotas invisibles por delante de mi puerta. 

Aunque desapareciesen los colores, sabías como hacerme sonreír y el dolor dejaba de importar cada vez que nos perdíamos como dos furtivos en aquel bosque inventado.

Un día la paloma mágica apareció muerta, el sombrero de copa estaba vacío, nuestro conejo blanco se había escapado y las rosas se descubrieron de plástico. Recuerdo a partir de ahí nuestras verdades caducadas pudriéndose en la alacena y el café hirviendo derramándose en la espalda de nuestras mañanas rotas. Tú decías sí, con los músculos tensos y como chillando por dentro. Decías que sí, pero tus ojos parecían estar dispuestos a tirarse de un tren en marcha. 
Cada pez con hambre busca un pez más pequeño mientras huye de un pez más grande, pero antes de que se acabara todo, nosotros creíamos sin miedo en la magia de bucear juntos todas nuestras putas inundaciones.

Iván Sáinz-Pardo (En la avioneta sobró un sitio)

COMO TELA SIN ARAÑA

COMO TELA SIN ARAÑA

Caída la noche infinita de lo que no sucede, tan solo queda alumbrar el camino hasta un nuevo amanecer.

Los minutos se devoran los unos a los otros, como caníbales atrapados en el rabillo del ojo de un Dios ciego. Los minutos desfilán ante nosotros, invisibles como estrellas fugaces huérfanas de luz y sabes que, cada vez que miras en tu interior, resbalas en caída libre. 

Las enfermeras se desgarran en sonrisas mientras aplauden la procesión de ataúdes vacíos. Las horas saltan por la ventana y las semanas abarrotan los hospitales de mi alma confundida.

El cielo se vistió de piel de nube y rompió aguas. Ahora la soledad va dando saltitos sobre los charcos. 
No es perspectiva, no es estrategia, no es la situación, se trata de aceptar las reglas con las que poder respetarnos a nosotros mismos. Apretar los dientes y entender, de una vez por todas, que la vida no necesita un dueño, lo que necesita es a alguien dispuesto a liderarla con pasión y honestidad.

Los años se retuercen atrapados en una tela sin araña y no es que tú y yo nos hayamos perdido es que, esperando a ser devorados por la vida, soñamos con rincones de cielo distintos. 
No importa quienes fuimos, no importa quienes seremos, ¿Para que sirven las alas si hemos perdido la ilusión de volar? Cabalga conmigo los momentos verdaderos, burlemos juntos las leyes que nos anestesian, porque las disculpas solo sirven para los demás y las leyes no están hechas para los muertos.

Iván Sáinz-Pardo (En la avioneta sobró un sitio)

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EL TREN VACÍO

EL TREN VACÍO

Mis sueños nacieron de espaldas, torcidos, esclavos de mis errores y mis defectos. Tú seguías a mi lado pero, en realidad, ya me habías abandonado y mis abrazos desfallecían en un eterno salto al vacío. 
En la siguiente parada, bajé a comprobar si eras tú y el tren no me esperó.

Siempre creí que el camino recto, que la velocidad, que la cantidad son lo mas importante para poder bailar la música que me acercase a ellos. 
Ahora deambulo en silencio bajo la lluvia por el andén inerte de los días.

Pasado el séptimo aguacero, abro los brazos y toco el eco de mis causas perdidas con la punta de los dedos. Los cuervos revolotean, me miran, ansían el sabor de mis heridas. Yo cierro los ojos y el viento, complice, acaricia mi cuello y me mece volando hasta el alba.

Los grillos se esfuerzan en su monótono canto a la vez que la luna guía mis pasos inauditos. El estómago ha dejado de pedir comida, las piernas han cesado de arder. Pronto comenzaré a hablar conmigo mismo en voz alta, de momento solo me susurro tímidamente. 
Cada paso que soy capaz de emprender es como empezar de cero. Han pasado demasiadas noches desde que abandoné las vías del tren y ya puedo oler el salitre y escuchar el bramido del mar. 
Cuando el horizonte se tiñe de azul infinito, una sonrisa quebrada y las primeras palabras en voz alta dan muerte a mi cordura:

-“Escucha, solo se aleja quien tiene un destino y solo se aproxima quien no claudica.”

Abro los ojos de nuevo, miro alrededor, no hay nadie, el tren circula vacío.

Iván Sáinz-Pardo (En la avioneta sobró un sitio)

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TU REDENCIÓN

TU REDENCIÓN


Escribe, como si fueses el último en hacerlo, como si fueses el primero en leerlo y entre tanto, que suceda la vida, como lo que es, una espectacular subida.

Escribe, con las palabras que se presenten desertoras, con los pensamientos clandestinos y acurrucados en trincheras de primera linea.
Un dedo extermina el pasmo de vivir. No es el tuyo. El sonido regresa a los oídos, mientras, un carrusel de sueños incandescentes mecen los días del año que, inertes, van cayendo al barro de bruces.

Escribe, para construir castillos de arena, cobijo para las alimañas que habitan tu alma.
Huele a redención, a vergüenza, a miedo vomitado, a sangre seca. El enemigo baila hacia nosotros con sigilo, asesina con una sonrisa en la cara, vistiendo trajes impolutos. Ellos beben odio destilado, ellos llevan el corazón al otro lado del pecho, escriben estrictamente solo con la izquierda y sus ejércitos acechan desde la cara oculta de la luna, preparados para cabalgar las olas, para alcanzar la comisura de todos nuestros secretos.

Escribe, porque lo nefasto no es ir perdiendo la guerra, lo nefasto es ser un monstruo soñando con monstruos. Lo nefasto es ser un pelele entre los necios para emborracharse con el vino de la paz falsa e infame y mirar tambaleante hacia otro lado donde aún no salpica la herida de muerte.

Escribe, como si fueses el primero en hacerlo, como si fueses el último en leerlo y entre tanto, que suceda la vida, como lo que es, una espectacular caída.

Iván Sáinz-Pardo (En la avioneta sobró un sitio)

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EL BUCEADOR

EL BUCEADOR

Las perlas las encontraban otros, yo me limitaba a bucear el alma silenciosa de mis días varados.

Al salir de nuevo a la superficie acostumbraba a ser de noche. Lo primero era respirar como si aquella fuese siempre la primera vez, con los labios agrietados por el salitre, sintiéndome embutido en la piel arrugada de un abuelo centenario y escuchar el conversar de las olas con el cielo agujereado en metralla. A continuación, repetir el ritual de los saltitos para extraer el agua de los oídos mientras la luz de la luna regala vida y forma a los arrecifes.

No solía regresar a casa, ignoraba el hambre para pasear por el desierto contando los cactus. Cien y empezar de cero, cien y empezar de cero, hasta que las piernas se despedían y me obligaban a morder el polvo. Al cerrar los ojos pensaba en tus manos, suaves, generosas, ofreciendo, acariciando. La tiritona convertían el recuerdo sutil de tus manos en puños prietos, en barreras bajadas, en pañuelos improvisados para lágrimas predecibles. Y cuando el primer sol del amanecer me devolvía las piernas, me arrastraba con ellas hasta el mercado de las perlas. Invisible, atravesaba la ciudadela atestada de comerciantes y pescadores, cerdos asados, peleas de gallos, puestos de frutas y motocicletas.

En ocasiones, recobraba mi forma humana y alguno de los otros buceadores me paraban para preguntar que demonios me pasaba. Yo volvía al mar en silencio.

Las perlas las encontraban otros porque yo me limitaba a bucear el alma silenciosa de mis días varados, ni para buscar ni para ser encontrado, como hacen los sonámbulos y los locos, explorando esa parte de la vida que los demás tan solo se atreven a dormitar.

Iván Sáinz-Pardo
(Extraido del libro "En la avioneta sobró un sitio" Próximamente de venta en Amazon)

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EN LA GUERRA SIN NOMBRE

EN LA GUERRA SIN NOMBRE

En la guerra sin nombre, cuando el viento solo le era favorable a los cobardes, él mostraba valentía y sorteaba el fuego enemigo con agilidad. Acompañado del rocío y la brisa de cada mañana moribunda, fue dando un entierro injusto, uno a uno, a los suyos y una muerte justa, uno a uno, al resto. 

Él prestó su chaleco antibalas, su botecito de antídoto, cedió su paracaídas, su mascara de gas y a los más temerosos regaló su pata de conejo, su trébol de cuatro hojas, su cruz, su virgen, su abalorio de la suerte.

Una vez muertos también los días festivos, los fines de semana y las celebraciones de cumpleaños con tartas y globos de colores, compartió trinchera, litera, zafarrancho, polvo, silencios agónicos y las raciones siempre escasas. 
Intercambió los turnos, las imaginarias, prestó sus días libres, cubrió todas las noches. Respetó todas las treguas, menguó las tensiones, soportó el hedor, el calor, el polvo, la humedad. Ignoró las ampollas, las picaduras, los dolores, el escozor de las heridas, el miedo, el hambre, el aburrimiento, el deseo, la tristeza y enmudeció cualquier voz posible dentro de su cabeza. 

Mientras se desangraba el alba del recuerdo de los días felices, él simplemente sonreía a los camaradas y a quien lo requería le ofrecía generoso las llaves de su ciudad intacta y floreciente. Y precisamente cuando estaba a punto de ser declarada la guerra con nombre, sin esperarlo y sin merecerlo, conoció el fuego amigo. Conoció el fuego amigo para morir como mueren siempre los mejores, sepultados en vida en la gracia del silencio.

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TU CARTA

TU CARTA

La teta de mamá sabía a café con leche, sus besos a pipas saladas de girasol. El sol viajaba en su sonrisa y sus palabras de colores transformaban nuestros sueños en trampolines de chocolate negro.


Detrás de aquella mirada golpeada, las sombras le jugaban caprichosas al escondite, se paseaba con ellas humeando un Ducados, agarrada siempre a aquella botella de agua mineral y a un bolso repleto de mecheros prestados.

Detrás del balbuceo errático nunca dejó de reclamar una única cosa, un único regalo, solo había algo verdaderamente reconfortante en la huida. Mamá solo quería una carta, una carta escrita a mano y con mucho amor dentro. Pero hay cartas que nunca llegan porque se siguen escribiendo con la tinta eterna de los besos verdaderos.

La teta de mamá sabía a hogar y a cobijo, a silencio en el bullicio y sus besos eran monedas al aire sobre pozos infinitos.

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NADIE

NADIE

Dices que tu angustia es una catarata por la que te arrojas cada madrugada. El pulso se detiene y desapareces entre la espuma. En la caída solo conjugas tu vida en tercera persona y cuando la luz desaparece, aporreas la puerta de tu embajada en el mundo. Nadie responde.

Nunca fue lo mismo estar en casa que sentirse en ella. Nunca fueron furtivos aquellos besos que en libertad no cometieron delito.
A veces nos desgarra el silencio como el llanto sordo de una despedida interminable. De golpe dejamos de sentirnos dentro de nuestros zapatos y nuestro corazón se olvida de cómo sentirse a la medida de nuestro pecho encogido. Sales a buscar, gritas por dentro, nadie responde.

Sales a la calle. Acudes a la cita a ciegas contigo misma en una habitación de hotel en ruinas. Te sientes nube pasajera, maleta de viaje extraviada, mascota huerfana de nombre o dueño. Bailas sola el hilo musical de un ascensor sin números. Desandas las calles, evitas los espejos. Las sonrisas ensayadas se te atragantan, las medias noches parecen solo noches a medias y tus respuestas se vuelven crucigramas resueltos por gente ajena a tus preguntas. Nadie responde.

Era más divertido cuando la vida nos buscaba por todas partes, cuando la vida aún se jugaba y los amigos compartían su tiempo a cambio de nada.
Cuando llegó el abrazo este ya fue incapaz de reconfortar la derrota. Ahora tú mirada solitaria ya no acepta regalos ni atenciones. Ahora tú mirada perdida es la que juega al escondite entre las sombras. ¿Donde estás? Nadie responde. Las almas gemelas son mudas porque no necesitan palabras para encontrarse.

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MAREA ROJA

MAREA ROJA

Cada vez que hablabas el mundo se detenía, cada vez que callabas el mundo seguía dando vueltas. Pero ahora caminas solo, trastabillante, sobre los restos de una civilización condenada a la extinción.

Pensamos, durante siglos, que la muerte era lo fatal, sin tan siquiera imaginar que la vida era la verdadera catástrofe. Era más fácil para todos evadirnos cuando teníamos un billete de vuelta. Pero hemos quemado las naves, hemos destruido los puentes, hemos dejado perder las cosechas, hemos ignorado las señales, las advertencias, hemos violado uno tras otro, todos los pactos con lo verdaderamente importante.
Ya no somos imprescindibles más allá de los mundos imaginarios, nuestro oro no vale nada ni los números en el banco, ni las estadísticas, las victorias o las derrotas, todo se difumina en la arena del olvido cuando regresa la marea.

Comenzó a diluviar agua de colores, como si el arco iris se derritiese con el sol abrasador. El arco iris dejó de ser y de existir, escondido en desagües y tuberías y la lluvia terminó por desaparecer desatendiendo la vida sobre la tierra.

Primero se secaron las plantas, los árboles, luego se precipitó la muerte, como si esta tuviese mucha prisa, como si aún tuviese algo más importante que hacer después de arrasar con todo. Las calles se llenaron de trampas con luces de neón para ratones hambrientos, para hombres desesperados y almas grises y despiadadas. Y con ello la vida dejó de ser un regalo, ahora costaba un precio inaudito, cada vez más difícil de asumir por nadie.

Al final solo nos quedó la resignación, hacer obedientemente la cola para saltar al abismo, impotentes, con nuestros números de turno arrugados dentro de nuestros puños cerrados. Nuestras almas fueron evaporándose como lágrimas al sol, los cuerpos fueron hacinándose en bellas dunas de polvo hasta que el silencio se apoderó de todo.

Ahora, moribundo, con el cielo convertido en una lengua de fuego, paseas sobre las ruinas de nuestra civilización, atravesando un aire prácticamente irrespirable, creyéndote el último ser vivo sobre la tierra. Cuando tus piernas ceden, en tu interior sabes que nunca más volverás a ponerte en pie.

Los minutos, las horas se retuercen, la sed es insoportable y cuando estas a punto de claudicar, se te acerca una mujer mayor con el pelo chamuscado y la ropa hecha jirones. Se acuclilla y te observa en completo silencio.

-"Pensaba que era el final, que ya no quedaba nadie. Creía que estaba solo.“ Exclamas en un quejido.
La mujer continúa observando tú agonía durante varios segundos, entonces se acerca a ti para susurrarte algo al oído. Prestas atención sin imaginarte que, aquellas, iban a ser las últimas palabras que se pronunciarían sobre la faz de nuestro denostado planeta:

-"Este es el final. El final fue lo primero que se escribió cuando empezó todo lo que hoy conocemos. La vida nunca termina, solo terminan las historias, por eso no hay que desesperarse tratando de entender nuestro mundo, tan solo hay que luchar por encontrar un papel digno en nuestra propia historia. La tuya y la mía, la nuestra, termina aquí."

La mujer sintió una leve brisa acariciar su rostro medio abrasado. No se trataba del viento, tan solo era la penúltima alma volando hacia el infinito de los días.

Iván Sainz-Pardo "En la avioneta sobró un sitio"
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ALAS DE FUEGO

ALAS DE FUEGO

Bajo la luz de la luna, el ave fénix, moribunda, vomita sangre. Se lame las plumas en el lodazal junto al rio de la vida mientras las ranas, a su lado, croan debatiendo sobre su destino.

El ave fénix maldice su suerte, lamenta el ala rota, la fatal caída. Ya no se siente parte del mensaje, ya no parece respetar el guión en el que creía.

El ave fénix sabe que nunca más volverá a volar, pero gasta sus fuerzas de flaqueza abatiendo nerviosa su ala buena. Las ratas de agua ignoran el aleteo, en sus túneles conspiran y planean su dominio mundial, se pelean entre ellas sin ponerse de acuerdo en nada.

El ave fénix se niega a reconocer la nueva perspectiva de no renacer. La estepa arde en el horizonte, centellas de fuego lamen la noche mientras los buitres sobrevuelan inquietos, oteando el insomnio y la desesperación, acechando la carroña ajena y los suenos moribundos.

El ave fénix apenas siente su cuerpo. El ave fénix ya no cree desde la cordura y tampoco le hace falta. Sabe que su destino no es cuestión de fe. Observa la luz anaranjada en el cielo que se le revela como señal.

Una ráfaga de viento anima su aleteo sorteando los buitres, alejándose del croar de las ranas, de los chillidos histéricos de las ratas y remonta con orgullo el vuelo rasgando la luna en dos partes.

Desde los cielos, con la primera luz del día, sobrevuela con coraje la superficie humeante y las cenizas, otea el rio y observa a los buitres despedazar y devorar su cadáver despojado y vacío.

La distancia entre el último suspiro y el primero siempre es un camino a casa por recorrer. La voluntad alimenta el alma y esta, cuando se forja poderosa, no precisa alas para volar.

Iván Sáinz-Pardo ("En la avioneta sobró un sitio")
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TUS DAÑOS COLATERALES

TUS DAÑOS COLATERALES

Mis sueños son latidos de una estrella muerta irradiando en las noches que ya no compartimos. Tienes razón, no soy muchas cosas agarrado a las pocas cosas que me dibujan.

Mis sueños se tropiezan contra tus muebles de diseño, se pierden por los pasillos de tu fragilidad. Tienes razón, soy culpable de más de lo que admito y de romper una y otra vez nuestro reloj.

Mis sueños son tus daños colaterales y a veces veo monstruos donde hay esperanza. Tienes razón, pero estoy cansado de pisar la frontera que nos convierte en enemigos.

Mis sueños son tus dioptrías en la única mirada capaz de ahuyentar las alimañas. Tienes razón, es la vida la que nos convierte en duelistas cegados por la luz del sol.

Mis sueños vagan solos, sin rumbo, boicoteando finales felices, improvisando los días que no volverán. Tienes razón, dejo pasar muchas cosas, pero es que son muchas las cosas que pasan por dentro y que no quiero dejar marchar.

Mis sueños son un hogar tan chiquitito que dentro no quepo ni yo solo. Tienes razón, nunca abro las cartas, nunca termino las cosas que empiezo, pero te fuiste sin saber que yo por ti siempre estuve dispuesto a empezar eternamente.

Iván Sáinz-Pardo (En la avioneta sobró un sitio)

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NAUFRAGIO

NAUFRAGIO

Odiabas cuando cortaba los trozos de tomate demasiado grandes. Podría ser un agujerito insignificante en la proa o un agujero negro dispuesto a engullirlo todo en un bulímico Apocalipsis. Vomitar después contra las nubes, llorarle al agujero de ozono, chapotear las olas, escuchar la sinfonía de las gaviotas esperando nuestro final.

Yo siempre estuve dispuesto a asesinar mis mejores planes, a menospreciar las referencias, a flirtear con la improvisación, a no seguir pautas ni reglas. Siempre estuve dispuesto a destruir mis ciudades deshabitadas, a construir sueños de neón en el desierto y a veranear los largos inviernos sin pasar a recoger de facturación mis maletas. 

Tú amabas los detalles que a mi se me escapaban, porque pocas veces motivaban mi inteligencia emocional, eran colores para la cubierta, cubertería para el restaurante en el que la comida se nos pudría sin servir. Y a mi me estallaba la cabeza entre sueños rotos e ilusiones desangrándose en nuestras bodegas. 
Achicábamos agua salada apenas ya sin mirarnos el uno al otro. 
Algunos aún tenían Paris, nosotros aún teníamos Berlín. Solo habíamos compartido un par de frías noches y una de aquellas palmaditas al ego que a mi siempre me importaron una mierda, pero Berlín era nuestro faro, nuestra isla donde empezar de cero. 

Odiabas verme fumar tanta hierba, confundido y solo, porque sabías que colocado pensaba demasiado, viajando sin ti como polizón de todas mis profecías. Los colores iban desapareciendo, nuestras voces iban perdiendo su eco y nuestro reinado seguía degradándose sin remedio.

El sol abrasaba la piel, la sed nos estrujaba el estómago, nuestras piernas pesaban toneladas de contrabando en controles fronterizos que siempre aparecían de la nada. Dejamos de creer, dejamos de buscar las estrellas, tú agarrada a la vida, yo preocupado por quemar todos los puentes.

El barco se hundía desgarrado por un iceberg que nunca quisimos ver hasta que estuvo demasiado cerca. No podía más, pero seguía insensatamente enamorado de tu risa, me agarraba a ella como a una tabla en un naufragio.

Justo antes del colapso, juntos en el vacío, nos miramos con lágrimas en los ojos. ¿Qué estamos haciendo? Es hora de salir corriendo, de decirnos adiós y salvarnos cada uno por su lado o seguir esperando para hundirnos los dos juntos. 

Me dejarías marchar, con ello salvaríamos nuestras vidas. Yo mientras cortaba para nosotros los pedazos de tomate demasiado grandes, como icebergs gigantes para cada una de nuestras tormentas, sin saber aún que, el tiempo perfecto para nosotros, nunca llegaría.

Iván Sáinz-Pardo "En la avioneta sobró un sitio" ©2014

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