EL EFECTO DOMINÓ (Rescatado)
Hoy, sin saber porqué, me detuve en la escalera de madera, sonaba de fondo una melodía clásica en la radio de algún vecino. Respiré hondo mientras observaba a través de la ventana caer lentamente la nieve.
Pensé en pantanos de lágrimas, en playas de ensueño con la arena robada de cientos de fosas comunes y, por un instante, me sentí desolado y arrinconado como una araña en la reforma de una casa.
La melodía finalizó, al instante, escuché abrirse una puerta y de uno de los pisos salió una señora mayor vestida con un grueso abrigo, un gorro, bufanda y guantes y se acercó a mi arrastrando con cierta solemnidad una visible cojera. Enseguida, curiosa por descubrir lo que llamaba mi atención, miró conmigo por la ventana. Allá afuera tan solo se veían los arboles pelados y un espeso y silencioso manto de nieve. Me miró entonces por unos segundos y me sonrió con plenitud y sin mediar palabra. Yo, sin entender muy bien, le devolví la sonrisa. En ese preciso instante, la anciana se dio la vuelta, sin más, dejandome plantado con la sonrisa en la cara y, tambaleante, se alejó hasta llegar a la puerta del portal. Una vez allí y antes de desaparecer en la calle, se dió la vuelta y me volvió a mirar. Esta vez si que pude escuchar su voz:
“Muchacho, no es tan difícil, has sonreído, ahora la primera pieza de tu dominó ya ha caído”
Iván Sáinz-Pardo
"La ira dormida" ©2010
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