DEAD SANTA
Dicen que si se introduce un pedazo de carne en un recipiente lleno de Coca Cola, éste se desintegra en poco tiempo. Yo no lo he comprobado personalmente porque me parece una marranada, pero aseguran que es cierto. También dicen que algunos mecánicos lo usan para limpiar de oxido e impurezas las piezas más roñosas y estropeadas. Bueno, pues yo tengo un amigo que se bebe más de dos litros de Coca Cola al día y todavía no tiene ni una miserable úlcera. Aunque, claro, también es cierto que una úlcera es lo único que no tiene el pobre. Hace un par de años se destrozó una rodilla y todos los ligamentos de una pierna. Antes de eso, algunos años antes, un cristal le rajó media cara y le seccionó por la mitad el canal de salivación, y entre las dos cosas, está a punto de entrar en el Libro Guinness de los records por superar en número de operaciones a Cher y a Michael Jackson juntos.
A lo largo de sus veinte y pocos años ha sufrido fracturas en todas las partes posibles y ha incubado todo tipo de enfermedades hoy por hoy conocidas y registradas en los libros de medicina. Ahora creo que, al parecer, la última operación de rodilla va a tener que esperar porque, el otro día, estando en un bar de marcha con los amigos, al ir a mover el brazo derecho, se le quedó tieso y no hubo manera en un buen rato de que volviera a su posición normal. De alguna extraña forma, su brazo perdió de forma repentina el juego habitual y se quedó rígido y estancado casi a la altura de pedir un taxi. Con esa curiosa postura tuvo que marcharse a casa porque, aunque el brazo no le dolía, no hacía más que mosquear al camarero, que, al verle, se acercaba para preguntarle, una y otra vez, si quería otro calimocho. Ahora no sabe si le van a operar antes lo del brazo o de lo de la rodilla.
Mi amigo es una buena persona, un tío de esos bonachones y simpáticos. Te enseña orgulloso sus cicatrices, como si fueran medallas ganadas en alguna guerra, y siempre tiene alguna historia de hospitales cojonuda con la que robarte una carcajada y matar el hastío de los domingos.
A su lado, uno se siente seguro. Uno sabe que nada malo le va a ocurrir, porque todas las desgracias, día o noche, sólo quieren bailar con él.
La semana pasada me llamó por teléfono y estuvimos charlando un rato. Me contó lo del brazo, me puso al día sobre la liga de fútbol y algunas otras cosas. También me contó que a fin de mes le van operar una vez más de lo de la rodilla, pero esta vez en León. Le deseé suerte y nos despedimos porque llevábamos más de veinte minutos, y bueno, ya se sabe que las conferencias al extranjero cuestan siempre un huevo. Al colgar el teléfono, pensé que lo de haberle deseado suerte había sido algo así como darle unas palmaditas en la espalda a Papa Noel y desearle suerte con los toros en los Sanfermines.
Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00
A lo largo de sus veinte y pocos años ha sufrido fracturas en todas las partes posibles y ha incubado todo tipo de enfermedades hoy por hoy conocidas y registradas en los libros de medicina. Ahora creo que, al parecer, la última operación de rodilla va a tener que esperar porque, el otro día, estando en un bar de marcha con los amigos, al ir a mover el brazo derecho, se le quedó tieso y no hubo manera en un buen rato de que volviera a su posición normal. De alguna extraña forma, su brazo perdió de forma repentina el juego habitual y se quedó rígido y estancado casi a la altura de pedir un taxi. Con esa curiosa postura tuvo que marcharse a casa porque, aunque el brazo no le dolía, no hacía más que mosquear al camarero, que, al verle, se acercaba para preguntarle, una y otra vez, si quería otro calimocho. Ahora no sabe si le van a operar antes lo del brazo o de lo de la rodilla.
Mi amigo es una buena persona, un tío de esos bonachones y simpáticos. Te enseña orgulloso sus cicatrices, como si fueran medallas ganadas en alguna guerra, y siempre tiene alguna historia de hospitales cojonuda con la que robarte una carcajada y matar el hastío de los domingos.
A su lado, uno se siente seguro. Uno sabe que nada malo le va a ocurrir, porque todas las desgracias, día o noche, sólo quieren bailar con él.
La semana pasada me llamó por teléfono y estuvimos charlando un rato. Me contó lo del brazo, me puso al día sobre la liga de fútbol y algunas otras cosas. También me contó que a fin de mes le van operar una vez más de lo de la rodilla, pero esta vez en León. Le deseé suerte y nos despedimos porque llevábamos más de veinte minutos, y bueno, ya se sabe que las conferencias al extranjero cuestan siempre un huevo. Al colgar el teléfono, pensé que lo de haberle deseado suerte había sido algo así como darle unas palmaditas en la espalda a Papa Noel y desearle suerte con los toros en los Sanfermines.
Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00
2 comentarios
Ivan -
Saludos a ese oto JACKO que comparte mi escondite...
Ivan
Jacko -