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EL ESCONDITE DE IVÁN

LA VISITA

LA VISITA

Hoy vino a verme mi amiga Elke. Fue una visita inesperada. No la veía desde el día en que murió.
Ella se mostraba con naturalidad, cariñosa, como siempre. Yo enseguida supe que aquello era un sueño y comprendí que yo sabía dos cosas que ella no sabía. Sabía que aquello era un sueño y también sabía que ella estaba muerta.
Mientras me hablaba bajito, ella tan contenta de verme, disfrutando del momento, yo pensaba en la manera de contarle estas dos cosas. Si es difícil explicarle a alguien que su vida es tan solo un sueño, aún es más difícil explicarle que ya ni siquiera tiene una vida.

-Elke, tengo algo que contarte, pero no se como hacerlo. Es algo que cambiará tu vida para siempre, y hablando de vivir…

Yo había tenido sueños parecidos con mi madre, una mujer que cuando tenía la misma edad que yo ahora, decidió que el día de mi cumpleaños era un buen día para claudicar. Nunca se lo he echado en cara cuando me ha venido a visitar después de aquello. Sin embargo, también era una sensación incómoda vivirla de forma tan real, ignorando el hecho de que lleva faltándonos unos años que ya parecen siglos, restándole importancia a un todo como si fuera un nada, yo tan aturdido y ella carcageando con esa risa tan contagiosa.

Elke solo se alegraba de verme, no quería noticias tristes, no quería nada que no fuese sonreír el momento. Yo también me sentí feliz de verla, pero la impotencia de no saber como contarle todo esto me agitó hasta lograr despertarme.

En la cocina me encontré a Julia, seria. Yo seguía embriagado con aquel sueño y no lo vi llegar.

-Los dueños de Emma la han sacrificado anoche.

Emma era una de los perros que Julia cuida en casa. Una perra adorable de 14 años que llevaba viniendo desde hace un año de forma regular y que ha estado precisamente toda esta semana con nosotros. Emma estaba muy mayor pero era muy cariñosa, tenía unas ganas inmensas de vivir y participaba absolutamente en todo lo que pasaba a su alrededor. Y yo ya me había acostumbrado a su respiración de motocicleta averiada y a verla trastabillarse de vez en cuando por nuestro pasillo. 
Antes de ayer nos vomitó en la alfombra varias veces y Julia la llevó al veterinario. Pocas cosas iban bien ya en el cuerpo deteriorado de Emma. La nueva medicación no le había sentado bien. Era cuestión de cambiarle de pastillas contra el dolor, de seguir haciendo malabarismos en una carrera contra el tiempo imposible de ganar. Lo cierto es los dueños de Emma llevaban un tiempo comentando la idea de sacrificarla, pero no pensamos que llegarían a hacerlo ahora.

Vuelvo a mi cuarto. Me tomo el café pensando de nuevo en la visita de Elke. Enciendo el ordenador a la vez que llego a la conclusión de que quizás yo anoche sabía dos cosas que Elke aún no sabía, pero posiblemente ella sabia una cosa que yo se ahora. Emma no está sola.

Iván Sáinz-Pardo (El reino invisible © 2018)

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