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EL ESCONDITE DE IVÁN

SIEMPRE HAY UN TÚ

SIEMPRE HAY UN TÚ

Cierro los ojos. Anochece. Puede ser que me olvidara de pedir un deseo con cada momento verdadero. Puede ser que dejara escapar mis oportunidades sin ni tan siquiera atreverme a soplar las velas, pero siempre hay un tú para hinchar los globos de colores en cada fiesta de cumpleaños. Siempre hay un tú para volver a abrir las ventanas de nuestra alma y permitir dejar entrar la luz y el aire fresco. Y ahora, me siento como una ambulancia sin frenos, aullando la cuesta abajo de tu espalda tatuada. Mis muertos van sentados al volante, mis vivos aprenden a rezar en la parte trasera.

Puede ser que cada una de mis esperas acertadas tan solo respondiesen a expectativas equivocadas. Puede ser que morir sea romper la superficie y bucear la vida después de haberla caminado, pero siempre hay un tú para hacerle sombra a nuestros silencios. Y comienza a llover y me siento solo en la cuneta, sin gasolina, sin mis vivos y sin mis muertos.

Abro los ojos. Amanece. Despacio me incorporo y decido continuar a pie. El sol tibia mi cuello, me va secando y a mí, agradecido, me da por sonreirle y silbarle de vuelta. Silbo y pienso que siempre hay un tú, aunque a veces solo exista en nuestra cabeza. Siempre hay un tú que nos recuerda que vivir es romper la superficie y lograr respirar hondo la equivocación universal de este paseo fortuito.

Iván Sáinz-Pardo
"En la avioneta sobró un sitio" ©2012

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