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EL ESCONDITE DE IVÁN

EL SENDERO DE LA OVEJA NEGRA

DERRIBADO

DERRIBADO

Sobrevuelo los tejados, los ríos, los campos y lugares que enseguida reconozco. Con el gesto desencajado, planeo por encima de mi pueblo. En mi retina se repiten, a la vez, las escenas imborrables de aquellas misiones imposibles, los fogonazos de las bombas de artillería, los recuerdos de noches infernales de metralla, desolación y muerte. Interminables meses de sangre y destrucción nos han deteriorado y nos han hecho envejecer a la avioneta que me prestó mi padre y a mí. La guerra ha terminado y los soldados supervivientes, después de cientos de incursiones sobre la zona aérea enemiga, regresamos a nuestras casas.
Finalmente logro aterrizar sobre el jardín de mi casa y mi padre me esta esperando allí, con el pelo alborotado y encanecido y dos brillantes lagrimas cayéndole por las mejillas cansadas.
Al verle, después de tanto tiempo, me emociono y corro a abrazarlo, sin embargo, mi padre me para con un:

-¿Sabes?, casualmente esta noche tuve un sueño muy extraño. Yo estaba en casa y preparaba un estofado en la cocina cuando, entonces, llamaban a la puerta. Un hombre de mirada turbia, disfrazado de cartero y sin pronunciar palabra, me entregó un paquete. Al abrirlo, encontré algo envuelto en papel de regalo. Dentro, descubrí una estatuilla de yeso con la forma de una virgen. Al principio, entretenido en buscar algún nombre o alguna dirección de procedencia, no me percaté pero, instantes después, no pude evitar soltar un grito de espanto al descubrir que el rostro de aquella estatuilla era el rostro de tu mismísima madre.
Hijo mío, desde su muerte sufro de pesadillas y alucinaciones y es por esto que, durante mi sueño, pensé que aquello se trataba tan solo de una alucinación más. Me entró rabia y miedo, la derribé de un manotazo y esta se partió en mil pedazos. Resulta que la estatuilla estaba hueca por dentro y en su interior encontré algo. Entre los trozos del suelo encontré una llave que no se que es lo que abre.

-Papá, ese es, sin duda, un extraño regalo para un extraño sueño. ¿Pero no vas a darme un abrazo?

Mi padre, señalando una pequeña y roñosa caja de madera que hay junto a sus pies, contesta:

-¿Sabes?, lo verdaderamente extraño de todo esto es que, esta mañana, al despertar, buscando esa llave por todos los sitios, encontré esta pequeña caja de madera cerrada con llave, enterrada aquí, en el jardín, al lado del ciruelo.

Ahora le podía observar mejor. Mi padre estaba notablemente envejecido y su mirada había perdido el brillo y la vitalidad de años atrás. Sus músculos, cansados, mostraban a un hombre más encorvado y achacoso.

-Papa, tengo que decirte algo. En todo este penoso tiempo de guerra tu avioneta se ha estropeado un poco.

Mi padre echa entonces un vistazo rápido a la avioneta.

-!Maldita sea, hijo!, ¿es que no vas a aprender nunca a cuidar las cosas?

Con los brazos en forma de jarra, mi padre se acerca unos pasos más hasta la avioneta, y tras examinarla por unos breves instantes, vuelve a echar de nuevo el grito en el cielo:

-!Oh! ¡Pero, dios mío!, si a mi avioneta le falta media ala derecha y, además, está repleta de balazos y metralla… Por cierto, hijo, ¿cómo es que a ti te falta una pierna?

-Papá, la pierna la perdí junto con el trozo de ala hace ya casi dos años en una de las misiones.

-¿Lo ves? Siempre te he dicho que eres un desastre, un inmaduro y un verdadero despistado. Supongo que al menos habrás soñado historias interesantes durante todo este tiempo con las que poder entretener al viejo de tu padre.

-Pues sí, papá, precisamente esta noche tuve un sueño muy curioso: Llamaban a la puerta de casa y mamá recibía a un hombre del ejército que le entregaba una pequeña caja de madera. Después mamá lloraba desconsolada al ver las cenizas grises del interior, mientras tú, con una pala, cavabas un agujero en el jardín junto al ciruelo.

Mi padre se agacha a coger la caja de madera, se da la vuelta, marcha y abre la puerta de casa.

-Vamos hijo, estarás muy cansado y seguro que querrás darte una ducha y cenar algo.

Al pasar por delante de mi padre, este me agarra cariñosamente por el hombro.

-Hijo, estoy muy contento de que al fin estés en casa de nuevo. Como puedes ver, tu padre se ha convertido en un misero anciano, pero, ¿sabes? me he cuidado de reservar la suficiente fuerza y el tiempo necesario para que podamos reparar juntos nuestra avioneta y poder escuchar, mientras tanto, con detenimiento y uno a uno, el resto de tus sueños.

Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329

MERLIN

MERLIN

Cuando yo era pequeño, mis padres eran dueños de un par de bares en Valladolid. Recuerdo pasar las horas muertas jugando con mi hermana Ainoa en el almacén de uno de aquellos. En aquel sótano, imitábamos a los adultos, éramos padres, éramos camareros; atendíamos la barra, servíamos, cocinábamos, comprábamos y vendíamos.
Para nuestros juegos, utilizábamos los botellines de cerveza, los refrescos, las servilletas, las copas, los palillos y todo lo que había a nuestra disposición en aquel formidable escondite.
Sin embargo, también había días en los que solo me apetecía sentarme arriba en una de las mesas del bar para observar a mis padres trabajar detrás de la barra, o simplemente a la gente que iba entrando.
Uno de eso días, me encontraba yo entretenido rompiendo palillos en combates simulados en los que intrépidos caballeros defendían a muerte el honor de sus damas, cuando un señor mayor se sentó en mi mesa. De inmediato busque con la mirada a mi padre, y este, me devolvió un gesto tranquilizador por el que entendí que aquel hombre, era un amigo suyo o algún conocido, un cliente habitual posiblemente.
A pesar de todo, estando aquel hombre allí a mi lado, no me atrevía a continuar con mi aventura de espadachines.
Me miraba atento, con cierto descaro. Sus ojos eran profundos y algo turbios, como si en otros tiempos hubieran sido ojos valientes y emprendedores, y ahora estuviesen perdidos entre los límites de una oscura mazmorra.
La mesa estaba repleta de palillos rotos y astillas y a un lado había también, un vaso de tubo vacío con un limón dentro mordisqueado y un platito. Cuando yo era pequeño, mi padre siempre me sentaba en una de las mesas del bar con una Coca-Cola y una banderilla de pepinillo.
Aquellos ojos me llamaban realmente la atención y ambos nos observábamos con interés. El llevaba un extraño sombrero, una gabardina oscura y un bastón con el puño en forma de bola de cristal.
Únicamente limpio el espacio necesario de la mesa para poder apoyar su copa, y sujetando dos palillos por sus extremos, comenzó a enfrentarlos. Simulaba con la voz el choque de las espadas y el jadeo de los luchadores, tal y como lo solía hacer yo.

--“!Aquel osado que desee cruzar su espada con la de “Perceval” el caballero del Grial, el bien hallado, cometerá su más desafortunado ultraje, la traición a la vida misma. Pues a de saber, que morirá bajo el filo de mi espada sagrada!”

--¿Quien es Perceval? Le pregunte extrañado.

--“Perceval es el héroe y es el hombre. Perceval es el caballero que consiguió hacer sonreír a la princesa sin sonrisa. Es un valiente guerrero de la mesa redonda y es un poeta solitario.”

--Y es el más fuerte ¿verdad?

--“Su fuerza se encuentra en la demencia de sus virtudes y en su búsqueda imperecedera de la verdad”.
Me contesto susurrante.

--Si claro, pero seguro que “Mazinger Z” es mucho más grande y mas fuerte.
Le dije yo entonces desafiante, a la vez que me rascaba la pierna por debajo de la mesa.

--“Los héroes no son grandes ni fuertes por su apariencia física, sino por el ímpetu con que los hombres los exaltamos y los necesitamos.”

--Pero seguro que no puede volar como “Superman”, ¿no? y además, no tendrá superpoderes…

Me acercó un dedo a la cara y apuntándome con el añadió:

--“Los superpoderes, chico, son sólo producto de nuestro anhelo por realizar completamente nuestro subconsciente. Son solo el reflejo inverso de nuestra auto limitación como humanos parcialmente desarrollados, como hombres faltos de esa perfección innata.
Solo somos animales enloquecidos, sólo somos bestias ciegas y arrogantes.
En realidad únicamente somos un chip estropeado, una batería cargada a medias, somos ríos muertos de perdido cauce y sin un manantial para nacer, somos una respuesta sin pregunta y una verdad a medias.”

Yo no era capaz de entenderle del todo, pero me gustaba como hablaba, así que, trataba de no perderme y de dar un sentido a nuestra conversación:

--Pues yo de mayor quiero ser “la Masa”, ¿sabe señor quien le digo?
Es muy grande, es verde y tiene muchos músculos. !Es un super héroe!

Aquel hombre se puso a reír a carcajadas, sorbió con felicidad un buen trago de su copa y dijo:

--“Amigo, se a quien te refieres y la verdad es que, aunque cada persona debiera de buscar y escoger sus propios héroes, no te aconsejo a la Masa como un buen héroe.”

--¿Por que no?, a mi me gustaría poder destrozarlo todo como el, me gustaría que cada vez que me enfadara, todo el mundo me tuviese miedo.

--“Te voy a revelar un secreto, pero no debes decírselo a nadie ¿vale?
A veces yo puedo transformarme en todos los héroes que desee, y te aseguro que la Masa no es el más aconsejable. Alguna vez, cuando me transformo en la Masa, chillo, me enfurezco y lo destrozo todo, pero después siempre viene esa inyección que me envenena y me arroja al pozo negro, al reino de las pesadillas…”

--!Yo también odio las inyecciones y a los hombres vestidos de blanco! Exclamé excitado.

Él continúo preguntándome:

--“¿Y de mayor sólo te gustaría ser la Masa?.”

--No, también quiero ser un explorador intergaláctico, porque yo se que el cielo y las estrellas no son infinitas cómo la gente y mi profesora cree.
Quiero hacer una nave y buscar el final del espacio… me gustaría saber como es.

--“Ya, bien, pero necesitaras muchos víveres, agua potable y mucho combustible para ir y volver.
Tendrá que ser una nave espacial gigantesca y te costara muchísimo encontrar una energía que sea capaz de propulsarte hasta el final del universo.”

Le mire extrañado,

--¿Volver?, ¿quien habla de volver?, supongo que después de conocer los limites del universo, a uno ya no le quedaran demasiadas ganas de volver a este mundo.

Los siguientes tres cuartos de hora los pasamos maquinando y buscando la solución a mi futuro intergaláctico.
Mi padre de vez en cuando se acercaba a nosotros, sonriente, para servirnos o preguntarnos que tal nos iba.
Yo me tome otra Coca-Cola y otra banderilla mientras aquel señor se dedicaba a apurar el cuarto cubata.

--“¿Sabes amigo?”

Me dijo entonces, con los ojos notablemente rojizos y alterados por el alcohol.

--“Esta noche tuve un sueño y te lo voy a contar:
Estaba tranquilamente en mi casa sentado en un sillón viendo la televisión.
Mi perro estaba conmigo y en esos momentos se hallaba tumbado cerca del televisor, cuando noté algo extraño. Fije la vista en mi perro y le descubrí como si estuviera en frente de mi, pero a la vez, dentro de otra habitación.
En la pared había una puerta chiquitita y mi perro estaba como en una habitación interior. Me extrañe mucho al descubrir una pequeña habitación, donde antes nunca la hubo, así que me levante con la intención de explorarla.
Me puse de cuclillas y a gatas me introduje a través de un pasillo diminuto, apenas de mi tamaño.
Al llegar a dentro, descubrí que aquel cuartito era como una segunda casa para mi perro. Había una camita, pequeños armarios, más habitaciones al lado y toda una verdadera familia de perros en el interior de estas otras.
En cada pequeña habitación, fui encontrando todos aquellos objetos antiguos que fueron desapareciendo de mi casa con el tiempo y yo ya los tenía prácticamente olvidados.
Pero en un flash todo aquello desapareció y me encontré delante de una cama inmensa con dos mujeres desnudas esperándome. Me hicieron el amor un buen rato y después aparecí inmerso en mitad de una verbena, delante de un puesto de tiro al blanco...”

--¿Que es eso de hacer el amor?, le pregunte interrumpiéndole.

Carraspeó un poco y me dijo:

--“Hacer el amor, significa jugar a ser sinceros con nuestra naturaleza y consumar un secreto reprimido entre un hombre y una mujer. Hacer el amor es un acto de comunicación tan sencillo como el hablar, pero menos interesante aun a pesar de todo. Hacer el amor en definitiva es como romper una severa dieta y pegarte una comilona de espanto.”

Yo no llegué a entenderlo muy bien, pero le deje continuar con su extraño sueño.

--“Agarré entonces una escopeta, pero no fui capaz de encontrar por allí ni perdigones ni nada que derribar. De modo que decidí ir a reclamar a la encargada, que era una señora gorda de expresión desagradable y vestida de enfermera.
Tras soportar sus insolentes gruñidos conseguí que me diera unos perdigones y tres monigotes como diana.
Pero resulta que uno de los monigotes era yo, el otro era el yo que los demás imaginan al pensar en mi o al escuchar mi nombre, y el tercero era el yo que yo mismo creo que soy.

--!Dispara cerdo!, !dispara de una vez!

Me berreaba aquella señora.
Aterrorizado, escapé corriendo por la calle abajo, hasta que dos policías me arrestaron acusándome de haber asesinado a Kennedy.”

--¿Quien es Kennedy?

--“Fue un presidente de los Estados Unidos”.

Me contestó frotándose la cara; e inmediatamente me preguntó:

--“¿Y tu, no tienes sueños raros?”

Claro que tenia sueños raros, así que le conté todos los que me acordaba, incluso ese en el que estando jugando en la terraza de un ático, el edificio se iba poco a poco inclinando hacia un lado y sin nada a lo que agarrarme, me resbalaba por el suelo hasta caer por el edificio abajo.
Así, pasamos la tarde, hablando y bebiendo lo que mi padre nos iba trayendo. Aproveche la sabiduría de aquel hombre de rostro cansado y enfermizo para satisfacer mi curiosidad infantil, aquella ansiedad por averiguar, descubrir, saber y aprender. Pacientemente respondía a mis preguntas, algunas tales como:

--¿Por qué los Reyes Magos no se mueren de viejos nunca?

--¿Que es el fuego y por que quema?, ¿como es capaz el Papa Noel de repartir tantos regalos en una sola noche?

--¿Por qué no nos caemos si la tierra da vueltas?, ¿por que el Ratoncito Perez no colecciona cromos como todos?, ¿para que quiere el nuestros dientes?

Y todo ese tipo de preguntas comprometidas que los padres se cansan de buscarle respuestas.

Pero ya anochecía y pude ver a mi madre recogiendo mi cazadora, lo que significaba que llegaba el momento de volver a casa.
Nosotros aún continuábamos entre risas y carcajadas, jugando como al principio de conocernos a los Caballeros de la Tabla Redonda con los palillos.

Una vez en el coche, vi salir del bar a aquel hombre, con su gabardina oscura, su extraño sombrero y su bastón. Se alejaba tambaleante por ese malestar que los adultos padecen cuando se exceden con sus bebidas de adultos.
Quise despedirme de el por última vez, pero descubrí que aún desconocía su nombre.
Abrí la puerta cuando mi madre encendía ya el motor del coche y salí corriendo detrás de el. Pude escuchar los gritos de mi madre llamándome, pero no me detuve hasta alcanzarlo.

--!Perdone señor, pero he olvidado preguntarle su nombre!

--“Ah si, querido amigo, yo soy Merlin, Merlin el Mago.”

Me dijo arrastrando las palabras y señalándome con el puño de su bastón.

--“¿Y quien sois vos?”

--Yo, yo… yo soy… yo soy Perceval el ultimo caballero. El héroe emprende… emprendedor de las más altas y bellas empresas. El que hizo sonreír a la princesa sin sonrisa…

Le contesté con orgullo y tremendamente excitado.
Ofreciéndome una reverencia y estrechándome la mano, termino diciéndome:

--“Ha sido un verdadero placer conocerle distinguido caballero”

Pasaron los años, mi padre dejo el negocio y nos fuimos a vivir fuera de la ciudad.
Nunca le volví a ver.

Un día mucho mas adelante, recordé todo esto y gracias a mi padre llegue a averiguar que, aquel por el que le preguntaba, sólo era un alcohólico enfermo, un viejo demente, al que por aquel entonces, solo le estaba permitido salir del psiquiátrico, una o dos veces al mes.
Mi padre tampoco lo había vuelto a ver después de aquel día.
Me sentí un poco decepcionado, pero comprendí al fin, que los extraños ojos de aquel hombre sabio, eran en realidad los de un héroe verdadero. Un héroe posiblemente ya de otra época y sin misión alguna.

Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329

BAJO LA NOCHE ABIERTA

BAJO LA NOCHE ABIERTA

Hoy busqué sobrevivir a mi destrucción y sin pretenderlo, me vendí a la necesidad de volverte a encontrar.

Esta noche perseguiré las huellas intactas de nuestras caricias, retomaré el recuerdo de aquellas mentiras oportunas y consentidas.
No te olvidaré nunca. Decías. Pero ya no estas aquí, y únicamente queda la mirada atrás, arrastrándose a gatas por el pasado. Por nuestro pasado juntos, cuando jugábamos a la autodestrucción, al derroche, regocijándonos felices en el letargo de nuestro propio fin, cuando nos amamos sin pensar demasiado. Y recuerdo aquel silencio antes del adiós, como pálida catarata de extraños murmullos, y cada una de tus palabras exactas, calculadas, desangrándose por mi cuello inclinado.

Buscándote, bajo la noche abierta, sonrío una vez más al recordar instantes como aquellos, en los que, para bien o para mal, compartí felicidad y agonía, los últimos momentos verdaderos de un ángel caído.

Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329

LA BICICLETA NARANJA

LA BICICLETA NARANJA

A veces, mi suerte parece torcida.
Recuerdo que una vez tuve una bicicleta naranja. Su manillar también había nacido torcido, así que rodaba siempre en direcciones tan torcidas e inesperadas como mi vida.
Los niños no lloran, decía el abuelo, pero yo necesitaba llorar bastante a menudo.
Antes todo era diferente, mi bicicleta naranja era la más rápida del mundo. Yo pedaleaba deprisa, muy deprisa, buscando y burlando la velocidad. Mi bicicleta naranja era como un regalo divino y montado en ella, yo me sentía invencible y valiente como un héroe con superpoderes al que las caídas no le dolían.
Ahora ya no soy un niño, no lloro casi nunca y tampoco tengo ya mi bicicleta naranja. Sigo adelante y, a pesar de los moratones acumulados de todas las caídas, sigo siendo feliz. Ahora vivo como un héroe retirado y sin superpoderes. La vida, poco a poco se endereza, pero lo cierto es que ahora, aunque hay menos curvas, la velocidad de algunas cosas sí que consigue asustarme.

Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329

LA CUENTA ATRÁS

LA CUENTA ATRÁS

Que nadie te llame ahora, el cielo pesa demasiado.
Nada resulta extraño, aunque el espejo te salude hoy, una vez más, con desgana.
Volverás a coger el autobús por los pelos y gracias a ello, encontrarás el trabajo de tu vida. Pensarás que nada ha cambiado, que sigues siendo el mismo en esta cuenta atrás, pero ni ese será tu trabajo ideal, ni esta tu vida perfecta.

Seguirás robándole trocitos a la noche infinita, para hacerte con ellos una máscara.

-¡Voy a gritar!, ¡Voy a gritar! ¡Voy a gritar!… ¡Voy a salir volando y todos gritareis conmigo!

Esta es la cuenta atrás, un cuento de Navidad para los refugiados del Zaire, un manual de hipnosis para esos terroristas de traje y corbata, una esperanza moribunda para los secuestrados por las hipotecas y el precio del barril, una muñeca hinchable para los separados, los solteros y solitarios. Una ración de anabolizantes para las maltratadas, manzanas con gusano para Eva y costillas con patatas y Ribera avinagrado para Adan, un remedio fallido más a precio abusivo contra el puto cáncer, un iceberg traicionero para el Arca de Noé…
Pero tendremos fe gratuita, mil dioses de distintos nombres dispuestos a vomitar supuestas verdades absolutas y a responder a todas las preguntas del millón que les pidamos. Buda, Ala, Jesucristo, Jehová, tele predicadores, sectas… Fe gratuita para el hombre occidental y las culturas ricas. Yo adoro al mismo bastardo que experimenta con las almas de los niños que mueren de hambre en el resto de mundo.

-¿A quién estáis adorando vosotros?

Es la cuenta atrás.

-¡Voy a gritar!, ¡Voy a gritar! ¡Voy a gritar!… ¡Voy a salir volando y todos gritareis conmigo!

Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329

MI ELFA

MI ELFA

Con el descanso interrumpido abro los ojos a la presencia que me visita y titubea, al duende de los sueños paralelos, a mi ninfa deseada, la de sedosas alas multicolores de papel cebolla.
Ella va y viene por las horas nocturnas, me visita siempre con la intención de regalarme complicidad, murmullos íntimos y pequeños secretos.
Sus pies son alargados y retorcidos, juguetean siempre en mil posturas, en mil posiciones imposibles y extrañas. Su rostro juega siempre a despistar, con continuas gesticulaciones, dislocadas y grotescas, escondiendo siempre la bendición y el aleluya de una pequeña diosa. Ella abre mucho sus ojos y la boca. Mueve en un tic sus orejas puntiagudas, para de pronto, cambiar a una expresión fría y seria. Continúa con un guiño, me lanza un beso y cruzando los ojos, termina por burlarse del todo de mí sacándome la lengua. Después, en su boca se desborda una sonrisa exagerada.
Ella pronuncia mi nombre con voz inaudible. No puede hablar, quizá tampoco sepa, pero su cuerpo no deja de expresarse sin parar. Me cuenta viejas historias, leyendas sagradas, fábulas increíbles, refranes olvidados y trabalenguas para sordos.
Muchas veces se expresa nerviosa y sin sentido, entre mímica, gestos y bailes. De pié cruza las piernas, con su cara apuntando al cielo. Se estira, aprieta los puños y llora con todas sus fuerzas, parece invocarse al poder de la noche y las estrellas.
Yo también la hablo en bajito y la cuento mis cosas. Otras veces únicamente nos observamos en silencio y ella permanece conmigo, sonriente, suspendida a metro y medio del suelo.
Yo a veces intento convencerla de que haga vida normal, pretendo que entre en razón, hacerla entender que la vida no es solo jugar y volar inquieta de un sitio para otro. Mi elfa inclina su cabeza, agita lentamente sus alas, se aproxima a mí y me acaricia la cara como a un niño; abre bien sus ojos verdes como prestándome mucha atención, y por unos momentos, permanece tumbada en mi cama, a mi lado, tranquila.
Es entonces cuando suele relajarse un poco, cuando puedo aprovechar para observarla mejor. Ella acerca su carita y me mira muy de cerca, derrochando dulzura, con esos ojos infinitos que me mantienen sedado y dócil en cada una de sus tiernas intenciones. Su rostro es de una belleza distinta, sus facciones son de una perfección diferente; sus formas son finas y alargadas, sus extremidades puntas de estrella… La comisura de sus finos labios, la suavidad de su piel aceitunada, su tez pecosa y su nariz chata y respingona. Toda su belleza, toda su perfección, se encuentra más allá, lejos de lo que conocemos, como si ciertamente no fuese fruto de una creación humana.

Muchas veces advierte en mi esa pasión incierta, entonces me sonríe con ojos pícaros, como prometiéndome. Pero vuelve a escaparse de mí y sus labios vuelven a dar forma a un beso que ella manda de lejos al aire y yo nuevamente recojo; después se sonroja y se da la vuelta, juguetea con sus alas y se esconde tras ellas. Al plegarlas y recogerse, puedo observar su vestidito, transparencias de colores pálidos, formas de mujer semiocultas en seda suave.
Yo la incito a volver a mí y ella se protege entre sus alas, recelosa y sugerente, inadvertida de que con su ingenua postura, ha hecho subir un poco su faldita descubriendo parcialmente el dibujo y la tierna desnudez de sus nalguitas redondeadas.
Al percatarse, me sonríe abiertamente y se escapa volando entre círculos y piruetas, atraviesa la ventana abierta de mi cuarto y huye, como un meteorito a la deriva, como estrella fugaz para el rabillo de mis ojos.
Sin embargo, otras veces, cuando la miro en silencio con ardiente deseo, cuando la ruego, excitado, ella toma las formas que yo más deseo y sus senos florecen solo con la intención de mi mirada, toman forma al tacto de mis pensamientos. Cierra sus ojos y yo la transformo, la creo y la destruyo, la enriquezco con mis fantasías, la amo de verdad, en silencio. Su cabello es una llama de vivos colores, ardiendo a mi gusto. Voy dando forma a sus caderas y a su cuello. Con cada una de mis intenciones alargo sus muslos, la atraigo hacia mí y beso su humedad, su vientre templado. Mi elfa sonríe y suda con su cuerpo cambiante, disfruta y se estremece en un éxtasis compartido.

Pero hay otras veces en que la noche se abre y nos invita a pasear en su herida. Entonces nos escapamos por la ventana y ella me lleva a los bosques. Yo allí la hablo de esa soledad que no escogemos y que nos hace más fuertes, de la naturaleza contradictoria de los sentimientos humanos; hablo sin parar, sabiendo que, a pesar de sus visitas, a pesar de sus ausencias, de sus juegos, disimulos y piruetas, ella siempre me escucha y disfruta con mi presencia.
Paseamos en la noche, mientras ella se transforma en hoja otoñal o en gato de pelo negro y erizado que salta por los tejados; ahora es una niña que recoge flores de colores y poco después, se transforma en una anciana de paso aletargado y cuenta las estrellas. Mi elfa es una loba solitaria, aullándole a la luna o es rana verde para croar en saltitos estúpidos. Es brisa inesperada meciendo mi cabello y al instante gota de lluvia para caer a mi paso desde la rama de un árbol y recorrer mi frente.
Sus transformaciones y mis palabras se funden como almas gemelas, como polos distintos atrayéndose sin remedio. Como palabras escapadas de un libro, en busca de las imágenes que describen su alma de tinta y papel.
Pero cada mañana, sin embargo, vuelve la pesadumbre de un nuevo día sin ella, el retorno a una vida real. Cada amanecer, mi elfa desaparece como si fuera para siempre, y yo, no la espero. No la espero porque solo estoy convencido de que volverá, cuando en mitad de la noche, un susurro me despierta.

Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329

DAVID

DAVID

En esa época en el que los complejos amenazan con gobernar con tiranía la vida de uno, el miedo a lo desconocido se aparece siempre como un fantasma sin rostro, acechando nuestros primeros pasos hacia la adolescencia.
Eran tiempos de colegio en los que, entre curso y curso, libros, multiplos y divisiones, se dibujaba, inmortalizándose en mi recuerdo, aquel pueblo del norte, Puente Viesgo. Fue allí donde, año tras año, fueron transcurriendo la mayoría de las vacaciones escolares. Donde lentamente descubrí, con inocencia y naturalidad, el sabor de los primeros sentimientos. Allí, cada mañana de verano, entre montañas y verdes pastos, se escondían algunos de los versos que con el tiempo me iría memorizando. El amor, el miedo, la fantasía, la felicidad, la magia, la amistad…

En aquel pueblo hice muchos amigos y de cada uno de ellos recuerdo cosas diferentes. Sin embargo, hubo uno que fue durante años como un hermano mayor para mí, como el verdadero inspirador de la gran mayoria de mis sueños, un héroe de carne y hueso.
David era mi mejor amigo. David era algunos años mayor que yo y recuerdo que me fascinaba la idea de poder llegar a ser algún día como él. Podía pasar una tarde entera solo escuchándole hablar. Disfrutaba con cada uno de nuestros juegos, con sus iniciativas y con sus ideas.
Su familia pasaba las vacaciones en la casa vecina a la de mi abuela. Cada verano esperaba de nuevo, con gran anhelo, la llegada del coche de sus padres. Aún puedo recordar la emocionante impaciencia de mi espera y la enorme tristeza que sentía después con cada final de verano.
David y yo nos reíamos y nos divertíamos mucho juntos y fuimos descubriendo con nuestros juegos mil sitios llenos de magia y aventura. Hacíamos batallas de soldaditos, cabañas, arcos y flechas, carreras de coches y guerras de pistoleros. Recuerdo también hacer excursiones con las bicicletas o recoger caracoles para vendérselos después al pescadero a cambio de una propina. En otras ocasiones, sus hermanas, Ainoa, mi primo Ruben, las mellizas, todos juntos recogíamos flores y después las machacábamos con piedras para hacer perfumes y regalárselos posteriormente a nuestros padres.
Con David a mi lado, descubrí el respeto hacia la naturaleza, aprendí a saber explotar la imaginación, la creatividad, la importancia de la amistad y del trato con los demás. La gente en el pueblo y todos los demás niños lo respetaban mucho y recuerdo que mi abuelo lo quería un montón. A veces, David se levantaba de madrugada y quedaba con el abuelo para ir a ordeñar las vacas o para ir al prado a segar. Yo que era más pequeño, les acompañaba solo cuando me lo permitían. Una de aquellas veces, David nos hizo una foto a mi abuelo y a mi. Yo iba subido a la burra. Aún conservo la foto, y aunque no tengo ninguna con David, al menos me gusta recordar que en aquella el estaba allí delante nuestro.
Uno de esos veranos, especiales e inolvidables, David me volvió a decir adiós. Sin embargo, esta vez fue para siempre. Sus padres vendían la casa y ya no volverían a veranear más en Puente Viesgo.
Yo, desde el patio de la casa de abuelita, atónito y cabizbajo, observaba cómo recogían sus cosas.
De repente, los padres de David y sus hermanas ya le esperaban en el coche, pero entonces el me llamó, y yo me acerqué conteniendo las lágrimas.

-Toma, esto es para ti. Es un regalo.
Exclamó, extendiendo los brazos mientras, al mismo tiempo, se dibujaba una tierna y emocionada sonrisa en sus labios.

Al siguiente verano mis abuelos murieron en un accidente de tráfico y ya nunca nada volvió a ser igual. Con su repentina muerte, descubrí que mi padre también tenía un papá y una mamá. Recuerdo que sufrí más por él que por mis abuelos y, por primera vez, pensé que la vida no era eterna, nada de eso, ya ni siquiera me parecía tan larga.
Nosotros dejamos de visitar el pueblo con tanta frecuencia, y cuando lo hacíamos, ya nadie parecía disfrutar realmente pasando los días allí. Sentado en el patio de la casa de abuelita, me sentía tan vacío y abandonado cómo la casa de David.

Nunca más he vuelto a verlo, y ahora que ya no soy un niño, comprendo que todas aquellas lágrimas que derramé en mi cuarto, añorándole, eran las mismas que bautizaban mi actual carácter. Que aquella cajita de madera que aquel verano me regaló mi amigo David no contenía nada, pero se iría llenando lentamente con el tiempo…

Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329

PERCEVAL

PERCEVAL Perceval, os estoy perdiendo, como las olas se pierden en el mar.
Os estoy destruyendo, como las guerras destruyen las ciudades.
Mi pequeña barca va a la deriva de una forma cada vez más peligrosa, pero porque os quiero con toda el alma, os pido con humildad perdón y otra oportunidad.
Siento tanto haberte hecho daño… pero la vida, a veces, te juega estas malas pasadas.
Sigue escribiendo, que lo haces muy bien y puedes ayudar a otras personas.

Merche. 3-11-93

"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329

SUERTE

SUERTE Hoy soy una jodida ulcera en el estomago de mi propio destino. Hoy soy el único sendero, la silla mas incomoda, soy el despertador que menos madruga. Hoy soy comida para peces, pero vosotros ni siquiera sabéis nadar. Hoy mi suerte es como un puñado de burbujas de jabón escapándose por la ventana del despropósito, aunque no por ello, voy a malvenderos mi buena estrella.

Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329

FIESTA DE NO DESPEDIDA

FIESTA DE NO DESPEDIDA Os voy a presentar a una especie nueva de homínido.
Una especie única. El “Homo Esponjus”, también vulgarmente llamado Tomas. Fijaros muy bien en él.
Lleva poco tiempo en el Cole, pero ya está más que adaptado y es uno de esos tipos que solo con estar ahí, ya despiertan buen rollo, simpatía y naturalidad.
Los chicos de la Resi, me sorprendieron ayer con una fiesta de despedida. Cenamos en el "Pappasito´s", un bar mejicano donde comimos estupendamente y bebimos cócteles y cervezas hasta las tantas. Debía de estar jodido el aire acondicionado, el bar estaba muy lleno, pasamos bastante calor y el ritmo de las cervezas eran como una auténtica prueba de fuerza. Después de unos Tequilas, acabamos pasando por un 24 horas a por provisiones y terminamos todos la fiesta en el Keller del Cole. Repasando hoy la noche, he contado hasta ocho tipos distintos de alcohol, y ahora entiendo el porque de este malestar general. Lo que no entiendo, es como puede haber gente que aguante lo que aguanta este auténtico ejemplar. El tio, encima ya venía tocado de salir el viernes hasta las mil, que es en realidad comenzar con desventaja, algo así como correr los cien metros lisos en chancletas. Después de las birras, los cocteles y el tequila en el bar, compramos en aquella gasolinera ron, vodka y una botella de Jägermeister, una especie de licor de hierbas muy difundida sobretodo entre los vagabundos germanos, y que nosotros nos trincamos a chupitos por el camino al Cole. Allí bajamos también vino y una botella de champán para brindar. Nos divertimos mucho y me acosté cuando el sol ya empezaba a picar, molido. Pero Tomas, escoltado por Edorta, Nico y Sofie, se fueron del tirón a desayunar, ni más ni menos, que un Schnitzel. Eran las 8 de la mañana y les dijeron al llegar, que hasta las 11 nada de nada. Como era un Biergarten, se sentaron allí y esperaron tan tranquilamente (tres horas enteritas) tomándose unas Weissbier. Después del Schnitzel, hubo, comprensiblemente, tres bajas más y Tomas se quedó solo. Pero entonces, no se rindió, recogió a un amiguete y continuaron bebiendo Helles en el Cole.
Yo me levanté hecho un cromo a las tres de la tarde y bajé a contrarrestar las aspirinas con algo de comer. Allí me encontré a Tomas, aún borrachuzo, y a su amigo, que seguían dándole a la cerveza y cocinando entre carcajadas unas gachas y unas lentejas.
Por la noche, hemos vuelto a cenar todos juntos en el jardín. Cerveza, vino, tortillas de patatas y Tomas, que sigue de empalmada, al frente, aguantando en pié como un titán. Yo, después de un rato, me he subido a seguir recogiendo mis cosas, y desde mi balcón aún les oigo reírse. Mientras escribo, quiero pensar que si no escribo un post de despedida es porque este no será un adiós definitivo. Sin embargo, hay mucha gente entrañable con la que he compartido, casi sin darme cuenta, muchas cosas y post enteros escritos en mi cabeza que hablan sobre este sitio y sobre todo lo que ya estoy echando de menos.

Y PASEÉ EN MI LLANTO

Y PASEÉ EN MI LLANTO Y paseé en mi llanto, cuando el cielo estaba tristemente cubierto y las montañas parecían más verdes.

Y paseé en mi llanto, cuando subía la marea, aciaga y rotunda, cuando la brisa, transformada en huracán, arrojaba mil gotas de lluvia sobre mi cara.

Y paseé en mi llanto, con espuma y sal en mis labios, con el recuerdo dulce de los tuyos y el corazón de arrecifes desgarrado; y paseé sin importar el tiempo y sin tener a nadie a mi lado.

Y paseé a lo largo de la orilla, mientras en la arena se hundían mis pies descalzos; mientras mi camisa bailaba con el viento, empapada como mi alma, de mar, sal, lagrimas… y de dolor amargo.

Iván Sáinz-Pardo
"El sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329

DIEUWKE (II)

DIEUWKE (II) Los árboles se abrazaban por encima de nosotros, en la oscuridad.
Caminábamos demasiado deprisa, como fustigados por la tensión y los nervios.
Recuerdo aquel calor en las sienes, el temblor en las piernas, el hormigueo de la excitación. Por un momento cerré mis ojos y los volví a abrir con el fin de comprobar y demostrarme que aquello no se trataba únicamente de un sueño. Me hubiera pellizcado, hubiera gritado de entusiasmo. Deseaba congelar aquella sensación de algún modo, pero sin entorpecer la magia del momento.
Ya llevaba un año saliéndo con Esther, estrechando sus pequeñas manos, descubriendo su voz, sus gestos, mirando a través de sus ojos, jugueteando con su rizado pelo. Ahora, sin embargo, me dejaba arrastrar por una mirada distinta. Me dejaba camelar por la curiosidad, el deseo, la naturaleza de aquellos nuevos gestos, me dejaba guiar por una voz extranjera.
Nada parecía estar ocurriendo sin ningún motivo concreto. Me estaba engañando a mí mismo al pensar que sería capaz de controlar todo aquello. Me sentía como el protagonista de una película que aún no había visto. Paseábamos en silencio, como dos personajes impotentemente abocados a un destino común, a un rumbo inamovible y concreto. Todo ocurría como ya estaba escrito, como tenía que ocurrir. La miré de reojo, ella estaba tan nerviosa como yo, preciosa con su chubasquero rojo. Y entonces lo entendí todo. Ahora yo debía frenar nuestra marcha, situarme delante de ella, mirarla a los ojos y besarla por primera vez.

Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00

LA CONFESIÓN

LA CONFESIÓN Hoy voy a decir toda la verdad.
Cuando aprobaba por los pelos y ocupaba mi tiempo en clases particulares, cuando callaba como si no supiese de que hablabais, cuando hacia ver que perdía el tiempo con bobadas irrelevantes, cuando me paseaba con supuestas novias todas ellas guapísimas, cuando escuchabais mis comentarios de machote, era todo simulado.
EN REALIDAD SOY UN EMPOLLÓN GAFOTAS Y ADEMÁS SOY GAY.
Puedo demostrarlo. PULSA AQUI
Solo era cuestión de tiempo.

DIEUWKE (II)

DIEUWKE (II) Los árboles se abrazaban por encima de nosotros, en la oscuridad.
Caminábamos demasiado deprisa, como fustigados por la tensión y los nervios.
Recuerdo aquel calor en las sienes, el temblor en las piernas, el hormigueo de la excitación. Por un momento cerré mis ojos y los volví a abrir con el fin de comprobar y demostrarme que aquello no se trataba únicamente de un sueño. Me hubiera pellizcado, hubiera gritado de entusiasmo. Deseaba congelar aquella sensación de algún modo, pero sin entorpecer la magia del momento.
Ya llevaba un año saliéndo con Esther, estrechando sus pequeñas manos, descubriendo su voz, sus gestos, mirando a través de sus ojos, jugueteando con su rizado pelo. Ahora, sin embargo, me dejaba arrastrar por una mirada distinta. Me dejaba camelar por la curiosidad, el deseo, la naturaleza de aquellos nuevos gestos, me dejaba guiar por una voz extranjera.
Nada parecía estar ocurriendo sin ningún motivo concreto. Me estaba engañando a mí mismo al pensar que sería capaz de controlar todo aquello. Me sentía como el protagonista de una película que aún no había visto. Paseábamos en silencio, como dos personajes impotentemente abocados a un destino común, a un rumbo inamovible y concreto. Todo ocurría como ya estaba escrito, como tenía que ocurrir. La miré de reojo, ella estaba tan nerviosa como yo, preciosa con su chubasquero rojo. Y entonces lo entendí todo. Ahora yo debía frenar nuestra marcha, situarme delante de ella, mirarla a los ojos y besarla por primera vez.

Iván Sáinz-Pardo
"Al final del arco iris"
©-N333042/00

LA CONFESIÓN

LA CONFESIÓN Hoy voy a decir toda la verdad.
Cuando aprobaba por los pelos y ocupaba mi tiempo en clases particulares, cuando callaba como si no supiese de que hablabais, cuando hacia ver que perdía el tiempo con bobadas irrelevantes, cuando me paseaba con supuestas novias todas ellas guapísimas, cuando escuchabais mis comentarios de machote, era todo simulado.
EN REALIDAD SOY UN EMPOLLÓN GAFOTAS Y ADEMÁS SOY GAY.
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Solo era cuestión de tiempo.

LA CONFESIÓN

LA CONFESIÓN Hoy voy a decir toda la verdad.
Cuando aprobaba por los pelos y ocupaba mi tiempo en clases particulares, cuando callaba como si no supiese de que hablabais, cuando hacia ver que perdía el tiempo con bobadas irrelevantes, cuando me paseaba con supuestas novias todas ellas guapísimas, cuando escuchabais mis comentarios de machote, era todo simulado.
EN REALIDAD SOY UN EMPOLLÓN GAFOTAS Y ADEMÁS SOY GAY.
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ESCRITO PERDIDO

ESCRITO PERDIDO

Recuerdo que un día de Agosto, recién llegado a Alemania, escribí un pequeño relato sobre un sueño que tuve, pero sin saber muy bien ni como ni donde lo perdí.
Se han precipitado los días y los meses tan deprisa como una fila de fichas de domino, empujándose unas con otras. Puedo notar como dos bellas mujeres unen dos momentos distintos con un largo y hermoso lazo de seda. Uno me hablaba de empezar, descubrir, aprender, enfrentarse. Y el otro, meses después, de olvidar, superar, añorar, emprender, luchar… terminar.
Recuerdo que aquel era un escrito en el que yo hablaba de alguien que se transformaba en muchos animales distintos. Era un escrito estupendo, con un buen mensaje al final que tampoco consigo recordar.
Ahora sale el sol, mi cabeza parece ser una mandarina pelada y el resto del mundo son solo una bandada de pajarracos acechando mis jugosos gajos. El temor sigue siendo una sombra desnuda para mis veintitrés heridas mortales, pero nunca más desperdiciaré mi tiempo pidiéndome perdón a mi mismo. Por esto continuo bebiendo sangre robada de vuestro templo, cuando las noches son mugrientas y nos separan…
Perdí aquel relato y en su lugar escribí otros muchos, y también conocí lugares y gentes nuevas. Encontré un sendero en la piel de un Dios de alquiler, alejado de vuestra prisión de nubes sangrientas. Y me aferré, desesperado, a mi soledad para no doblegar mi paso esperanzado. Y aquel devaneo que pensé duraría solo algunas semanas, se transformó en un inesperado noviazgo de casi un año.
Llegaría el final de mi historia en Alemania, sin saber que volvería, entendiéndo que la felicidad ni se busca ni se alcanza, la felicidad se desarrolla y eso conlleva tiempo… El tiempo necesario para descubrir que aquellas dos hermosas mujeres solo eran dos ratas muertas pudriéndose lentamente en mi ventana.
Me siento en mi cama, saco un papel, un boli y sonrío. Voy recordando mi sueño, mientras comprendo que aquel lazo de seda une un principio con su final y que, en realidad, nada y a la vez todo se puede resumir en algo tan simple como eso.

Iván Sáinz-Pardo
"El Sendero de la oveja negra"
N 33042/1997
R.P.I: VA-1329